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LA DEMOCRACIA ATENIENSE (Texto Comentado de TUCÍDIDES: ALABANZA DE ATENAS)

Texto académico de evaluación continua
Historia de las Ideas Políticas I
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
«Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos, sino de la mayoría, es democracia. En lo que concierne a los asuntos privados, la igualdad conforme a nuestras leyes alcanza a todo el mundo, mientras que en la elección de cargos públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, conforme al prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad, y tampoco nadie, en razón de su pobreza encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad». (ALABANZA DE ATENAS. Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso).

El texto extractado, perteneciente a la Historia de la Guerra del Peloponeso, presenta la democracia de Atenas como régimen político modélico que, desde la igualdad ante la ley de sus ciudadanos, regula la participación en el gobierno de sus asuntos públicos bajo criterios meritocráticos (por lo que los ciudadanos son) y no bajo criterios económicos (por lo que los ciudadanos tienen). Puede convenirse que el texto está estructurado en torno a tres conceptos clave: (a) Régimen Político; (b) Democracia; y (c) Igualdad en lo público (para la elección de cargos públicos) y en lo privado (ante la Ley):


ACERCA DE TUCÍDIDES. Hijo de un propietario de minas y de una noble tracia, Tucídides (Atenas, 460 aC - 395 aC) recibió una esmerada educación. Nombrado estratega en Atenas, en el año 424 aC y seis años después de sobrevivir milagrosamente a una epidemia, se le confió el mando de una flota encargada de romper el asedio ateniense de Anfípolis (en Tracia). Fracasado en su intento, Anfípolis cayó en manos enemigas, motivo por el que fue condenado al exilio. Será a partir de entonces cuando Tucídides dedique sus esfuerzos a la escritura de la Historia de la Guerra del Peloponeso, obra fundamental en la historiografía antigua y que le ha valido la consideración como uno de los más grandes historiadores griegos. Cronológicamente, su Historia de la Guerra del Peloponeso narra los acontecimientos ocurridos entre el año 431aC y el 411aC. Como una confrontación entre la Liga de Atenas y la de Esparta, la guerra del Peloponeso es presentada como una consecuencia del creciente temor de los espartanos ante el imperialismo y el creciente poder económico adquirido por los atenienses. Escrita con gran rigor, su obra analiza los hechos objetivamente, sin ocultar por ello la admiración de Tucídides por algunas posturas políticas. Su obra histórica en el destierro destaca por dos cuestiones esenciales:

(a) Basada en Hechos Reales de Grecia. A diferencia de otros historiadores de su tiempo, como Herodoto (calificado por el propio Tucídides como logógrafo), nuestro autor centra su narración histórica en los griegos (sin recurrir a factores extraños al mundo heleno), basándola exclusivamente en los acontecimientos ciertos (sin hacer intervenir a los dioses). Todo lo ocurrido se debe a los actos de los hombres y todo lo narrado es verdad: la Historia es una autopsia de la realidad. Así, con el término sygraphein alude al acta o contrato con el lector por el que garantiza la veracidad de lo narrado: sólo puede escribirse lo que se ha visto. 

(b) Orientada a un Análisis Causal. Tucídides analiza los hechos históricos buscando sus razones (motivaciones, ambiciones y temores personales de los políticos), trascendiendo con ello lo puramente anecdótico a pesar de su recurso ocasional a la introducción de discursos ficticios. Esencialmente, los recursos formales que definen la arquitectura de su historia son dos: (1) Discursos (Logoi) o reconstrucciones aproximadas de lo que pudieron decir los personajes históricos; y (2) Acontecimientos (Erga) basados en los testimonios de los testigos interrogados y en pruebas jurídicas.

Contextualizados ya en la figura de Tucídides, veamos los tres conceptos clave en torno a los que se estructura el texto aquí comentado.

FRAGMENTO 1: «Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás somos un modelo a seguir...» Implícitamente, este primer concepto clave engloba dentro de sí tres conceptos medulares en el tema que nos ocupa: (a) Ciudad Griega; (b) Ley de la Ciudad; y (c) Régimen Político.

El Rey Teseo: Impulsor del Gobierno Unitario
1.1. Ciudad Griega. La aparición de la polis en la Grecia Arcaica es contemporánea a la sustitución de la realeza por los primeros gobiernos aristocráticos. El sinecismo por el que se crea la ciudad de Atenas se atribuye a una providencia gubernativa del rey Teseo quien persuadió a los diversos núcleos de población (eupátridas, georgoi y demiurgoi) a gobernarse de forma unitaria. En la Grecia Antigua la patria de los hombres era su ciudad: los ciudadanos de las diversas poleis se consideraban entre sí extranjeros, siendo compatriotas los hombres gobernados por las mismas leyes y costumbres. Dado que las fronteras de las patrias griegas eran legales y no geográficas, la ciudad griega era el territorio que, legalmente ocupado por los miembros de la misma estirpe, podía nutrirlos y ser defendido por ellos. Para un griego de mentalidad tradicional, su patria era su ciudad, el único sitio donde merecía la pena vivir: sólo en la ciudad podía ser libre y feliz. La idea de que fuera de la polis podía existir vida comienza a desarrollarse a partir del siglo IV aC. Dado que el fin de la polis griega no era el dominio, sino la vida feliz de sus habitantes, la felicidad pasaba por la posibilidad real de intervención política de sus ciudadanos, la cual estaba ligada a las reducidas dimensiones de la ciudad.

Dracón: Arconte y Legislador de Atenas (VII aC)
1.2. Ley de la Ciudad. Será en las colonias donde por primera vez la ley de la ciudad, conocida por todos, sustituya en aspectos importantes al derecho familiar, cuyas normas sólo conocían las familias nobles. En los siglos V y IV aC fue típico en el discurso político ateniense el conflicto entre las leyes de los dioses y las leyes de la ciudad. Fue la guerra de Atenas con Mégara la que propició la primera codificación legislativa ateniense, la de Dracón (625 aC), famosa por su rigidez y severidad, derogada posteriormente por Solón para dar a Atenas nuevas leyes con las que aumentar el bien común y lograr una convivencia pacífica de sus ciudadanos. Muy en la línea de la idea de moderación (eucosmía) y de respeto a los límites propia de los griegos, la concepción solónica de justicia tendió al término medio: los pobres no debían alterar el orden para arrebatar a los ricos sus propiedades y los ricos no debían extremar su ambición de despojar a los pobres y tenerlos como esclavos. Como es mejor vivir en armonía y esta armonía sólo se consigue respetando la ley, el pueblo de Atenas comprendió que su salvación dependía de tener buenas leyes, dictadas para señalar a cada uno su límite, aún a riesgo de desagradar a todos. Así pues, la ley de la ciudad definió el ámbito de lo público, de lo común a todos y posibilita la mutua convivencia: era necesario el respecto de todos a las leyes porque en ellas se vivía y gracias a ellas se vivía bien, es decir, en armonía.

Solón: Uno de los Siete Sabios de Grecia
1.3. Régimen Político. En su Libro III y aunque cien años después de que Tucídides escribiese el texto aquí analizado, Aristóteles definió un régimen político como la ordenación de las diversas magistraturas existentes en las ciudades con poder soberano y que informaban acerca de cómo estaban distribuidas dichas magistraturas (cuáles eran los órganos soberanos y cuáles eran las finalidades de la comunidad gobernada). La diferencia entre los diversos regímenes políticos no venía dada por los órganos de poder, que eran los mismos en todas las ciudades griegas (Consejo y Asamblea), sino por el número y calidad de los pobladores admitidos a la ciudadanía, por el empleo de unos mecanismos u otros en la adjudicación de cargos, en la selección de los votantes y en el sistema de votación. Todos los ciudadanos podían y debían asistir a la asamblea. Mientras que en las ciudades con régimen aristocrático los requisitos eran más estrictos y quedaban limitados a los hijos de los ya ciudadanos y en las oligarquías el requisito para acceder al cuerpo cívico exigía contar con un mínimo de recursos, en las democracias el límite económico era menor o no existía. En este texto de Tucídides, que como ateniense las enuncia en primera persona del plural, pone de manifiesto que Atenas fue la primera ciudad griega que prescindió de la realeza y pasó a gobernarse de forma igualitaria. Es este el motivo por el que Tucídides afirma que Atenas no imita, sino que la imitan. No obstante, los precedentes históricos de la ciudad de Atenas en lo que a su evolución política se refiere, son similares al del resto de las grandes ciudades griegas de su tiempo. Como el resto de Grecia, la población ateniense procedía de los pueblos indoeuropeos que sucedieron a la civilización minoica y sufrió la misma evolución política que el resto de las polis griegas: realeza (como resto de la época anterior) y revolución aristocrática subsiguiente entre el año 1080 aC y la reforma de Solón.

Clístenes: el Nuevo Estado basado en la Isonomía 
FRAGMENTO 2: «… Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos, sino de la mayoría, es democracia…» A las guerras civiles atenienses, sucedió la lucha de partidos. Mientras que la familia que más se distinguió en defensa de los viejos ideales aristocráticos fue la de las Filiadas, los que se inclinaron más hacia la democracia fueron los Alcmeónidas, entre cuyos miembros se contaba a Clístenes. La política ateniense estará marcada por el antagonismo político de estas dos corrientes de opinión (o partidos), cuyos jefes eran acusados mutuamente ante el pueblo de traición, se ostraquizaban y se levantaban las penas de destierro. ¿Cómo se relacionaron en esta época las dimensiones política y económica? Atenas, sin asomarse al mar, no hubiera pasado nunca de ser una ciudad pobre, dividida y sometida a la voluntad de los vecinos más poderosos. No fue la ambición, como les reprocharía Sócrates, la guía de los gobernantes atenienses que hicieron posible su poderío marítimo, sino comprender las necesidades de su ciudad. Atenas era flota o no era nada en absoluto. Con una producción agrícola insuficiente en el Ática, buscar en el mar los recursos necesarios para su población era imprescindible. Tucídides opinaba que «al hacerse Grecia más poderosa y dedicarse a la adquisición de riquezas, en la mayoría de las ciudades se establecieron tiranías con el aumento de los ingresos». Es pues, el aumento de la riqueza y no el castigo divino a la injusticia del hombre público, la causa por la que apareció la tiranía. Ambos fenómenos están asociados: el aumento de la riqueza precede siempre a la tiranía. Tanto es así que las viejas aristocracias agrícolas se transformaron (de hecho) en plutocracias tan pronto como aumentó la actividad marítima. En este nuevo contexto económico y social, el gobierno de uno solo interesaba más que el antiguo régimen igualitario porque garantiza el orden y la igualdad. No obstante, la fuerza política del tirano, la que lo alzó y sostuvo, fue el pueblo y no los plutócratas. Por ello, con la tiranía aumentó vertiginosamente el gasto público destinado a obras grandiosas y al patrocinio de fiestas comunes: como un pueblo bien alimentado era la mejor guardia personal del tirano, estando contento aquél, éste estuvo seguro. Por tanto, esta tiranía corrompió la vieja noción aristocrática de libertad (como posibilidad personal de intervención política dentro de la legalidad) convirtiendo en súbditos a los ciudadanos. Los atenienses fueron los primeros en desterrar el gobierno de un solo hombre excelso que intercambiaba paz y riqueza por sumisión. Entendieron que dicho intercambio era un trueque de prosperidad por docilidad y esclavitud, por cuanto en su seno abdicaban de su voluntad para someterla a la voluntad del otro. En este contexto, el proyecto del imperio universal significó esclavitud universal, motivo por el que promovieron la irrupción de la democracia como régimen político. Para ello optaron por agruparse en pequeñas comunidades en las que contaba y servía la voluntad de cada ateniense. Se trata del único régimen político en el que el hombre puede tener libertad de acción y potestad para gobernar su destino, libertad que produce una vida feliz, la única digna del hombre. Este modelo ateniense opta por un equilibrio entre las voluntades de todos los hombres en lugar de subordinarlas a la voluntad de uno solo. En lugar de optar por la jerarquía para construir y mantener el orden social, optó por la armonía de las voluntades de todos sus ciudadanos hilvanadas por la ley. Para su gobierno, Atenas contaba con la voluntad de todos, la del pueblo, porque como patria, la ciudad era de todos, para todos y a todos competía su gobierno con arreglo a la ley.

FRAGMENTO 3: «… En lo que concierne a los asuntos privados, la igualdad conforme a nuestras leyes alcanza a todo el mundo, mientras que en la elección de cargos públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, conforme al prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad, y tampoco nadie, en razón de su pobreza encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad». La batalla de Maratón del año 490 aC tuvo consecuencias políticas de tal alcance que nuestra civilización occidental no existiría hoy: todas las ciudades griegas, una por una, se hubieran rendido ante la aplastante superioridad bélica de los persas. Los principios políticos de libertad, igualdad o legalidad que fundamentan nuestras actuales instituciones fueron pensados para el gobierno de esas ciudades que eran libres y porque eran libres. La Atenas política comprendida entre los años 431aC y 411aC conoció la constitución de Clístenes por cuanto su configuración del Estado ático no fue derogada hasta el año 406 aC. 

Considerado como el creador de la democracia ática, Clístenes articuló una constitución que aunó el bien patrio con los intereses de los ciudadanos, haciendo realidad con ello el ideal solónico: sus instituciones eran tales que a nadie interesó destruirlas durante más de cien años. Tomando el poder de los aristócratas, en el año 506 aC, Clístenes promovió una reforma administrativa que, debilitando los vínculos familiares, fortaleció los patrióticos dando preferencia al principio de territorialidad frente al gentilicio. De hecho y a partir de entonces, para designar a los hombres se añadió el nombre del demo y de la tribu al nombre propio seguido del nombre del padre. Sobre esta base, el nuevo régimen propició el tránsito del régimen ateniense a la democracia. Hay que recordar que en la conformación de la polis, originariamente, el factor territorial era secundario con respecto al genealógico. El hecho de vivir o nacer en una ciudad no otorgaba el derecho de ciudadanía. La regla era que ese derecho se transmitía de padres a hijos. Dividiendo el Ática en tres regiones y cada una de éstas en tres distritos (Tritriai) que aglutinaba un número variable de municipios (Demos), Clístenes adscribió a cada demos a las personas que los habitaban, independientemente de sus vínculos familiares. Diez nuevas tribus (entre ellas la Filé, formada por las tritrías del campo, del puerto y de la ciudad) sustituyeron a las cuatro tribus tradicionales como órganos administrativos intermedios entre la demo y el gobierno de la ciudad. Cada tribu nombraba un estratego, de forma y manera que los diez estrategos se turnaban para dirigir la tropa en tiempo de guerra, bajo la autoridad del Polemarco. Al estar los demoi de cada tribu situados en diferentes territorios, se consiguió la implicación de todos en la defensa de todo el territorio: el interés del Estado pasó a primar sobre los intereses particulares o de casta. En este contexto, Clístenes creó un nuevo Consejo deliberativo (Bulé), formado por 500 miembros designados a partes iguales por cada tribu y sujetos a una rotación mensual. Al cabo del año se elegía otro consejo. Por su parte, los Pritanes (reunidos en el Pritaneo, donde residían a costa de la ciudad durante el mes correspondiente) ostentaban competencias de gobierno durante cada mes, en sesiones presididas por el arconte Epónimo (durante su año de mandato) y en las que despachaban asuntos de gobierno ordinario. Paralelamente, los asuntos extraordinarios eran sometidos a la totalidad de la Bulé, que, después de deliberar, emitía su resolución, la cual, adquiría efectividad tras la aprobación de la asamblea (Ekklesia), formada por todos los varones mayores de edad (excepto los tethes, cuarta clase solónica). En este extremo, existe una salvedad a la afirmación de Tucídides «…nadie, en razón de su pobreza encuentra obstáculos». Solón, siglo y medio antes que Tucídides escribiese este texto, creó un nuevo censo ciudadano en virtud del cual distribuyó a los atenienses en cuatro grupos (clases solónicas) atendiendo a su riqueza y no a su posición social: el primero, formado por aquellos que cosechaban quinientas medidas de grano; el segundo, trescientas; el tercero, hasta doscientas; y cuarto, los tethes que, con un umbral de renta inferior, no tenían derechos ni obligaciones políticas. No obstante y para hacer participar en el gobierno también a los más pobres, Solón fundó la Heliea, tribunal al que se podía apelar cualquier sentencia del Areópago y que estaba formado por jurados elegidos por sorteo entre todos los ciudadanos. Andando el tiempo, este tribunal se convertiría en uno de los órganos de poder más importantes del Estado ateniense.

Pericles: Primer Ciudadano de Atenas, según Tucídides
En Atenas, la libertad incluía, además de capacidad de intervención política, el ingrediente de libertad personal. El pueblo ateniense llegó a ser el amo del destino de su ciudad, si bien, al tratarse de un pueblo no muy bien educado (sin las ventajas de la agogué espartana), fue relativamente fácil de conducir por quiénes poseían el secreto de la oración, de forma y manera que la asamblea llegó a adoptar los ademanes de un gigantesco déspota. Según el propio Tucídides, el gobierno del demagogo Pericles fue muy parecido al de los buenos tiranos. Atenas era una democracia sólo de nombre, en realidad gobernada por el primer ciudadano. Aunque gobernó respetando la libertad de todos, debido a sus buenas cualidades, la asamblea le obedecía. Todos los asuntos importantes de Atenas pasaron por sus manos y eso que sólo desempeñó el cargo de estratego. No fue nunca arconte. Pero convencía al pueblo sin adularlo y gobernaba según su criterio, con la contra inoperante del partido aristocrático. Con las obras públicas, la marina y los espectáculos, Pericles ocupó, recreó e hizo protagonista al pueblo, motivos por los que éste le era fiel, mientras los aliados de la Liga se quejaban de que sus tributos se gastaban en adornar la ciudad y en sojuzgarlos a ellos. En esta misma línea de razonamiento, tanto Sócrates como Protágoras nos advierten de los riesgos de la oratoria: 

(a) Definiendo a los sofistas como «tenderos que venden los géneros del alma», Sócrates argumentaba que la dialéctica (arte de construir discursos dobles) era un arma persuasiva que podía conseguir la sentencia favorable del tribunal y dominar la asamblea (cada vez más, los órganos de poder en Atenas); y 

(b) Según Protágoras, en una ciudad democrática, el campo de batalla en el que se enfrentaban y luchaban por el poder los nuevos héroes fue la asamblea y el tribunal de justicia: lanzas y espadas se cambiaron por palabras. En este nuevo contexto, no ganaba el que más hombres vencía y el de mejor linaje, sino el que más hombres convencía, incluyendo a los mejores. Así, la justicia fue la voluntad del vencedor que se impuso a la de todos los demás para conformar la ley de la ciudad. Desde entonces, la ley (Eunomía) es hermana de la justicia (Diké) y de la paz (Eirené), todas ellas hijas de la ley divina (Temis) y del poder divino (Zeus): las tres hermanas van siempre juntas: donde no hay leyes no puede haber justicia ni paz.

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