UNA DEMOCRACIA POR FIN CONSOLIDADA: La Dictablanda de Arias Navarro (1 de 6)

Texto académico de evaluación continua
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
¿Por qué «el primer gobierno de la monarquía parecía ser el último de la dictadura»? 

«Porque en el contexto de una manifiesta inhibición política de Arias Navarro, se articuló una lógica de apertura democrática desde dentro y sin ruptura (Dictablanda) que acabó siendo un desastre sin paliativos». 

En cuanto tuvo conciencia que estaba muriendo, Franco redactó su testamento político al pueblo español. Fue leído en directo por televisión por un lloroso Arias Navarro a las diez de la noche del mismo día de su muerte. «Creo y deseo no haber tenido otros [enemigos] que aquellos que lo fueron de España». Y advertía: «No olvidéis que los enemigos de España están alerta» (Preston, 1998:966). Es probable que esta profecía de Franco influyese en la forma protogubernativa de dirección política que Arias Navarro ya venía demostrando (antes del 20 de noviembre de 1975) y continuaría demostrando después, al frente del ejecutivo. Lejos de la capacidad hacedora que un semestre después demostraría Adolfo Suárez, objeto y sujeto de la transición democrática, Arias Navarro sólo fue un objeto de la misma.

Desde sus inicios (en enero de 1974, después del asesinato de Carrero Blanco) el gobierno formado por Carlos Arias Navarro mostró una incapacidad manifiesta, ya no para acometer alguna reforma de consideración, sino incluso para desarrollar algún tipo de política (ni interior, ni exterior, ni económica). Era un gobierno paralizado por los equivocados [1] «bunkerizados» (Vilar, 1978:260), los elementos inmovilistas del régimen, así como bloqueado por las maniobras de los círculos militares próximos a los FrancoA pesar de la complicada situación [2], esta inhibición política acompaña a Arias Navarro durante los seis meses y medio de tránsito entre la muerte de Franco (el ya citado 20 de noviembre de 1975) y la designación de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno (el 3 de Junio de 1976).


A finales de 1975, cuando Juan Carlos de Borbón es proclamado como rey de España jurando lealtad a los principios del Movimiento Nacional [3], Arias Navarro «era tan cadáver político como Franco lo era físico» y su ratificación al frente del gobierno por parte del monarca generó no poca decepción. Juan Carlos de Borbón pretendía suavizar el tránsito y evitar la erosión de un «hombre nuevo» en los difíciles primeros momentos de tránsito. Desde la «lógica de la apertura sin ruptura», Torcuato Fernández Miranda (como presidente del Consejo del Reino) proyectaba «un cambio de la casa desde dentro y sustituyendo pieza a pieza, sin romperla» (Comella, 2008:355) en el que, simultáneamente, se produjese un progresivo desarme del régimen y una construcción pacífica del nuevo sistema, esto es, siempre yendo «de la ley a la ley» (Tusell, 2995, 289). Ya se adivinaba el gran juego de las intrigas. La limitada capacidad de iniciativa de Arias Navarro se puso de manifiesto de nuevo al admitir la presencia de algunos reformistas entre los miembros de su gobierno (Fraga, Garrigues y Areilza), que, habiendo recibido el encargo de preparar una evolución que emulase los modelos griego y portugués (Vilar, 1978:260) y permitiese la integración de España en una Europa «centrista» y «socialdemócrata» con el beneplácito de Estados Unidos, supuso un claro intento de equilibrar las fuerzas entre las facciones del régimen para avanzar por la senda de una reforma mal definida y fuertemente controlada desde el poder. Esta fórmula de la «dictablanda» (como así la calificaron desde la oposición) (Vilar, 1978:261) se demostró anacrónica. Las facciones eran personalidades rodeadas de séquitos, reducidos y enfrentados entre sí, tanto por lo acontecido en el pasado como por sus respectivas propuestas de futuro. Estas diferencias se agudizaron por la ausencia de unos objetivos de gobierno claros por parte de Arias Navarro y que fuesen compartidos por todos. Asesorado por un Fraga «jugando a ser Cánovas», Arias Navarro procedió a una apertura controlada que integrase a una oposición dispuesta a «jugar a ser Sagasta». El gobierno anunció unas reformas liberales, autorizando las asociaciones políticas, que resultaban irrisorias (Vilar, 1978:242).

Los objetivos de Arias Navarro pasaban por reformar tres Leyes Fundamentales (de Cortes, de Sucesión y la Orgánica del Estado), las leyes de Reunión y Asociación y aprobar una nueva ley sindical, así como acometer una reforma del sistema tributario. Habiendo aprobado las reformas de las leyes de Reunión y Asociación, se legalizaron los partidos políticos, si bien, la plena aplicación de sus efectos jurídicos, precisaba de la previa abolición de los artículos del Código Penal que tipificaban como delito la afiliación a los partidos políticos. En este punto, las Cortes se mostraron intratables y votaron en contra, circunstancia que supuso un golpe del que no pudo recuperarse el gobierno de Arias Navarro. Aunque en una proclama de reformismo aparente prometió «cuatro partidos políticos antes de un año» (Comella, 2008:354) en las páginas de Newsweek (Prego, 1995:391), Arias Navarro se opuso al reconocimiento del Partido Comunista de España y a todos aquellos que pudieran ser separatistas. Su aparente talante aperturista y liberal fue flor de un día (Prego, 1995:391).

El propio monarca lo calificó de «desastre sin paliativos» (Prego, 1995:441). En este estado de cosas, para llegar a una democracia plena se hacía urgente un cambio de gobierno, objetivo último de Juan Carlos de Borbón. Ante las resistencias del Consejo Nacional del Movimiento ante las reformas, el rey solicitó la dimisión de Arias Navarro, obteniéndola de inmediato. Con el ¿democrático [4]? (Sodaro, 2004:66) nombramiento posterior de Adolfo Suárez, antiguo Secretario General del Movimiento Nacional, como nuevo presidente del gobierno comenzó la fase decisiva entre la crisis del régimen franquista y la instauración de la democracia. Eso sí, al frente de un «gobierno de penenes» que, a pesar de gozar de poca confiabilidad dentro de algunos sectores del arco parlamentario del momento, va a iniciar el camino de la liberalización a la democracia (Tusell, 2005:287).



[1] Los «continuistas» confundieron la adaptación pasiva a la dictadura por parte de la clase media con un apoyo activo al régimen por su eficacia económica. Confundieron la pasividad o apatía política de una población con poca o nula tradición democrática con una afección al Régimen derivada del desarrollismo económico que circuló en Vespa primero en un Seat 600 después.

[2] Plena crisis económica desatada en 1973 (tras la guerra arabeisraelí del Yom Kippur que provocó el brutal encarecimiento del crudo y tras la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods que alteró el sistema monetario internacional), crisis exterior con Marruecos y profunda crisis del régimen (con facciones de la dictadura enfrentadas desde 1969).

[3] Nueva Historia de España. La Historia en su Lugar. España en Democracia. [Vídeo] Barcelona: Editorial Planeta, [2002] 1 Disco Compacto.

[4] En su obra El Arte de la Manipulación Política (1990) y aplicando la Teoría de la Elección Racional a la comprensión de varias decisiones adoptadas durante la transición española, Josep María Colomer da cuenta de «cómo Torcuato Fernández Miranda manipuló el procedimiento de selección para la terna de candidatos que el Consejo del Reino debía ofrecer al Rey Juan Carlos, con el fin de incluir en ella a Adolfo Suárez, un candidato que carecía de apoyos suficientes para salir elegido en una votación directa dentro del Consejo, pero a quien el Rey había decidido de antemano designar como Presidente del Gobierno».

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