EL CONCEPTO DE GOBERNANZA: COMPARACIÓN EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL Y NACIONAL

Texto académico de evaluación continua
Teoría del Estado II: Las Transformaciones Contemporáneas del Estado
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
Ilustrado en este post con viñetas de Forges El Roto.
1. GOBIERNO vs. GOBERNANZA. Si las postrimerías del siglo XX sugerían certeza de lo que era un Estado, los albores del XXI se han caracterizado por la incertidumbre, llegándose a anunciar su muerte. Desde posiciones menos extremas se apunta una transformación desde un sistema articulado alrededor del Estado-nación hacia otro modelo de gobernanza multinivel. Y esta transformación es un factor clave de comparación conceptual entre gobierno y gobernanza. El sistema político está mudando desde un enfoque estado-céntrico a uno multicéntrico, compuesto por colectividades no soberanas que desafían la vieja soberanía del gobierno del Estado-nación. Lo que ayer eran ámbitos exclusivos de autoridad gubernamental, se comparten hoy con otros actores no estatales y centros de autoridad: en nuestro contexto global, el Estado ya no es el señor del Mercado, sino su vasallo. Siendo estructural [institucional] y funcional [praxis política], el alcance de esta transformación es debatida entre unos autores estado-céntricos que señalan una cooperación internacional dominada por los gobiernos y unos teóricos del repliegue que la valoran como restrictiva para la libertad de acción de los Estados, en favor de nuevas formas de gobernanza no centralizadas y surgidas en un espacio socioeconómico que traspasa los límites de las fronteras territoriales.

 Entendida como la totalidad de estructuras, agentes y procesos políticos con propiedades transnacionales que están desarrollando una densa interconexión y una comunidad ligera que trasciende el Estado territorial, esta Política Global implica dos cambios: (a) Los gobiernos pertenecen a una red compleja de organizaciones internacionales [OOII] con las que suscriben gran variedad de compromisos; y (b) Muchos actores no estatales influyen en el proceso de gobernanza y por tanto, la regulación y el control ya no son una reserva exclusiva de los Estados. Así pues, mientras en el pasado los gobiernos nacionales gobernaban dentro de territorios bien definidos, hoy la política es [parcialmente] gobernanza internacional/global, son actividades realizadas en todos los órdenes [local, nacional, regional o global] y que, afectando a la regulación y el control, está gestionada por una red global de políticas públicas, por amplias alianzas de agencias gubernativas, OOII, empresas y elementos de la sociedad civil [ONGs, asociaciones profesionales y/o grupos religiosos] que se reúnen para conseguir aquello que ninguno puede obtener por sí sólo. Tratándose de una actividad internacional, transgubernamental y transnacional, la gobernanza puede ser por medio del Gobierno [cuadro jerárquico de regulación y control nacional], con el Gobierno [éste participa negociando con otros actores, actuando como primus inter pares a nivel nacional o internacional] o sin el Gobierno [los actores establecen pautas de regulación sin interferencias gubernativas]. 

2. GOBERNANZA, ESTADO DE DERECHO Y ESTADO DEMOCRÁTICO. Las repercusiones de la gobernanza multinivel sobre el Estado Democrático de Derecho son evidentes si sintetizamos su núcleo conceptual. Mientras el tag «de Derecho» impone como requisito que una organización política del poder conferida por ley y ejercida mediante los procedimientos y con los límites en ella establecidos, «Democrático» exige atribuir la titularidad del poder a un cuerpo social que adopte sus decisiones mediante unos mecanismos de participación que legitimen su representación. Así pues, resulta afirmable que la actual gobernanza multinivel presenta importantes déficits en el ejercicio [legalmente regulado y limitado] de su poder y obstáculos para una participación política legitimadora de su representación. Al no basarse en un marco constitucional determinado, los decisores de la gobernanza multinivel no están sometidos a responsabilidad y control democráticos. No obstante, un optimista Nye valora como relativo este predominio de las OOII y sugiere que no constituyen una amenaza democrática porque sus decisiones son tomadas en el marco democrático de cada Estado-nación. Y dado que éstos gozan de mandatos democráticos, aquéllas disponen, como mínimo, de legitimidad indirecta.

Este excesivo optimismo liberal nyeneano se constata en la Nueva Arquitectura Financiera Internacional que ¿intenta? el encaje de los países emergentes en el FMI. Desde la crisis asiática de los 90s, los países emergentes reclaman un mayor peso en las instituciones de Bretton Woods aduciendo una insuficiente legitimidad de éstas porque su reparto de poder no refleja la distribución de fuerzas de la economía mundial. La continuada inobservancia internacional a sus peticiones ha provocado que hayan intervenido en sus tipos de cambio [acumulando reservas en moneda extranjera para eludir el FMI en caso de crisis], factor que ha generado desequilibrios macroeconómicos globales [una de las causas de la actual crisis financiera]. Además, algunos emergentes asiáticos han propuesto crear su Fondo Monetario Asiático. Que el FMI adolezca de insuficiencia representativa constituye un síntoma con mal pronóstico cuando la coyuntura exige una institución global fuerte capaz de gestionar los riesgos sistémicos de la globalización financiera. Además, esta tendencia hegemónico-céntrica se observa también en las resistencias para reformar las Instituciones de Gobernanza Global. Al decir de Steinberg, la solución estriba en incrementar las cuotas con las que se financia el FMI [determinantes de los votos en el Consejo] de forma no proporcional para los países, es decir, reformulando su cálculo [ponderando en favor de la población y calculando el PIB en paridad con el poder de compra]. Con ello se lograría que los incrementos de cuota de las economías emergentes fuesen mayores que los de las desarrolladas, lo cual incrementaría su peso y aumentaría la capacidad de préstamo del FMI. Entretanto, se requiere una nueva emisión de Derechos Especiales de Giro [moneda del FMI] para dotarles de la liquidez necesaria. Paralelamente, debería modificarse el procedimiento de designación de su Director Gerente para que, siendo más meritocrático, abandonase la práctica del genotipo europeo. En definitiva y en los términos de la poliarquía de Dahl, esta gobernanza multinivel, ilustrada aquí a través del FMI, no constituye un sistema democrático por cuanto adolece de: 
(a) Competencia entre los países [centrales vs. periféricos] para ocupar las posiciones importantes del poder de gobierno; 
(b) Participación Política igualitaria y equitativa en la selección/designación de sus dirigentes; y 
(c) Libertades Civiles y Políticas suficientes para asegurar la integridad de la competencia y la participación. Además, adolece de otra condición de fondo esencial para su democratización: la unidad nacional [de Rustow]. ¿Estamos ante una comunidad bien definida [demos] que fundamente un verdadero proceso de democratización?

3. INSTITUCIONES DE GOBERNANZA GLOBAL. Una economía globalizada no puede ser gobernada con instituciones y políticas nacionales: en un sistema interdependiente como el actual, los Estados están condenados a cooperar aunque tengan intereses contrapuestos. Pero el mosaico de organizaciones y foros económicos multilaterales para alcanzar/sostener la cooperación es poco eficaz, insuficientemente representativo y percibido como ilegítimo por quiénes emergen. Esta Gobernanza Global adopta nuevos formatos no centralizados que, como sistema de estructuras/agentes transnacionales interconectados que conforman una comunidad ligera que trasciende el Estado territorial, implica una mayor cooperación transfronteriza mediante relaciones transgubernamentales, transnacionales e interestatales. Éstas últimas han crecido mediante unas Organizaciones Intergubernamentales [OIG] que se han duplicado durante la segunda mitad del siglo XX, llegando a las 260 en los 90s. G20, FMI, OMC o BM son ejemplos de OIG categorizables como  instituciones de gobernanza global por cuanto son elementos supranacionales que, en el entorno de sociedades segregadas [por oposición a las interconectadas como la Unión Europea], conforman una Integración Profunda que afecta a la soberanía del Estado como nivel de gobierno. Esta cooperación debilita a los Estados porque, al ganar poder, estas OIG establecen normas potencialmente contrarias a sus intereses, determinan su comportamiento y prevén sanciones por incumplimiento. Tratándose de una devolución del poder del Estado soberano, esta burocracia supranacional gana influencia gracias a una cooperación más intensa que difunde el poder y reduce la influencia del Estado-nación. 


Mientras FMI y BM controlan el rendimiento económico mundial y son actores centrales en situaciones de crisis económicas, la pertenencia a la OMC es prioritaria para aquellos Estados que pretenden integrarse en el sistema económico global. Por su parte y como foro de 19 países [once recientemente industrializados] más la UE, el G20 constituye un nodo de cooperación para la estabilidad del sistema financiero internacional ¿promoviendo? el equilibrio entre países industrializados y economías emergentes. No obstante lo anterior, la crisis financiera global evidencia su ineficacia para abordar los actuales problemas económicos. La actual coyuntura, en la que la cooperación internacional es más necesaria que nunca, abre una ventana de oportunidad para avanzar en su reforma mediante el fortalecimiento del FMI, dotándole de más poder normativo y recursos. Como institución de Gobernanza Global, los objetivos de este FMI reforzado deberían ser: (a) Revisión del sistema financiero internacional con unas nuevas reglas, aspirando a convertirse en un supervisor global capaz de anticiparse a las crisis; (b) Emitir recomendaciones vinculantes; (c) Dirimir conflictos; (d) Imponer sanciones; y (e) Cooperar en la gestión multilateral y coordinada de los riesgos financieros globales, asegurando la compatibilidad de unos principios comunes de las regulaciones nacionales; y (f) Vigilancia de las vulnerabilidades de la economía mundial [burbujas financieras y desequilibrios macroeconómicos globales].

4. ALCANCE NACIONAL E INTERNACIONAL DE LA GOBERNANZA. Nuestra crisis financiera, la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión, evidencia que la reforma de la gobernanza económica global no puede esperar más. No obstante, los movimientos unilaterales defensivos [nacionalismos econonómicos] por parte de casi todos los países, dificulta dar a las instituciones económicas globales lo que necesitan: más poder para fijar mejores reglas comunes y más recursos financieros para ayudar a los países más débiles a sortear la recesión sin sufrir crisis políticas. Proteccionismo, nacionalismo, oportunismo, descoordinación, falta de liderazgo o promesas incumplidas son las nociones que definen la reacción de las potencias ante la crisis financiera y la recesión económica global. La cooperación internacional es urgente si se quiere reducir el impacto de la recesión. Establecer una gobernanza económica global efectiva y legítima es la única solución para evitar el desastre a largo plazo.
Dado que los mercados sólo funcionan si se asientan en unas instituciones adecuadas, deben constituirse como organizaciones estables con personalidad jurídica, socialmente legítimas y con capacidad coercitiva para hacer cumplir las reglas establecidas. Tales instituciones deben ser nacionales, regionales o globales en función de cómo sean los mercados que pretenden ordenar. Mientras que para los nacionales son suficientes las nacionales, la intersección financiera de mercados globales e instituciones nacionales es peligrosa porque, como las instituciones representan las preferencias políticas de la ciudadanía, cuando los mercados se globalizan y aquéllas no, surge la impresión de una Dictadura del Mercado con un liberalismo económico dissembedded [y no embedded].
El propósito de este enfoque institucional para evitar un Liberalismo Desimbricado tiene su origen en el Embedded Liberalism que definió el marco institucional de posguerra. Aunque el capitalismo del siglo XIX basado en la hegemonía británica operó al margen de los intereses de la mayoría, el advenimiento de la democracia y del Estado de bienestar lo hizo insostenible. Durante la segunda posguerra y bajo la hegemonía estadounidense, devino un orden económico internacional apoyado en el pacto social de un liberalismo socialmente imbricado. Este consenso descansaba en instituciones nacionales con las que los gobiernos democráticamente elegidos gozaban de capacidad para arbitrar políticas económicas activas destinadas al crecimiento económico, el pleno empleo, cierta redistribución de la renta y una efectiva igualdad de oportunidades. Por encima de este entramado nacional se establecieron las instituciones de Bretton Woods [ámbito financiero] y el GATT [ámbito comercial] para regular los intercambios internacionales y asegurar la estabilidad política internacional y la cooperación económica. Sin embargo, tales instituciones estaban diseñadas para no inmiscuirse en exceso en las políticas económicas de unos gobiernos orientados a satisfacer las demandas de sus ciudadanos. Pero, respondiendo a los intereses de los países desarrollados occidentales, este marco institucional fue concebido en y para un mundo muy distinto al actual: el libre intercambio de manufacturas contrastaba con el férreo control de unos movimientos de capitales, considerados [keynesianamente] desestabilizadores.  

Aunque Bretton Woods afectó a este entramado institucional, las disfunciones Mercados Globales vs. Instituciones Nacionales no se evidenciaron hasta los 80s al socaire de la liberalización y desregulación anglosajona, la cual, sumada al fin de la Guerra Fría, la revolución de las NNTT y la integración de las potencias emergentes en la economía global, originó la auténtica globalización de los mercados, especialmente el financiero. El alcance de la gobernanza en el nuevo marco internacional y nacional definido por la globalización y la repercusión de las decisiones del G20 ante la crisis económica de 2008, queda estructurado en las siguientes ideas clave:
(1) Además de la no adaptación de las instituciones supranacionales a la coyuntura sobrevenida, han surgido Nuevos Foros [carentes de estructura formal y dudosa legitimidad] para ejercer poder e influencia [formaciones G o el Foro Económico Mundial de Davos], al tiempo que las Viejas Instituciones eran cuestionadas por no adaptarse al nuevo Balance of Power derivado del auge de las potencias emergentes en la economía mundial, por su falta de democracia interna y por su visión restringida [occidental] del funcionamiento económico.  
(2) El consenso que sostenía el pacto keynesiano es cuestionado ante la progresiva incapacidad de los países para activar políticas de demanda y sostener el Estado del bienestar como consecuencia de una globalización financiera.
(3) Creándose una economía internacional integrada en la que mercados y actores no estatales ganaban poder, ésta no disponía de una estructura de gobernanza supranacional efectiva, integrada, democrática y percibida como legítima por las potencias emergentes y la sociedad civil global. Y la interdependencia mundial no se proveyó de los bienes públicos globales necesarios para afrontar los riesgos de la globalización. Este estado de cosas ha conducido a una encrucijada en la que siendo deseable un Modelo de Federalismo Global mediante la cesión de soberanía estatal a unas instituciones supranacionales reguladoras de unas reglas aceptadas por todos, el 11S o la crisis financiera han provocado la resurrección del Estado-nación como actor clave de las relaciones internacionales. Hoy, siendo pocas las áreas dónde sea factible una mayor cesión de soberanía, es necesario restringir la integración [financiera] para evitar futuras crisis, mientras se integran los nuevos retos [energéticos, migratorios y medioambientales] del actual mosaico institucional [fragmentado].   
(4) La actual crisis financiera ha evidenciado que los políticos no entendieron la Era de la Desregulación: abrirse al libre comercio es distinto que liberalizar el movimiento de capitales. Así y paradójicamente, los movimientos económicos internacionales más tóxicos [financieros a corto plazo] son los peor regulados, a diferencia, por ejemplo, de unos movimientos comerciales regulados por la OMC como mejora de la gobernanza del comercio mundial. En lo comercial por tanto, no hacen falta grandes reformas. Sin embargo, en lo financiero es dónde más queda por hacer. La actual crisis desencadenada por la desregulación financiera, el exceso de liquidez global y una deficiente evaluación del riesgo, ha evidenciado la necesidad de una mejor regulación y supervisión financiera internacional para matizar la frecuencia y severidad de los colapsos financieros.

(5) En este contexto, la comunidad internacional ha utilizado el G-20 como foro informal para intentar dar una respuesta coordinada a la crisis y servir de embrión para fijar las nuevas reglas del Capitalismo Global. Creado tras la crisis financiera asiática de 1997, el G20 es ágil por su tamaño y suficientemente representativo como para poder actuar de catalizador de las reformas. Sin embargo, al no ser una institución internacional, no puede obligar a nadie a que cumpla sus acuerdos. Sólo puede actuar como punto focal para el diseño de nuevas reglas que reformen la legislación económica interna de los Estados y los estatutos de las organizaciones económicas internacionales. Y es que, a pesar de necesitar mejores instituciones supranacionales para regular los mercados globales, los Estados no están dispuestos a ceder soberanía. Y ésta es la cuestión clave de la reforma del capitalismo: definir nuevas reglas globales en las áreas necesarias y posibles y reducir el nivel de integración económica para que las instituciones regulatorias nacionales puedan cumplir su función en los ámbitos en los que no exista consenso para aprobar reglas supranacionales. 
Por tanto, se necesita una visión estratégica e integrada de largo plazo. El reto es enorme y requiere de capacidad técnica, pragmatismo, visión a largo plazo y, sobre todo, liderazgo político. De su éxito depende la estabilidad del sistema internacional en el siglo XXI. En su primera cumbre de Washington celebrada en 2008, el G20 aprobó [por unanimidad] los siguientes acuerdos: (1) Continuar apoyando los mercados financieros y accionar las medidas necesarias para estabilizar el sistema; (2) Adaptar la ayuda de la política monetaria en función de las condiciones de cada país; (3) Adoptar medidas fiscales para estimular la demanda interna, manteniendo un marco propicio para la sostenibilidad fiscal; (4) Ayudar a los países emergentes a acceder a la financiación, instrumentos de liquidez y programas de apoyo; (5) Apoyar el papel del FMI en la respuesta a la crisis; (6) Animar al BM a usar su plena capacidad en apoyo de su agenda de ayuda; (7) Asegurarse de que el FMI y el BM dispongan de los recursos suficientes para resolver la crisis. Por su parte y antes de que en Los Cabos se focalizase la atención en la crisis de la deuda soberana europea [especialmente la española], las prioridades marcadas en la penúltima cumbre del G20 celebrada en Cannes en 2011 fueron: (1) Coordinación de políticas económicas y la reducción de los desequilibrios macroeconómicos globales; (2) Fortalecimiento de la regulación financiera; (3) Reforma del Sistema Monetario Internacional; (4) Lucha contra la volatilidad de los precios; (5) Mejorar la gobernanza mundial; (6) Trabajo en favor del desarrollo. Entre una y otra, cuatro cumbres más [Londres, Pittsburgh, Toronto y Seúl]… ¿Jugamos a las siete diferencias? 



CLICA AQUÍ para acceder a UNED store