Texto académico de evaluación continua Historia Política y Social Contemporánea de España (Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED). Ilustrado en este post con viñetas de El Roto. |
Como se acaba de analizar, la organización del Nuevo Estado se fundamentó en cuatro grandes factores, la suma de todos los cuales culminó en la institucionalización del Estado: (a) Represión, (b) Regimentación, (c) Recatolización, y (d) Asilamiento del Exterior. La regimentación y el aislamiento del exterior fueron dos factores que incidieron de forma particular en el ámbito económico, mientras que la represión y la recatolización fueron dos factores con importantes repercusiones sociales. Afortunadamente dejamos de ser objeto de estudio de investigaciones antropológicas por parte de otros países [1], y ambas dimensiones, económica y social, sufrieron importantes procesos de reorganización a lo largo de las décadas de los cincuenta y sesenta.
REORGANIZACIÓN
ECONÓMICA. A principios de los cincuenta era evidente la necesidad de un cambio
de rumbo tanto en la política económica, como en las relaciones con el
exterior. Ante una crisis de gobierno, Franco, de nuevo, distribuyó
equilibradamente el poder entre militares, Acción Católica y Falange,
adornándolo con algún monárquico. Era un «juego pendular» entre católicos y
falangistas (Vilar, 1978:239). Este nuevo gobierno, consolidando las relaciones
con Estados Unidos y con el Vaticano para abrir el régimen al exterior,
persiguió un rápido crecimiento económico apoyado en la industria (también en
la agricultura [2]) sobre un
ideario económico que, dejando atrás el ideal autárquico y las políticas
intervencionistas, hacía primar la ortodoxia en la administración del sector
público y la apertura a intercambios internacionales basándose en las ventajas
del mercado libre. Como consecuencia, hubo un incremento sostenido de la renta
per cápita [3], que alcanzó
y superó la de los años treinta [4]. Pero la
demanda interna, acuciando un poder adquisitivo trasnochado, tenía un nivel de
consumo descompasado. ¿Para qué producir si lo producido no era consumido por
falta de poder adquisitivo de la población? Para estimular el nivel de consumo,
se incrementaron los salarios, lo cual disparó la inflación. Las presiones
inflacionistas llevaron a la economía española al borde del abismo. Los precios
suben en la rampa más fuerte de toda la Historia de España, pero los salarios,
protegidos por la legislación social, lo hacen en la misma o mayor proporción.
Hacia 1959 era preciso emplear 14 pesetas para comprar lo que en 1935 valía una
(Comella, 2008:347). Se produce pues, una situación de bancarrota como
consecuencia de los fuertes desequilibrios provocados por la coexistencia de la
vieja inercia autárquica con las medidas liberalizadoras.
En 1957 se produce una
nueva crisis de gobierno que trae al gobierno una nueva élite de poder
(procedente del Opus Dei [5]) a los
centros de decisión política y económica con el objetivo de acometer una
reforma de la Administración que sirva como base a un desarrollo económico. No
obstante, este desarrollo económico también precisaba acometer otras medidas de
cambio y saneamiento: (a) Ampliación de la libertad de comercio exterior; (b)
Nueva Ley de Convenios Colectivos que reestructuró el marco de la negociación
salarial; y (c) Integración en los organismos económicos y financieros
internacionales (OCDE y FMI). El objetivo era alinear el capitalismo español,
corporativista y protegido, con el mundo exterior. Dos años después, el 21 de
julio de 1959, se aprobaría el Decreto-ley de Ordenación Económica que,
constituyendo un Plan de Estabilización, fue también un Plan de Liberalización
que inauguraba un nuevo periodo de crecimiento económico intenso y sostenido.
Este crecimiento económico fue de una intensidad y ritmo sin precedentes: entre
1960 y 1974, la industria multiplicó su producto por 3,74 y disfrutó de una
tasa de crecimiento del 11,1% anual. De 1964 a 1969, el PIB creció un 35% y la
renta per cápita un 28% (Vilar, 1978:246). El sector secundario acabó
participando en un 40,8% del PIB. Es el tiempo en el que la minería y la
producción de bienes de consumo pierden peso relativo como sectores líderes en
favor de las industrias productoras de bienes intermedios y de bienes de
inversión. Hasta 1960, el Instituto Nacional de Industria había invertido
42.000 millones de pesetas (de un total de 55.000 millones de pesetas) en las
industrias básicas (Vilar, 1978:245). En paralelo, la actividad industrial
rompe sus tradicionales límites geográficos, creándose nuevos centros
industriales en Burgos, Zaragoza, Valladolid, Valencia o Sevilla, ciudades que
ven crecer barrios satélites en sus arrabales (Vilar, 1978:247). En unos años,
la producción duplicó, triplicó, quintuplicó, en unos cuantos sectores
decuplicó, la de antes de la guerra […] En 1965, se rebasaron por primera vez
los 600$ de renta per cápita, la frontera que técnicamente separaba a los
países pobres de los países ricos (Comella, 2008:348-349). Ese mismo año, un
tecnócrata dijo imprudentemente que, a partir de un PIB de 1.000$ por cabeza,
España podía ser democratizada (Vilar, 1978:156). En 1970, se alcanzaron los
1.000$ de renta per cápita y hacia 1975 se rozaron los 2.000$ (Comella,
2008:349). ¿Dónde estaba el tecnócrata en 1970?
En resumen, si hacemos un balance general de la política
económica exterior del franquismo (desde 1940 hasta 1975) podemos concluir:
(a)
El franquismo heredó un modelo económico muy cerrado al exterior, ya con claras
tendencias autárquicas, que el Nuevo Régimen endureció aún más, tanto por
propia iniciativa como por el bloqueo económico internacional al que España se
vio sometida tras la Segunda Guerra Mundial;
(b) La política económica seguida
por el régimen franquista no fue homogénea, distinguiéndose dos etapas: la
autárquica (de 1940 a 1959) y la apertura externa (de 1960 a 1975);
(c) El
punto de inflexión entre la autarquía y la apertura externa lo representa un
conjunto de reformas (Reordenación Económica), cuyo eje central fue el Plan de
Estabilización de 1959; y
(d) El franquismo, tras la apertura económica de los
sesenta, apostó por intensificar sus relaciones externas con las Comunidades
Europeas (Fernández Navarrete, 2005:49).
REORGANIZACIÓN
SOCIAL. Este fuerte proceso de industrialización indujo un movimiento de
población sin precedentes: cientos de miles de españoles emigran a las grandes
ciudades y al extranjero. El primer gran flujo migratorio (alrededor de dos
millones de trabajadores) se encaminó al extranjero: Francia [6], Alemania [7] y Suiza [8] (Fernández
Asperilla, 1998:63-81). Se ha estimado que, entre 1960 y 1974, las remesas
directas ascendieron a 5.440 M$ y las transferencias a 1.783 M$. Estos más de
7.000 M$ sirvieron para financiar el déficit comercial derivado de la euforia
importadora característica de los industriales españoles del momento. Por
ejemplo, de 1951 a 1954, las importaciones españolas procedentes de Estados
Unidos pasaron de 62 a 112 M$, mientras que las exportaciones españolas a dicho
país bajaron de 65 a 46 M$ (Vilar, 1978:246). Por su lado, en la década de los
sesenta, la emigración interior superó el desplazamiento de más de 4,5 millones
de personas, de los que 1,5 millones procedían de municipios de menos de 10.000
habitantes. Este éxodo rural reforzó el peso demográfico del triángulo
Madrid-Barcelona-Bilbao, el despoblamiento de las mesetas centrales y el
crecimiento de las zonas costeras. Los núcleos urbanos de más de 10.000
habitantes pasaron a concentrar de 17,3 millones de habitantes a 22,5 millones,
es decir, la concentración urbana de población se incrementó un 30 por ciento.
Esta redistribución de la población tuvo una serie de implicaciones:
‒ Transformación de las Ciudades que se
caracterizó por ser profunda, traumática, caótica y desordenada. Los planes
urbanísticos no se cumplían y se pasó de la chabola y el realquiler a la
vivienda de promoción oficial.
‒ Nueva Clase Obrera. Se pasó del
jornalero al obrero cualificado. Se pusieron en marcha procesos de movilidad
social ascendente con oportunidades de cambiar de sector y de posición dentro
de cada sector. Su integración empezaba con el acceso a la propiedad de su
vivienda, un elemento que transformó la anterior relación del trabajador con la
ciudad. Tener un trabajo fijo y disponer de una vivienda de propiedad en una barriada
en la sus hijos podían ser escolarizados, permitió la aparición de una clase
obrera cualificada de ámbito nacional.
‒ Este cambio
social se acompañó de un rápido Proceso
de Secularización caracterizado por: (a) Un incremento del nivel
educativo; (b) Una mayor preparación técnica; (c) Un acceso al consumo de
bienes duraderos; (d) Una mayor intercambio cultural con el exterior; y (e) Una
acreciente aspiración y movilización social por la libertad y la democracia. A
mediados de los años cincuenta, ya se produjeron las primeras desafecciones y
hostilidades contra el régimen en forma de movimientos estudiantiles en los
que, habiendo pasado ya quince años de dictadura, confluían gentes de muy
diversas tendencias y entre los que no faltaron los hijos de vencedores y
vencidos políticamente vinculados en una nueva oposición.
[1] Muy conocido es el testimonio de Julian
Pitt-Rivers, sobre todo porque el libro resultante de su experiencia
antropológica en un pequeño pueblo andaluz, Grazalema, alcanzó gran fama dentro
y fuera de nuestro país. La investigación de campo se realizó entre 1949 y
1952. La primera publicación de su obra es de 1952. ¿En qué medida un estudio
de estas características puede servir como un ingrediente para elaborar la
imagen de la España franquista desde el extranjero? Simplemente el hecho de que
tuviera lugar una investigación de esta índole es ya suficientemente indicativo
del nivel en que se situaba al país, una tierra donde aún existían comunidades
peculiares, con sus propias leyes no escritas o con un sistema de valores
autóctono, en las que podía realizarse un estudio etnológico (a mediados del
siglo XX) como si estuviésemos hablando de una tribu del corazón de África o
una aldea de un desierto australiano (Núñez Navarrete, 2005:38-39).
[2]
Hasta 1962 no se alcanzan las cifras medias de los años 1931 a 1935. Seguían
habiendo tierras sin hombres, hombres sin tierra y tierras donde la gente se
amontonaba. La disponibilidad de cereales por cabeza disminuyó un 35% y el
valor producido por agricultor bajó un 18%. En 1960, España dedicaba a la
agricultura el 13% de sus inversiones, ocupaba al 47% de su población activa y
representaba el 33% del PIB. En 1962 arrancó la modernización. Entre 1954-1958 y
1965-1969, la producción de trigo pasa de 40 a 50 millones de quintales y el
rendimiento por hectárea de 9,4 a 12,5 quintales. El parque de tractores cambia
en quince años de 26.000 a 243.000 unidades (Vilar,1978:144-145).
[3] Estados
Unidos contribuyó a esta revitalización de la economía española con 1.500 M$ en
concepto de donación o préstamo. En 1953, los Estados Unidos prestó a España
141 M$ como ayuda militar y 85 M$ para fortalecer la base económica del
programa de cooperación militar (Vilar, 1978:240).
[5] Es una institución de la
Iglesia católica que difunde el mensaje de que el trabajo y las circunstancias
ordinarias son ocasión de encuentro con Dios, de servicio a los demás y de
mejora de la sociedad (Disponible en www.opusdei.es). En su sitio web
presenta lo que denominan Testimonios Top Ten. Uno de ellos dice así: «Decidí firmar un cheque en blanco, y dejar que Dios pusiese el importe y
la fecha».
Francisco Seva, en los dos últimos años de su vida padeció un proceso de
Esclerosis Lateral Amiotrófica.
[6] En la Francia de 1968
los emigrantes españoles se empleaban mayoritariamente en sectores
tradicionales y de baja cualificación abandonados por la mano de obra francesa
e incluso por otros grupos extranjeros más antiguos (como los procedentes de
Italia): (a) los hombres se emplearon en la construcción y las obras públicas
(34,6%) y en la agricultura (14,5%, sin contar el casi 1,3 millones de
temporeros, es decir, cien mil anuales, desplazados a las campañas de
recolección de cosechas agrícolas), (b) las mujeres se ocuparon en como
empleadas domésticas (47%), nicho del mercado laboral en el que acabaron especializándose,
especialmente en París; en el sector servicios de baja cualificación y
tradicional como la hostelería y el comercio (10%) y en la agricultura (4,5%).
Los sectores más modernos como la industria sólo empleaba a un 22% de la
población española emigrada.
[7] En la República Federal
de Alemania, en 1970, la concentración sectorial de los emigrantes españoles
era más aguda que en Francia, localizándose en sectores más modernos: el 73,5%
de los hombres y el 77,5% de las mujeres se ocuparon en la industria, sobretodo
siderometalúrgica (siderurgia, construcción de máquinas y herramientas).
[8] En Suiza en 1968 en
torno al 20% de los hombres se emplearon en la industria Así mismo, un 25,1% se
ocupó en la construcción. En 1964, este porcentaje llegó a ser del 70,1%. Por
su parte, el 37,4% de las mujeres estaban empleadas en la hostelería y un 14,5%
como servicio doméstico. En el conjunto de la mano de obra de cada año había un
peso importante de los temporeros: en 1964 un 29,4% del total de trabajadores
españoles y en 1970 un 29%. Estos temporeros sufrían importantes limitaciones
de sus derechos civiles y laborales.
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