Apuntes para PRUEBA PRESENCIAL Fundamentos de Ciencia Política I (Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED) |
1. DEFINICIÓN DE CULTURA POLÍTICA. El concepto de cultura política…
COMPRENDE el sistema
de valores, reglas morales, creencias, expectativas y actitudes compartidas por
los miembros de una sociedad con relación al sistema político y al contexto
social.
REFLEJA
el modo en que las personas piensan y perciben la vida política.
CONSISTE
en una serie de actitudes hacia la autoridad, el gobierno y la sociedad
ampliamente compartidas por la población de un país.
Tratándose
de un fenómeno real de la Psicología Social susceptible de verificación
empírica mediante estudios de opinión pública, es una combinación de elementos
que, en conjunto, modulan las actitudes de los ciudadanos hacia la política. Aunque
muchos países tienen una CULTURA POLÍTICA DOMINANTE (serie de actitudes
ampliamente compartidas por las élites políticas y el grueso de la población), el
antropólogo R. Linton afirma que casi
todos los países integran también una o más subculturas
políticas (cultura política que se desvía de la cultura dominante en
aspectos cruciales) [1].
Los
componentes esenciales de la cultura política son:
(#1) VALORES. ¿Cuáles
son las fuentes de los valores políticos?
En
algunos casos, las ideas en las
que se basa la democracia (libertad individual, igualdad, tolerancia o el
bienestar social) son la fuente principal de los valores políticos [2].
El nacionalismo puede ser también una
fuente de valores políticos, a través de vínculos afectivos con el país que van
desde el patriotismo moderado hasta el hipernacionalismo militante.
A veces,
la religión puede constituir en
sí misma un valor político. En Estados Unidos, a pesar de la cantidad de
religiones que cohabitan, la religión impregna el discurso político. Es impensable
que un político pueda acceder a la presidencia de Estados Unidos con un
discurso aconfesional. Esta penetración de la religión en la política se
asienta sobre unas actitudes sociales muy extendidas. Al contrario, los valores
fundamentales de la cultura política en Francia afirman el laicismo como
ingrediente propio e irrenunciable y se reivindica la ausencia de la religión
en la esfera pública. Las confesiones
cristianas (como el catolicismo, el protestantismo y la ortodoxia oriental)
han intervenido en la formación de los valores sociales y políticos de muchos
países. Por su parte, el confucianismo
ha ejercido una profunda influencia en los valores
asiáticos de países como China, Taiwán y Singapur que
acentúan el respeto a la autoridad y las responsabilidades del individuo para
con la comunidad y perciben las nociones occidentales del individualismo y de
la libertad de expresión como amenazas para la armonía social y el orden
político. El Islam ha influido
igualmente en la cultura política de muchas sociedades de Oriente Medio,
África y varios países de Asia con sus implicaciones políticas y
sociales respecto al papel de la mujer y la responsabilidad del Estado en la
aplicación de la ley y las costumbres islámicas. Asimismo el Hinduismo en India y el Shintoismo
en Japón han marcado la forma en que estos países perciben la política.
(#2) NORMAS
SOCIALES. Muy relacionadas con los valores políticos y sociales, las normas
sociales definen lo que está bien y mal en el contenido de las políticas del
gobierno y en la aplicación de la ley.
(#3) CREENCIAS.
Las creencias generales sobre la naturaleza de la política también son una
parte esencial de la cultura política de un país. Las personas que pertenecen a
una determinada cultura pueden percibir que su sistema político es transparente
y accesible por lo que en el juego de la política todos tienen opciones de
ganar algo. En cambio, desde una cultura política diferente, las personas
pueden percibir la política como un ámbito opaco, un coto vedado de élites
distantes que exigen obediencia y juegan al favoritismo, como un juego de suma
cero en el que los ganadores lo obtienen todo a expensas de los perdedores.
Un
elemento central del sistema de creencias políticas de un país es la confianza en el gobierno. Esta
confianza está disminuyendo en la mayoría de las democracias consolidadas.
Las
creencias sobre la política influyen en las EXPECTATIVAS de la gente sobre cómo
funciona sus sistema político. En las democracias más consolidadas, los
ciudadanos esperan que se celebren elecciones regularmente. Así mismo, la
sociedad alberga la expectativa general de que los políticos y otras élites se
atengan estrictamente a la ley y que, si no lo hacen, sufran graves consecuencias.
2. SOCIALIZACIÓN POLÍTICA Y PSICOLOGÍA. La
cultura política está compuesta por una serie de valores y actitudes aprendidos
y transmitidos mediante el proceso de
socialización política: proceso mediante el cual los individuos aprenden el
comportamiento político e interiorizan los valores y las actitudes hacia la
política predominantes en su entorno. Este proceso se arbitra mediante un agente
primario de socialización (la familia) y otros agentes secundarios (escuela, trabajos,
fuentes de producción informativa y cultural, asociaciones o las iglesias).
Leon Festinger |
Th. Adorno caracterizó la Personalidad
Antidemócrata en base a una adhesión incondicional a los valores
convencionales, una tolerancia baja con la ambigüedad o la incertidumbre y la
confianza en la superstición en lugar de la lógica.
L. Festinger describe cómo muchas personas,
cuando se enfrentan a una información contraria a sus opiniones, preferencias o
inclinaciones, encuentran maneras para ignorar o justificar los mensajes incongruentes con sus disposiciones
previas, en lugar de cambiarlas para ajustarlas a los hechos que tienen ante
sus ojos. Incluso, evitan información que no encaja con sus creencias.
3. ESTUDIOS SOBRE CULTURA POLÍTICA. Nos
centraremos básicamente en 4 aportaciones:
(#1) PLATÓN Y
ARISTÓTELES. Concedieron mucha importancia a las actitudes básicas de las personas
hacia la autoridad, considerando que algunas de esas actitudes favorecían la
democracia y otras eran incompatibles con ella.
Alexis de Tocqueville |
(#3) MAX
WEBER. Las instituciones políticas y económicas no pueden concebirse únicamente
en sus propios términos. Las actitudes culturales derivadas de fuentes no
políticas (religión, familia y las reglas de la lógica) pueden ejercer también
una profunda influencia en la realidad económica y política. En concreto,
analizó por qué los protestantes tenían una posición económica más ventajosa
que los católicos y concluyó que, tradicionalmente, el protestantismo y el
catolicismo habían concebido de forma diferente es ascetismo religioso (la vida
austera): el protestantismo fomentaba más que el catolicismo la actividad
empresarial y la acumulación de riqueza.
Sidney Verba |
(a) PARTICIPANTES.
Están informados y tienen percepciones positivas sobre su sistema de gobierno
(al que consideran legítimo y merecedor de apoyo), implicándose en otras formas
de actividad política.
(b) SÚBDITOS.
Disponen de menos conocimiento y apenas se sienten orgullosos de sus instituciones.
Raramente votan, pero acatan la ley y respetan a las autoridades.
(c) PROVINCIANOS.
Prácticamente no saben nada de política. Su mundo se limita a su pueblo, barrio
o parroquia, siendo apáticos y desconfiados con su gobierno y los funcionarios.
Gabriel Almond |
4. DIMENSIONES DEL CONCEPTO DE CULTURA
POLÍTICA. Podemos encontrar
algunos patrones de actitudes y valores sobre la vida social y política que nos
indican el tipo y grado de cultura política de la que participan los ciudadanos
de un determinado país. Esencialmente, tenemos 3 categorías (dentro de cada una
de las cuales, veremos las dicotomías que forman los extremos de su continuum).
4.1. Actitudes hacia la Autoridad (SUMISO vs. REBELDE). En un extremo, las personas
pueden mostrarse sumisas con la autoridad, con una actitud de fatalismo y
resignación. En el otro extremo está la rebeldía que rechaza la autoridad e
intenta rebelarse contra ella. Pero hay varias posiciones intermedias:
(a) Las
personas, sin ser sumisas, pueden ser respetuosas hacia la autoridad (como los súbditos
de Almond & Verba). Estas personas respetan voluntariamente la autoridad, pero
no pretenden entablar una relación directa con ella.
(b) Las
personas pueden ser interactivas con la autoridad, queriendo participar en la
toma de decisiones (como los participantes de Almond & Verba).
(c) Hay
personas que se sienten alienadas respecto a la autoridad, están descontentas
como para mostrarse sumisas o respetuosas.
(d) Finalmente
hay personas rebeldes hacia la autoridad y hostiles hacia las instituciones
hasta el punto de que emprenden acciones contra ellas, pudiendo manifestar un
comportamiento disidente.
Las
culturas políticas tradicionales tienen un elevado número de respetuosos y
sumisos, de lo contrario peligra el orden público. Las democracias prosperan
con una ciudadanía interactiva.
4.2. Actitudes hacia la Sociedad. Estas
actitudes pueden recogerse en dos dimensiones:
CONSENSO vs.
CONFLICTO. En un extremo están las personas con actitudes muy cooperativas
hacia otros individuos y grupos sociales. Son tolerantes, tienen confianza
interpersonal y muestran disposición al compromiso. En el otro extremo hallamos
actitudes muy conflictivas hacia otros grupos sociales y personas, definidas
por baja tolerancia, baja confianza interpersonal y nula propensión al compromiso.
COLECTIVISMO vs. INDIVIDUALISMO. En otro extremo encontramos
individualistas más radicales con una mentalidad de cada uno se ocupa de sí mismo. Los defensores del INDIVIDUALISMO
ECONÓMICO rechazan la intervención del gobierno y los defensores del INDIVIDUALISO
EXPRESIVO creen que todos los individuos tienen derecho a decir lo que quieran
y hacer lo que les plazca. Los individualistas radicales sitúan al individuo en
el centro de la sociedad. En el extremo opuesto están los colectivistas
radicales que, menospreciando los derechos y libertades individuales, ensalzan
los derechos y actividades del grupo. Si los individualistas toleran un alto
nivel de desigualdad social, los colectivistas radicales aspiran a lograr el
máximo de igualdad posible en todas las facetas de la vida social (renta, poder
o educación).
Se afirma
que la cultura individualista apoya una economía de mercado, mientras que los colectivistas
fomentan en mayor medida la intervención del Estado en la economía para
promover la igualdad social. La cultura política que apoya los Estados de Bienestar
se corresponde con un espacio intermedio: equilibrio entre la libertad del
individuo y el bienestar del conjunto de la comunidad.
4.3. Actitudes hacia el Estado (ESTADO
PERMISIVO vs. ESTADO INTERVENCIONISTA). En un extremo
están los que apoyan un gobierno débil, que concede la máxima libertad al
ciudadano. Los permisivos más radicales no desean ninguna intervención del
gobierno en la economía, atribuyéndole un papel limitado y controlado en el
mantenimiento de la ley, el orden y la seguridad internacional. Se acercan a
posturas anarquistas, favorables a la desaparición del Estado. En el otro
extremo están los que defienden la máxima intervención estatal en todas las
facetas de la vida, incluido el control de la economía y la regulación de los
conflictos sociales. Las elites políticas que apoyan este Estado, lo hacen para
maximizar sus cuotas de poder sobre la población y la economía. Algunos ciudadanos
también apoyan el intervencionismo, para que les proteja de ciertas
contingencias (enfermedad, desempleo o crisis económicas). Están dispuestos a
renunciar a algunas de sus libertades a cambio de la asistencia del Estado.
En muchas
encuestas a distintos países se ha detectado de forma general una disminución de la confianza hacia el Estado, actitud
que deja mucho espacio para la existencia de subculturas políticas. Las causas
son las siguientes:
(#1) A medida
que aumenta la incidencia de factores políticos y económicos exteriores
(globalización), los gobiernos nacionales ven disminuir su autonomía para
intervenir.
(#2) Creciente
percepción de que los líderes políticos han fracasado en su obligación de responder
adecuadamente a las expectativas e intereses de la ciudadanía. La corrupción es
una manifestación de este fracaso.
(#3) Excesiva
radicalización de la contienda política y la falta de voluntad de compromiso y
consenso entre partidos rivales. Se trata de un reflejo del deterioro general
del capital social y de la escasa cooperación cívica en muchas democracias
actuales.
La
cultura política de cada país es una combinación de actitudes en las 4
dimensiones analizadas. Es razonable pensar que algunas combinaciones de
actitudes serán más favorables que otras para el desarrollo de una democracia
estable:
Las sociedades
con un nivel alto de actitudes interactivas hacia la autoridad, un nivel alto
de actitudes consensuales hacia la sociedad, un nivel intermedio de
individualismo-colectivismo y un apoyo equilibrado a la intervención del
Estado, tiende a favorecer el desarrollo de una democracia estable.
Las
sociedades con un nivel alto de actitudes rebeldes o alienadas hacia la
autoridad, un nivel alto de actitudes sociales conflictivas y de individualismo
y un nivel alto de apoyo a un Estado permisivo y débil, tienden a estar
implicadas en un conflicto civil constante.
Por
último, las sociedades con un nivel alto de sumisión o respeto a la autoridad,
un nivel alto de consenso y colectivismo social y un amplio apoyo a un Estado
intervencionista, tenderán a corresponderse con Estados no democráticos
bastante estables.
5. ¿CAMBIAN LAS CULTURAS POLÍTICAS? Todas
las culturas políticas evolucionan y cambian, no son estáticas. En algunos
casos, estos cambios se producen lentamente (cada dos o tres generaciones). En
otros casos, ocurren más deprisa. Cuando segmentos clave de una generación
concreta incorporan actitudes políticas distintas a las de la generación
anterior, la cultura de ese país cambia. En la República Federal de Alemania,
tras la Segunda Guerra Mundial tan sólo el 50% de la población consideraba la
democracia como la mejor forma de gobierno. En 1972, este porcentaje era del
90% de la población.
5.1. Cambios Culturales en las Sociedades Posindustriales
y en Vías de Modernización. R. Inglehart (1977) analizó como, a partir
de la década de 1960, en Estados Unidos y Europa Occidental, comenzó a
producirse un importante cambio en las actitudes de las democracias
occidentales, produciéndose un aumento de los defensores de los valores posmaterialistas. En lugar de
sentirse motivados principalmente por la necesidad de la seguridad económica,
tendieron a implicarse en otras formas de comportamiento político (además del
voto) y se mostraron preocupados por cuestiones relativas al bienestar de la
comunidad. Recogiendo datos procedentes de 43 países (de la Encuesta Mundial de Valores), este autor
encontró evidencia a favor de la Teoría de la Modernización y de la Posmodernización:
Modernización. A medida que las sociedades progresan desde
economías principalmente agrícolas hacia la industrialización, las actitudes y
los valores cambian. De la supervivencia se pasa a la búsqueda de la mejora
económica personal. La seguridad material propia y la riqueza se convierten en la
primera prioridad. Mientras las personas persiguen estos objetivos económicos,
procuran conseguir más influencia política. En las sociedades premodernas con
regímenes no democráticos, la industrialización y los cambios de valores que la
acompañan promueven la democracia.
Posmodernización. En las sociedades más avanzadas económicamente de
finales del siglo XX, las economías industriales se han convertido en economías
posindustriales. El sector servicios ha reemplazado a la industria como fuente
económica y de empleo. Las rentas nacionales y personales han aumentado. Un Estado
de bienestar consolidado garantiza niveles de vida mínimos para los más
desfavorecidos y prestaciones universales para todos. Bajo estas condiciones de
prosperidad, la principal prioridad deja de ser la maximización de la riqueza
material en interés propio y pasa a ser la maximización de formas no materiales
de bienestar personal (p.e. un empleo satisfactorio). Políticamente, estos
valores implican menos confianza en el Estado y menor respeto a la autoridad. Se
quiere que el Estado intervenga menos, más independencia a la hora de votar, menos
ataduras religiosas y mayor apertura hacia los derechos de las minorías (mujeres,
homosexuales e infancia). Sorprendentemente, a pesar de su nivel alto de vida,
muestran un mayor descontento con sus gobiernos.
Las
democracias económicamente avanzadas muestran porcentajes más altos de
ciudadanos con valores posmaterialistas. Los países más pobres son los que
muestran niveles más bajos de valores posmaterialistas. El contraste entre
materialismo y posmaterialismo se ve claramente en los países que experimentan
un cambio económico veloz, como es el caso de Japón o Corea del Sur
en los que se han producido grandes diferencias intergeneracionales.
Los
países atrapados en graves crisis económicas y políticas tienden a alejarse del
posmaterialismo. Este autor lo denomina REFLEJO AUTORITARIO. En las sociedades
premodernas puede adoptar la forma de fundamentalismo religioso. En los países
más industrializados puede generar una preferencia por gobernantes seculares
poderosos. Las transformaciones económicas, el cambio político y las actitudes
culturales interactúan de forma compleja, lo que genera pautas causales recíprocas.
Samuel Huntington |
6. LA DEMOCRACIA Y EL ISLAM. Desde el final
de la Segunda Guerra Mundial, el número de regímenes democráticos ha aumentado
en los 5 continentes. No obstante, la democracia ha encontrado serias
limitaciones para establecerse en los países con mayoría de población
musulmana. Según datos de Freedom House
en 2005 sólo el 13% de los musulmanes vivía en países libres. De los 44 países
cuya población supera el 50% de musulmanes, sólo 8 países eran democracias
electorales [3].
De estos 44 países, el 60% eran países no libres, el 36% eran parcialmente libres
y sólo 2 países (Mali y Senegal) fueron clasificados como Estados libres. La
escasez de democracias es especialmente llamativa en el área de Oriente Próximo
(sólo Israel está incluido en la lista de países libres) y el Magreb. En el
África subsahariana existe un 21% de Estados libres, un 41% en Asia y el
Pacífico, un 71% en el continente americano y un 96% en Europa Occidental (con
la única excepción de Turquía, considerada parcialmente libre). ¿Cuáles son las
causas del déficit democrático de los países musulmanes? Sin existir acuerdo en
las causas de esta excepcionalidad musulmana, básicamente encontramos 3
posibles explicaciones.
6.1. La Hipótesis de los Obstáculos
Culturales. La visión
según la cual la cultura política de los países con mayoría de población
musulmana (en general, y la de los árabes en particular) está imbuida de
autoritarismo encuentra sus raíces en el ORIENTALISMO, visión reduccionista que
presenta al Islam como única fuente y motor exclusivo de la historia de los
países musulmanes. La Falacia Orientalista busca causas comunes (siempre
vinculadas al Islam) para todos los acontecimientos que suceden en los países
musulmanes, sin tener en cuenta la existencia de otros factores. Presupone la
existencia de un único Islam.
Para
otros autores, este déficit democrático tiene su origen en la estrecha
vinculación existente entre religión y política. En el caso del Islam, la
actividad política constituye esencialmente una actividad religiosa. N. Ayubi (1996) afirma que la
jurisprudencia islámica clásica ha influido en la teoría política islámica con
los siguientes principios:
(#1) Los
gobernantes deben guiarse en su tarea por el Corán y la Sunna
(recopiladas en las hadices).
(#2) Los
imanes (encargados del culto) deben asegurar la integridad de la comunidad
creyentes (umma), velando por la
aplicación de la sharia (ley
religiosa que regula la vida social y personal de los musulmanes).
(#3) Los
gobernantes deben consultar sus decisiones (shura)
con los ulemas (expertos juristas en
materia religiosa) para que su gobierno no se aparte de los principios del
Islam.
(#4) Los
ciudadanos no musulmanes no deben ser investidos de autoridad ni designados
para el ejercicio de funciones públicas.
Como
consecuencia de todo ello, el Islam adquirió un papel central en la esfera política.
La mayoría de los regímenes políticos de los países musulmanes han revestido
sus decisiones de cierta legitimidad religiosa, ya fueran autoritarios (Túnez
de Burguiba), totalitarios (Irán de Jomeini) o más liberales (monarquía
de Jordania).
No todos los
autores han defendido la naturaleza global del Islam. La sharia no incluye una regulación precisa e inequívoca sobre cómo
debe ser el sistema político (lo cual, explica la variación institucional que
encontramos de unos Estados a otros). Muchos científicos sociales de países
musulmanes se han mostrado en contra de la visión estrictamente orientalista de
la cultura política islámica y han negado la existencia de un HOMO ISLAMICUS
antropológicamente distinto del resto de los hombres. Politólogos musulmanes
han destacado la existencia de instituciones islámicas clásicas que representan
un sustrato protodemocrático: (a) La obligación del gobernante de consultar sus
decisiones con los ulemas (shura); y (b) El ijtihad
(instrumento para la adaptación del ordenamiento jurídico tradicional por
cauces racionales). La reapertura del ijtihad
es uno de los temas clave para los partidarios de la modernización del Islam y
de una relectura reformista de sus principios.
6.2. La Hipótesis del Estado Rentista. Desde la
economía política se ha explicado que la fuerte presencia de regímenes no
democráticos en los países musulmanes se debe a la naturaleza rentista de
muchos de estos Estados. Según Shambayati
(1994) los países rentistas se caracterizan por obtener un porcentaje significativo
de sus ingresos totales de una serie de rentas no productivas: exportación de
materias primas sin transformar, préstamos de organismos internacionales, ayuda
internacional, derechos de tránsito o remesas de divisas que envían los
emigrantes. Estas rentas, ajenas a la actividad productiva, facilitan el
equilibrio presupuestario y permiten incrementar el nivel de gasto público. A
su vez, esto se traduce en un considerable peso relativo del Estado en la
economía y en la existencia de bajos niveles de presión fiscal sobre la
sociedad. Esto contribuye a desarticular las demandas de ciertos grupos a favor
de mayores niveles de transparencia en el ejercicio de la función pública:
evita la activación del principio clásico de no taxation without representation (no hay impuestos sin representación política) que tan fundamental
fue para la emergencia de instituciones parlamentarias representativas en la
Europa de los siglos XVII y XVIII. Si por añadidura el Estado maximiza el volumen
de ingresos procedentes de rentas no productivas, puede entregarse a una
intensa actividad redistributiva con el fin de mantener niveles aceptables de
satisfacción popular sin sentirse obligado a reconocer ampliamente derechos
civiles y políticos (p.e. monarquías petroleras del Golfo Pérsico). Además,
puede bloquear la aparición de un burguesía autónoma ya que los bajos niveles
de presión fiscal y el alto volumen de gasto público favorece el
establecimiento de redes clientelares.
6.3. La Hipótesis de los Factores Políticos e
Históricos. Es
posible que la estabilidad de los regímenes dictatoriales establecidos en
muchos países musulmanes se deba a factores estrictamente políticos. Los países
occidentales han procurado mantener relaciones estables y estrechas con
independencia de su sistema político o su respeto por los derechos humanos. El
apoyo incondicional de algunas potencias occidentales a muchas dictaduras de la
zona también se explica por el deseo de controlar, o al menos, de propiciar la
estabilidad en una de las regiones del planeta que posee mayores recursos
petrolíferos. Tenemos el caso de la cordial relación entre Estados Unidos y
Arabia Saudí. Tales procesos explican la escasa renovación de las élites
políticas y la estabilidad de muchos regímenes de la región.
Desde el
11 de septiembre de 2001, la aproximación estratégica de Occidente hacia los
países musulmanes ha cambiado. Estos se enfrentan ahora a intensas presiones
externas para liberalizar sus sistemas políticos. Los problemas vinculados al
subdesarrollo, los altos índices de desigualdad, el tribalismo o la debilidad
del estado poscolonial son otros factores políticos y económicos a tener en
cuenta.
Tanto la
hipótesis del Estado rentista, como la de los factores políticos parecen tener
mayor valor explicativo para los países musulmanes árabes que para los
musulmanes no árabes. A. Stepan & G.
Robertson (2003) señalan que las dificultades para democratizarse no es un
problema musulmán, sino una excepción árabe. Estos autores sostienen que entre
1972 y 2002 los países musulmanes que no pertenecían a la Liga Árabe
presentaron niveles de competitividad electoral mucho más exigentes que los de
los países árabes. Es más, sólo 5 de los 22 países de la Liga Árabe solicitaron
a distintos organismos internacionales que supervisaran sus procesos
electorales, mientras que sí lo hicieron 20 de los 25 países musulmanes no
enmarcados en la Liga Árabe. Estos autores han calculado que el 50,5% de los
musulmanes residentes en países de mayoría musulmana, pero no árabe, vive bajo
sistemas políticos que permiten la competencia electoral, mientras que ningún
país árabe cumple ese requisito.
CONCLUSIÓN.
Es difícil afirmar que el déficit democrático que padecen los países
musulmanes, árabes y no árabes, sea debido a la especificidad con la que el
sustrato islámico ha marcado su cultura política.
6.4. El Islamismo y la Democracia. En las
últimas décadas, la irrupción del islamismo ha sido la variable que más
profundamente ha transformado el panorama político de los países árabes y
musulmanes. Casi todos los Estados que nacieron tras la independencia de los
países musulmanes experimentaron fuertes tendencias secularizadoras. Egipto,
Siria, Irak, Jordania, Libia y Marruecos son
algunos ejemplos. El desgaste de los modelos socialista y nacionalista propició
la aparición de una fuente de contestación política al sistema desde el campo
religioso, lo cual ha favorecido una revitalización
religiosa que ha dado lugar a lo que hoy conocemos como islamismo. El
islamismo tiene un componente reformista que no vincula con muchos movimientos
intelectuales pasados y, muy en concreto, con la salafiyya [4].
El islamismo, en todas sus manifestaciones, ha tratado de difuminar aún más las
fronteras entre política y religión. Muchos islamistas, son también
fundamentalistas y, como tales, pretenden una vuelta a los fundamentos del Islam; de ahí, su apego a la literalidad de los textos
sagrados. En muchos países, el islamismo moderado representa la única fuente de
oposición política a los gobiernos no democráticos, como Marruecos. De
hecho, Turquía estaba gobernada por un partido islamista moderado cuando
en 2005 inició negociaciones de adhesión a la Unión Europea. El terrorismo
islamista debe ser visto como una excepción a la regla, aunque por su
brutalidad ha contribuido a estigmatizar la imagen del Islam como una religión
violenta e intolerante.
7. ¿ES IMPORTANTE LA CULTURA POLÍTICA?
HIPÓTESIS Y
VARIABLES. La existencia de una
cultura política caracterizada por niveles altos de confianza y cooperación
influye positivamente en la estabilidad de las democracias. La VD es la estabilidad de las democracias (medida en años de
duración) y la VI es el nivel de confianza y cooperación que caracteriza a la
cultura política.
Ronald Inglehart |
Inglehart ofrece
sólidas evidencias de que los niveles de confianza interpersonal y de participación
están muy correlacionados con la estabilidad de las democracias. La riqueza por
sí sola no genera automáticamente la democracia. Por tanto, la democracia no se
alcanza sólo introduciendo cambios institucionales o mediante la intervención
de las élites. Antes bien, los factores culturales intervienen de forma independiente
en la posibilidad de que surja o se estabilice una democracia.
R. Putnam (1993) se
planteó por qué unas regiones de Italia tenían gobiernos más eficaces
que otras. Descubrió que los factores económicos no lograban explicar estas
diferencias de modo convincente. La clave residía en un aspecto de la cultura
política (el capital social), es
decir, el grado en que las personas confían unas en otras lo suficiente como
para cooperar y formar asociaciones. Este capital social posibilitaba el
establecimiento de redes sociales basadas en la confianza interpersonal y que
facilitan la cooperación social y los intercambios económicos. Todo ello
promueve el mejor funcionamiento de la democracia.
CONCLUSIONES.
Evidencias a favor de la hipótesis
planteada:
(#1) Inglehart (1990) después de investigar el caso de 40 países,
concluyó que la cultura política es un factor fundamental para explicar la
supervivencia de la democracia.
(#2) Putnam evidenció que la cultura política representa una
importante VI a la hora de explicar por qué la democracia funciona bien en
algunos casos, mientras que en otros lo hace menos eficazmente.
Evidencias que cuestionan la
hipótesis planteada:
(#1) Przeworski
& Limongi (1997) demostraron que la ausencia
de una cultura democrática previa no constituye necesariamente un obstáculo
para que el régimen evolucione hacia formas democráticas. Una vez que existe la
democracia, el único factor determinante para su supervivencia es que la renta
per cápita mantenga un nivel mínimo. La cultura política representa una
variable secundaria.
(a) La mera experiencia participativa
que proporcionan las asociaciones no promueve necesariamente la interiorización
de valores democráticos.
(b) Es cuestionable la validez de
argumentos que se retrotraen siglos atrás. Putnam atribuye el origen del
capital social al tipo de relaciones sociales y políticas de la Edad Media.
(c) Los argumentos de Putnam son
sumamente deterministas. Rechaza la idea de que la democracia pueda ser
resultado de un acuerdo político entre las élites. Las democracias sólo pueden
construirse de abajo a arriba, por iniciativa de una sociedad en la que imperen
relaciones de confianza mutua.
(d) No considera la incidencia del
grado de desigualdad socioeconómica en la existencia de capital social. Hay que
tener en cuenta que es más fácil que la confianza necesaria para que se
desarrollen redes de cooperación arraigue allí donde la desigualdad es menor
(no se den altos niveles de polarización social).
(e) No resuelve por qué fueron las
regiones con mayor tradición de capital social Ls que más apoyo popular
prestaron al fascismo y a Benito Mussolini.
[1] Tenemos
el ejemplo de la subcultura de los jóvenes en los países anglosajones,
las nacionalistas (vasca y catalana) en España o la bianca o católica en el norte de Italia y la rossa o socialista en las regiones centrales
de este mismo país.
[2] La
actitud hacia la PENA DE MUERTE es otro factor que representa las diferencias entre
la cultura política vigente en Europa y Estados Unidos. Mientras ha sido
abolida en Europa, cuenta con un gran respaldo social en la mayor parte de los
50 estados de Estados Unidos.
[3] Contaban con un sistema de partidos
abierto y competitivo, sufragio universal, elecciones regulares y competitivas
y un acceso significativo de los partidos a los medios de comunicación.
[4] Tradición reformista que arranca en el
siglo XIX con Mohamed Abduh y Yamal al Din al Afgani, partidarios de una
regeneración de la vida política y cultural como remedio a la decadencia que
había supuesto la ocupación colonial de muchos de los actuales países musulmanes.
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