
¿PLANETAS 1.0? Como Neptuno, hay organizaciones que, orbitando muy alejadas del mercado, son planetas helados, compañías gaseosas en las que palpita un Core Business poco denso en relación a su tamaño, a su dimensión empresarial. Con una temperatura en su superficie de -218ºC ofrecen una ecología incompatible con la vida. Desde la cúspide de una pirámide organizativa muy elevada, con frecuencia excesivamente elevada, la dirección estratégica de la organización permanece alejada de lo que acontece en sus mercados. Su miopía crónica les impide detectar las señales del exterior. No hay indicios del Sol, no llegan noticias del mercado. Y ya se sabe: «No news, good new». Pero no es así. Si no hay Sol, no hay fotosíntesis. Y si no hay fotosíntesis los modelos de negocio de estas empresas acaban adoleciendo de una progresiva asintonía solar que inexorablemente conduce a cuentas de explotación que incurren en pérdidas. No se genera nueva savia corporativa revitalizadora. No hay vida sostenible. Son organizaciones que se agotan en sí mismas, que mueren por intentar sobrevivir alejadas de la energía vital proporcionada por los grupos de interés de sus mercados y que le invitan a cambiar. Pero ya decía Keynes que «la mayor dificultad del mundo no está en que las personas acepten nuevas ideas, sino en hacerles olvidar las viejas». Son los Planetas 1.0: quien se asoma a ellos sólo puede leerlos, sólo puede escucharlos. En ellos no cabe la interacción, no cabe la bidireccionalidad en las comunicaciones. Dice el profesor Javier Fernández Aguado que «quién vende siempre lo mismo y del mismo modo, dejará de venderlo». Si no se invoca el cambio, no hay progreso posible, no mejora retadora en el horizonte.
Ni horizonte nuevo a alcanzar cada día. En el trayecto hacia la muerte anunciada de estos planetas, las crónicas acostumbran a contarnos la proliferación de círculos viciosos de retroalimentación negativa que acontecen en las personas que habitan en ellos: la asintonía solar enfría aún más la ya helada superficie organizacional. Empeoran aún más las condiciones de vida y por tanto, disminuyen las probabilidades de supervivencia. En este inhóspito escenario organizacional, sus habitantes sobreviven en una atmósfera de toxicidad emocional creciente que les conduce a sobrevivir insatisfechos. En el aire se respira miedo, desilusión, desconfianza e inseguridad. ¿Para qué colocar una lupa que amplifique el rayo solar si no llegará a ser percibido desde la cúspide del planeta? ¿Para qué volver a intentarlo si el autismo cósmico corporativo siempre lo ha impedido? Quizás aludiendo a situaciones similares a estas nos dice el profesor Javier Fernández Aguado que «las organizaciones empresariales pueden ser el camino para la felicidad de las personas, pero también pueden convertirse en potros de tortura».
¿PLANETAS 2.0? En cambio, existen otros planetas (como la Tierra ) más densos respecto de su tamaño y que, aunque elípticamente, orbitan a un distancia prudencial del Sol, la necesaria. Así, tenemos organizaciones cuyas propiedades físicas e historia geológica, les han permitido ser planetas en los que se conoce la existencia de vida. Presentan una ecología compatible con la vida. Para estas compañías, su mercado es la estrella espectral situada en el epicentro del sistema del que forman parte. Y es justamente por esto que, huyendo de pirámides propias del Pleistoceno más remoto, adoptan una forma aplanada, es decir, se han adaptado orgánica y funcionalmente de tal forma que la luz solar alcance a todos los rincones de la empresa. ¿Selección natural darwiniana? Sin pirámide y por tanto, sin cúspide organizativa, la dirección estratégica de estas compañías están conectadas con lo que acontece en sus mercados de referencia, detectando cualquier señal del exterior. Hay Sol y llegan noticias del mercado: «News, good new».
Este artículo ha sido publicado en EL MUNDO DE LOS NEGOCIOS (Septiembre de 2012, Pág. 46 | http://www. http://issuu.com/elmundodelosnegociosrd/docs/emn_net).