«Antes de hacer algo,
se debe ser alguien». Estas palabras de Goethe sitúan la primera ubicación del rendimiento
político en el interior del actor político. Dado que la verdad precede a la
confianza y ésta al compromiso, este dominio de uno mismo es el primero de los
dominios del actor político para desarrollar una política confiable. El reciente
seísmo cinegético con epicentro
en Bostsuana ha puesto de relevancia la importancia capital de esta confiabilidad
como eje gravitatorio de la credibilidad de cualquier actor político. Como
atributo o cualidad, la credibilidad es el resultado de la adecuada gestión de
un sentimiento como es la confianza: se cree cuando se confía. La opinión
pública(da), sintiendo que no se ha sabido ser [beneficiándose de privilegios
anacrónicos] ni estar [en un contexto de grave crisis económica], se ha
pronunciado advirtiendo que sin ser, hay poco que hacer y menos que obtener.
(Dimensión #1) Saber Ser: el Yo Político. El saber
ser [Identidad Competencial] constituye la piedra base primera sobre la que edificar
la Competencia Política y se compone del querer ser y del poder ser. El primer
requisito para saber ser actor político es querer serlo, input explicado por la
variable vocacional, esto es, la inclinación o disposición personal hacia la
praxis política. Una política confiable exige que, con-fluyendo con la alineación ideológica del partido político en
el que se milite, se sea capaz de in-fluir
en el comportamiento de los grupos de interés, para lo cual, es condición
necesaria que el rol político fluya y
emerja del interior del actor político, sin ser una impostura cosmética (psicológica
o conductual), desde una integridad
innegociable. Y se necesita un motivo que permita fluir. Aunque motivos
para acceder a la política hay tantos como actores políticos, no todos esbozan
a priori un trayecto compatible con el desempeño de una política confiable.
En
segundo lugar, para saber ser actor político, además de querer serlo, hay que poderlo
ser: el Yo Político precisa de un adecuado coeficiente emocional (Goleman,
1999). Es necesario conocerse a sí mismo [autoconocimiento] para accionar
[automotivación] y regular el propio comportamiento [autocontrol], dotándolo de
atributos que incrementen el valor intangible atribuido por los grupos de
interés y generen una favorable orientación
actitudinal hacia el actor político [empatía y asertividad]. Si bien el 50% del Yo
Político está genéticamente determinado [temperamento], el resto [carácter] es
aprendido y por tanto, mejorable cumpliendo las exigencias y expectativas
depositadas sobre el actor político. Un estudio reciente concluye que los atributos deseables en un actor
político son la honradez, la cercanía, la competencia y disponer de una visión
de futuro, si bien ninguno de
los actores políticos analizados es valorado como honrado ni cercano por el 25% de los encuestados,
ni con visión de futuro por el 20%, ni como competente por el 10% (Robles et al., 2008:8).
Sabiendo ser, el actor político tendrá un comportamiento
ejemplar. La ejemplaridad es una
categoría política fundamental por cuanto es la única manera de influir sobre las personas. Sabiendo ser, se
logrará comunicar un comportamiento públicamente ejemplar sobre el escenario
político de referencia y contextualizado
en la cultura política de referencia. Aparentemente,
la racionalidad del actor político no admite la heteronomía, haciéndole impermeable
a los dictados de las normas del Otro Político. Sin embargo, la facticidad
convierte al conjunto de actores políticos en una compleja red de influencias
mutuas en la que todos, en forma de espejo, son modelos bidireccionales de
comportamiento. El actor político no es inmune al ejemplo, sino que, mediante
el proceso de comparación social al que le someten quienes le observan, está
rodeado de ejemplos interpares que le
absuelven (cuando sean éticamente peores que el suyo) o le condenan (en caso
contrario), que le convierten en modelo imitable sólo cuando alcanza la
ejemplaridad (Gomà Lanzón, 2009). Y para los observadores del actor político la
imitación es uno de sus mecanismos de interacción más potentes: a los 42 minutos de haber nacido, ya imitaban expresiones
faciales con precisión (Valls, 2012:104).
A
nivel organizacional, el impacto obtenido de un comportamiento ejemplar es la
confianza derivada de la ética del comportamiento comunicado. Inspirado en una
moralidad democrática, el corazón de la política de calidad es la ética, sin la
cual no puede existir. Es el nulla
politica sine ethica de Aranguren (Fernández y Francisco, 2008:960). El comportamiento
ético es el sentir y actuar conforme a los valores morales y las buenas prácticas
políticas, respetando las directrices y creencias normativas, aún cuando sean contrarias
a intereses personales o de partido, por cuanto tales valores morales y buenas
prácticas, deseadas y esperadas, prevalecen sobre aquéllos. En definitiva, el
comportamiento ético consiste en hacer bien el bien, en actuar [técnicamente] de
un modo adecuado y con bondad objetiva [ética], mientras que la conducta no
ética consiste en hacer bien/mal el mal (Fernández Aguado, 2003). No se trata
de parecer bueno, sino de hacer el bien.
(Dimensión #2) Saber Estar: el Yo Político Ecológico.
El segundo nivel de la pirámide competencial corresponde al saber estar. Sabiendo
ser actor político, no se será si no se saber estar en el partido político y con sus integrantes. No siendo suficiente
con saber ser, se requiere además saber estar: un Yo Político Ecológico que se
adecúe con plasticidad al dónde y al con quién se desarrolla la praxis
política.
Este
Yo Político Ecológico se compone del poder estar y del querer estar. Una
semilla se convierte en planta cuando el sol, la humedad y la temperatura son
favorables. Para poder estar, el actor político debe actuar en un entorno
organizativo vivido como adecuado para una praxis política confiable,
percepción condicionada por la Cultura Organizativa y el Clima Organizativo del
partido político. La Cultura Organizativa proporciona al actor político un
modelo de presunciones subyacentes que, tenidas corporativamente por válidas,
definen cómo percibir, sentir y pensar colectivamente los problemas políticos.
Tales valores y creencias determinan hábitos y costumbres y se manifiestan en
lo que puede hacer (o no) el actor político. Por
su parte, el Clima Laboral determina el ambiente emocional predominante entre los
miembros del partido político y confluye en un Estado Emocional Corporativo, diagnosticable y tratable a través de
la gestión de los sentimientos corporativos (Fernández Aguado, 2004) y que responde
a cinco emociones básicas: miedo, enfado, tristeza, alegría o estabilidad
(Oset, 2010:23). Este sentir compartido, con un efecto multiplicador (en positivo
o en negativo) sobre el rendimiento del talento político disponible, depende de
cómo fluye la información corporativa, cómo participa el actor político en los
flujos de comunicación del partido político, de su influencia en las decisiones
dentro de su esfera competencial, de su participación en la definición de
objetivos a lograr y de la legitimidad percibida de los sistemas corporativos
de supervisión y control.
Además
de poder estar, el actor político debe querer estar: 6 de cada 10 personas
hablan mal de su empresa, 2 de cada 10 quieren abandonarla y sólo 1 de cada 10
siente orgullo de pertenencia (Ginebra, 2010:30). Como afirma el profesor
Fernández Aguado, el mayor fuego enemigo de una organización siempre es el
fuego amigo. Justamente el «cuerpo a tierra que vienen los nuestros» de Pío
Cabanillas. La eficacia preventiva de los riesgos derivados de hacer estar sin
querer estar dependerá de la gestión del talento, es decir, de la captación y
retención de los mejores: la sostenibilidad de cualquier partido político exige
construir y mantener una reputación como empleador de valor, tanto para los actuales actores políticos como para
los futuros. Además, en nuestra tecnodemocracia, saber estar
depende del saber estar virtual, de la
capacidad de eComunicación desplegada por el actor político desde su perfil digital. En un ecosistema
comunicacional de creciente centralidad de los Social Media como canal de interacción política y en el que las
burocracias se están transformando en infocracias (Subirats, 2011:36), al proyectar la huella de su Personal Branding en su Social Branding, el actor político deviene
en factor medular de voto (especialmente del flotante), haciendo las veces de Community
Manager desde su panóptico benthiano del siglo XXI.
Cuando
se puede y se quiere estar, el comportamiento del actor político es un comportamiento
adaptado y homeostáticamente sincronizado con el cambio, suficientemente
versátil para amoldarse adecuadamente a distintos contextos, medios y personas para
alcanzar objetivos. Esta adaptabilidad requiere un sistema personal de
creencias flexible que evite creencias rígidas (que no permitan una correcta
comprensión de los escenarios cambiantes, dentro y fuera del partido político)
y limitantes (que generen expectativas negativas sobre la acción). Lo esencial
es identificar las creencias, juicios de verdad, que provocan conductas
problemáticas y cambiarlas por otras más adaptativas, sin olvidar, como recordaba
Einstein, que es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. El impacto organizativo
a medio y largo plazo del comportamiento adaptativo es la cuota de confianza y
credibilidad derivada de la estética del comportamiento político, es decir, de
un comportamiento político no disonante, no disruptivo, que evite que lo que haga
el actor político hable tan alto que no se entienda lo que dice. En definitiva,
proyectar un comportamiento políticamente responsable, teniendo en cuenta que
el 83% de la información de percibe cualquier ciudadano la canaliza visualmente
(Sharma, 2012:118): dicen más los escaños vacíos del hemiciclo que el discurso
del orador que toma la palabra desde el atril.
PSICOLOGÍA POLÍTICA y POLÍTICA EN ACCIÓN: Framework de BeOK© e IntelKRATOS© (2 de 8)
CIENCIA POLÍTICA APLICADA y PSICOLOGÍA DEL RENDIMIENTO POLÍTICO (3 de 8)
El Dominio del TENER en la Gestión y Desarrollo del TALENTO POLÍTICO: Hacia el RESULTADO POLÍTICO (6 de 8)
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