¿PLANETA 1.0 VS. PLANETA 2.0?

«No tiene sentido contratar a personas inteligentes y después decirles lo que tienen que hacer. Nosotros contratamos a personas inteligentes para que nos digan qué tenemos que hacer». Con esta frase Steve Jobs ponía el acento en la necesidad de las organizaciones de invertir en Capital Humano competente en la autogestión de su propio valor añadido en el entorno de una cultura organizacional predispuesta a aprender y dispuesta al cambio generado por y desde las personas que la integran. Pero no siempre es este el ecosistema organizacional en el que nos desarrollamos. Como en nuestro Sistema Solar, en el que ninguno de sus planetas es igual, no todas las organizaciones son iguales. No en todas las organizaciones que orbitan alrededor del mercado encontramos unas condiciones ecológicas proclives a la generación y desarrollo sostenible de vida. Como el mercado para las organizaciones, la energía generada por la luz solar sustenta casi todas las formas de vida y nos condiciona climáticamente. Nuestros mercados deciden la presencia o ausencia de inclemencias metereológicas en nuestras organizaciones. Y no todas nuestras organizaciones toleran del mismo modo tales inclemencias: o colaboramos en una organización inteligente que aprende a desarrollar un ecosistema de vida sostenible nutriéndose de las personas que la componen y la rodean u obedecemos en una organización que, creyendo disfrutar de un ecosistema favorable, focaliza su atención en enseñarlo y no en aprender para mejorarlo. Sólo enseña y siempre enseña lo mismo. Impermeable a los cambios. Hermética a la mejora ajena. Y todo ello en la época en que, como nos recuerda Pilar Jericó, «el mejor golfista del mundo es negro, el mejor rapero es blanco […] o Suiza gana la Copa América de vela cuando no tiene costas».

¿PLANETAS 1.0? Como Neptuno, hay organizaciones que, orbitando muy alejadas del mercado, son planetas helados, compañías gaseosas en las que palpita un Core Business poco denso en relación a su tamaño, a su dimensión empresarial. Con una temperatura en su superficie de -218ºC ofrecen una ecología incompatible con la vida. Desde la cúspide de una pirámide organizativa muy elevada, con frecuencia excesivamente elevada, la dirección estratégica de la organización permanece alejada de lo que acontece en sus mercados. Su miopía crónica les impide detectar las señales del exterior. No hay indicios del Sol, no llegan noticias del mercado. Y ya se sabe: «No news, good new». Pero no es así. Si no hay Sol, no hay fotosíntesis. Y si no hay fotosíntesis los modelos de negocio de estas empresas acaban adoleciendo de una progresiva asintonía solar que inexorablemente conduce a cuentas de explotación que incurren en pérdidas. No se genera nueva savia corporativa revitalizadora. No hay vida sostenible. Son organizaciones que se agotan en sí mismas, que mueren por intentar sobrevivir alejadas de la energía vital proporcionada por los grupos de interés de sus mercados y que le invitan a cambiar. Pero ya decía Keynes que «la mayor dificultad del mundo no está en que las personas acepten nuevas ideas, sino en hacerles olvidar las viejas». Son los Planetas 1.0: quien se asoma a ellos sólo puede leerlos, sólo puede escucharlos. En ellos no cabe la interacción, no cabe la bidireccionalidad en las comunicaciones. Dice el profesor Javier Fernández Aguado que «quién vende siempre lo mismo y del mismo modo, dejará de venderlo». Si no se invoca el cambio, no hay progreso posible, no mejora retadora en el horizonte.
Ni horizonte nuevo a alcanzar cada día. En el trayecto hacia la muerte anunciada de estos planetas, las crónicas acostumbran a contarnos la proliferación de círculos viciosos de retroalimentación negativa que acontecen en las personas que habitan en ellos: la asintonía solar enfría aún más la ya helada superficie organizacional. Empeoran aún más las condiciones de vida y por tanto, disminuyen las probabilidades de supervivencia. En este inhóspito escenario organizacional, sus habitantes sobreviven en una atmósfera de toxicidad emocional creciente que les conduce a sobrevivir insatisfechos. En el aire se respira miedo, desilusión, desconfianza e inseguridad. ¿Para qué colocar una lupa que amplifique el rayo solar si no llegará a ser percibido desde la cúspide del planeta? ¿Para qué volver a intentarlo si el autismo cósmico corporativo siempre lo ha impedido? Quizás aludiendo a situaciones similares a estas nos dice el profesor Javier Fernández Aguado que «las organizaciones empresariales pueden ser el camino para la felicidad de las personas, pero también pueden convertirse en potros de tortura».

¿PLANETAS 2.0? En cambio, existen otros planetas (como la Tierra) más densos respecto de su tamaño y que, aunque elípticamente, orbitan a un distancia prudencial del Sol, la necesaria. Así, tenemos organizaciones cuyas propiedades físicas e historia geológica, les han permitido ser planetas en los que se conoce la existencia de vida. Presentan una ecología compatible con la vida. Para estas compañías, su mercado es la estrella espectral situada en el epicentro del sistema del que forman parte. Y es justamente por esto que, huyendo de pirámides propias del Pleistoceno más remoto, adoptan una forma aplanada, es decir, se han adaptado orgánica y funcionalmente de tal forma que la luz solar alcance a todos los rincones de la empresa. ¿Selección natural darwiniana? Sin pirámide y por tanto, sin cúspide organizativa, la dirección estratégica de estas compañías están conectadas con lo que acontece en sus mercados de referencia, detectando cualquier señal del exterior. Hay Sol y llegan noticias del mercado: «News, good new».
Y ya sabemos que si hay Sol, hay fotosíntesis. Y habiendo fotosíntesis, los modelos de negocio de estas empresas acaban gozando de la necesaria sintonía solar conducente a cuentas de explotación que no incurran en pérdidas. Generándose constantemente nueva savia corporativa revitalizadora, hay vida sostenible. Son organizaciones que, con la permeabilidad debida a sus stakeholders, ya no sólo digieren el cambio, sino que lo generan, lo proponen: el cambio brota, emerge. Escribió un día Goethe: «Trata a un hombre tal y como es y seguirá siendo lo que es. Trata a un hombre como puede y debe ser y se convertirá en lo que puede y debe ser». Son los Planetas 2.0: quien se asoma a ellos, además de leerlos y escucharlos, puede participar activamente en la escritura. Se construye participativamente a través de la interacción y de la comunicación bidireccional. No debe extrañarnos por tanto que en su seno proliferen círculos virtuosos de retroalimentación positiva que acontecen en las personas que habitan en ellos: la sintonía solar calienta adecuadamente la superficie empresarial, mejorando las condiciones de vida y por tanto, potenciando la sostenibilidad del sistema. En este acogedor escenario organizacional, sus habitantes viven en una atmósfera de estabilidad y crecimiento emocional que les conduce a la satisfacción. En el aire se respira ilusión, confianza y seguridad.
¿Cuántas lupas colocamos para amplificar los rayos solares de tal forma que sean todos percibidos? ¿Cuándo volveremos a intentarlo para reducir a 0 las dioptrías corporativas? ¿Qué importancia tiene nuestra orientación actitudinal para la sostenibilidad de las organizaciones? Recientemente Bill Gates dijo que «si 20 personas concretas dejaran Microsoft, la empresa quebraría». ¿En qué tipo de organización trabajamos? ¿Habito un Planeta 1.0? ¿El de los simios? O al contrario, ¿habito un Planeta 2.0? Este primer macro-parámetro localizador determinará la naturaleza del valor añadido que aportamos y, lo que es más importante, podamos llegar a aportar en un futuro a la cadena de valor corporativa. Pero, sea cual sea el planeta que habitemos... ¿cuál es su eje de rotación?

Este artículo ha sido publicado en EL MUNDO DE LOS NEGOCIOS (Septiembre de 2012, Pág. 46 | http://www. http://issuu.com/elmundodelosnegociosrd/docs/emn_net).