Texto académico de evaluación continua Historia Política y Social Contemporánea de España (Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED). |
El régimen político liderado por Franco a partir de
1939 configuró un Estado (en forma de Reino) autoritario (no liberal),
dictatorial (no democrático), monárquico (no republicano) [con disfraz de Regencia [1] (Vilar,
1978:239)] y confesional (católico) que, añorado de su pasado colonialista y al
son de una potente semiótica católico-fascista, retrotrajo a una España trastornada de delirio. Una España dominada
por el delirio megalomaniaco-imperialista del dictador, de paz a fuego lento, al mismo «ritmo lento» que fue clave para la
victoria en la guerra (Comella, 2008:349), en la que la evolución predomina
sobre la revolución, en la que la «historia de situaciones» predomina sobre la
«historia de acontecimientos» (Comella, 2008:343).
En primer lugar, esta definición de la dictadura implantada al término de la Guerra Civil admite una justificación jurídica, atendiendo a las Leyes Fundamentales [2] que, con pretendido rango constitucional y estando vigentes hasta 1978, organizaron los poderes del Estado y el conjunto de las cuales sometieron a los españoles a un estado de notable indefensión e inseguridad jurídica. Los principios que suelen considerarse constitutivos de un Estado democrático (como separación de poderes o vida judicial normalizada) fueron ignorados. En su lugar existió un control confesado del ejecutivo sobre el legislativo y del Jefe del Estado sobre ambos y, a su vez, todo el entramado judicial se hizo depender del gobierno. Además, la existencia de tribunales de excepción, jurisdicciones especiales, rompía el principio de igualdad ante la ley y negaba el Estado de derecho [3]. Los tiempos eran muy duros: miseria y aislamiento, mientras la Falange daba el tono a la legislación tomada del modelo nazi (Vilar, 1978:238). Veamos, a modo de ejemplo, algunas implicaciones de cada una de estas siete Leyes Fundamentales. Según el Fuero de los Españoles [4], éstos debían servicio fiel a la Patria y lealtad al Jefe del Estado. A diferencia del «fuero medieval», que era un contrato expreso entre una comunidad y una autoridad precisas, este «nuevo fuero» (clara concesión al tradicionalismo) una declaración de derechos, privada de toda sanción (Vilar, 1978:235). La Ley de Referéndum Nacional [5] supeditaba el plebiscito nacional a la decisión de Franco, como requisito necesario para la modificación de cualquier ley fundamental. Según la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado [6], ésta era vitalicia en favor del Caudillo de España, a quien, su poder supremo, le facultaba para nombrar y revocar a su sucesor. El Fuero del Trabajo [7], prohibiendo la libertad sindical, impuso el Sindicato Vertical como base del estado. De esta forma, no procuraba ninguna garantía individual […] sólo se había liberalizado en el papel (Vilar, 1978:249). La Ley Constitutiva de las Cortes [8] establecía una cámara representativa [9] conformada por procuradores en Cortes [10] de oficio [11] o designados directamente por Franco, esto es, sin atisbo alguno de un régimen parlamentario democrático. Franco proclamaba que la democracia orgánica de su pseudoparlamento, las Cortes, con sus «representantes» nombrados a dedo, era infinitamente superior a la democracia occidental, que estaba corrompida por el hecho de reflejar la voluntad de las masas (Preston, 1999:45). La Ley de Principios del Movimiento Nacional [12] supuso la incorporación institucional de la doctrina falangista y el reconocimiento de FET [13] como único partido. Por último, la Ley Orgánica del Estado [14] pretendía asegurar la continuación del Régimen en forma de monarquía autoritaria dirigida por una alta burocracia del Estado. En resumen, el mosaico conformado por este conjunto de Leyes Fundamentales conforma un escenario político que, desde un punto de vista normativo-jurídico, justifica plenamente la definición inicialmente expuesta. Una definición que, superando el ámbito del ordenamiento jurídico que resultó de aplicación en cada una de las fases históricas en que acabó estructurándose el franquismo, admite también ser justificada desde una perspectiva estrictamente política.
En segundo lugar por tanto, la definición presentada de la dictadura franquista implantada como resultado de la guerra civil admite una justificación política. El Nuevo Régimen se presentó como negación del liberalismo del siglo XIX y de la democracia republicana del siglo XX, es decir, como un intento de detener la historia y devolverla al mítico origen de la nación española: los Reyes Católicos, el Imperio o el Siglo de Oro. Un Estado totalitario pretendió crear una sociedad cerrada a todo influjo exterior, autárquica, corporativa, homogéneamente católica, soñando con recuperar su pasado imperial. Mirando siempre modelos del pasado, la Dictadura combinó instituciones de origen medieval y nostalgias coloniales, adobando todo ello de la oportuna retórica fascista. Se trató de una dictadura personalista [15] con Caudillo [16] de «Una España Grande y Libre» [17] que, desde una concepción megalomaniaca [18] del poder y de cómo ejercerlo, contó con tres instrumentos fundamentales: el ejército, el partido único y la colaboración de la jerarquía eclesiástica. Franco se esforzó en crear un modelo político únicamente español basado en la fusión del absolutismo medieval y el totalitarismo del Eje (Preston, 1999:39). Por tanto, la dictadura implantada al final de la Guerra Civil se estructuró y desarrolló sobre la base compartida de tres pivotes esenciales: (a) Militarismo para amedrentar, (b) Catolicismo para re-ligar y adoctrinar, y (c) Tradicionalismo o Conservadurismo y Movimiento Único de origen falangista para gobernar. «En 1966 […] España era una teocracia. Era, además, una dictadura […] De hecho, yo diría que España era el Japón de Europa, por lo que tiene de feudal, ritual, cerrado, conservador y sentido del honor», escribía el escritor norteamericano James A. Michener (Núñez Navarrete, 2005:45). Veamos por separado cada uno de estos tres ejes vertebradores del Nuevo Régimen.
EJÉRCITO. Desde 1934,
Franco comprendió que sólo podía desarrollar su trayectoria profesional a
través de la política (Sánchez Recio,
2002:13). Por este motivo,
asumir los más altos poderes militares (Generalísimo)
y el mayor poder político (Jefe de Estado y de Gobierno) satisfacía
su ambición y proyectaba su ejercicio hacia el futuro. El ejército, por lo
tanto, se convirtió en el fundamento de su poder.
Consideraba la autoridad política en términos de jerarquía y
poder militar (Preston, 1999:37). Se consideraba un mando supremo colonial que
gobernaba por medios militares (Preston, 1999:45). Resulta fácil deducir la
cuota de poder que podría llegar a auto-atribuirse sabiéndose el capitán más
joven (en 1916), el general de división más joven (en 1917) y el general más
joven de Europa (en 1927). Un poder que procuró fuese muy disciplinado. Miguel
Campins, general antiguo amigo de Franco fue juzgado en Sevilla el 14 de agosto
de 1936 por el delito de rebelión. Como gobernador militar de Granada, había
tardado dos días en unirse al alzamiento. Fue sentenciado a muerte y ejecutado
el 16 de agosto (Preston, 1999:18). Posteriormente y con frecuencia, sus
ministros se enterarían de sus destituciones por una carta entregada por un
motociclista o al leer la prensa (Preston, 1999:47). Ante todo, el régimen franquista fue el resultado de una rebelión
militar [19]
primero y de la subsiguiente Guerra Civil, es decir, fue impuesto por la fuerza
y, como se verá en la segunda de las cuestiones planteadas en la presente PREC,
se sirvió permanentemente de la represión como instrumento para eliminar,
neutralizar o disuadir a los no afectos. Su objetivo prioritario no era otro
que recuperar y reforzar el sistema de dominación social anterior a las
leyes de los gobiernos reformistas de la II República, eliminando cualquier
tendencia liberal. De hecho, ha sido etiquetado como régimen despótico (Sánchez
Recio, 2002:14) […] en el que el
ejército aceptaba la misión de defender la unidad interna de España (Sánchez
Recio, 2002:15).
PARTIDO ÚNICO. El Conservadurismo ideológico franquista abogaba
por una democracia orgánica (por oposición a la parlamentaria) asida, por el nudo
gordiano, al yugo y las cinco flechas y pintada de negro-pólvora y rojo-sangre.
A
través del partido único, el Caudillo, guía y conductor, obtenía los
colaboradores políticos que necesitaba, organizaba la base social del régimen y
recibía, los principios ideológicos más conservadores y de la extrema derecha
(tradicionalistas, falangistas y monárquicos antiliberales) que se convirtieron
en el fundamento doctrinal del régimen. Además, el
régimen franquista tuvo como afectos a importantes grupos sociales poco
democráticos y contrarios a cualquier reforma que mermase su estatus social, político
y económico. Encuadrados en organizaciones antirrepublicanas y de extrema
derecha, estos grupos sociales constituyeron la trama civil de la rebelión
en las semanas anteriores a la guerra y se integraron después en el partido
único de FET y de las JONS, tejiendo la tupida red de intereses, con la
que contribuyeron a consolidar el régimen y obtuvieron cuantiosos beneficios de
todo orden. ¿Por qué financió Juan March (el «banquero de Franco») el
alquiler, con el asesoramiento de Juan de la Cierva, de un bimotor Havilland
D.H.89 Dragon Rapide con piloto en Croydon, que utilizaría Franco para
trasladase a Marruecos (desde Las Palmas de Gran Canaria) el día del
alzamiento, entregando al marqués de Luca de Tena, propietario del diario ABC, un cheque en blanco?
IGLESIA. Como ya se ha señalado, para el Régimen, España era «Una, Grande y Libre». Tanto era así, que este lema fue incorporado en una cartela en el escudo de España durante el franquismo. Una tríada con claro simbolismo teológico (Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo) a través de la cual y de modo implícito, compara (buscando la identidad) a España con la Iglesia: Católica [Universal], Apostólica [Escogida, Jerárquica] y Romana [Una]. La jerarquía eclesiástica justificó la rebelión militar, bendijo la guerra civil y colaboró permanentemente con el franquismo (hasta los primeros años sesenta) a cambio de la protección frente a la represión sufrida en la zona republicana durante la guerra civil y de la recuperación de los privilegios históricos disfrutados antes de la II República (Sánchez Recio, 2002:15).
En tercer y último
lugar, esta definición de la dictadura implantada al término de la Guerra Civil
admite una justificación psicológica de
su precursor, de Francisco Franco Bahamonde. Veremos brevemente que nos dice la
técnica psiquiátrica y psicológica, para anotar después algunos hechos
objetivos y constatados. De acuerdo con el DSM IV [20],
el trastorno delirante es una enfermedad mental psicótica que incluye mantener
una o más ideas delirantes. La persona con
trastorno delirante, sin cumplir los criterios para la esquizofrenia y sin presentar alucinaciones marcadas, puede ser
bastante funcional y no tiende a mostrar un comportamiento extraño (excepto
como resultado directo de la idea delirante). Sin embargo, con el tiempo su
vida puede verse más y más invadida por el efecto dominante de las creencias
anormales. Se caracteriza por:
(a) Expresar una idea o una creencia con una persistencia o fuerza inusual;
(b) Esa idea parece ejercer una influencia excesiva, alterando habitualmente su vida;
(c) Suele haber hipersensibilidad hacia su creencia,
(d) Esta creencia tiene carácter de centralidad: independientemente de lo improbable que sean las cosas que le ocurren, la persona lo acepta sin casi cuestionárselo;
(e) Si se intenta contradecir su creencia es probable que levante una fuerte reacción emocional, a menudo con irritabilidad y hostilidad;
(f) La creencia es, cuando menos, improbable;
(g) La idea delirante ocupa una gran parte del tiempo de la persona y abruma otros elementos de su psique; y
(h) El delirio, si se exterioriza, a menudo conduce a comportamientos anormales y fuera de lugar, aunque quizás comprensibles conocidas las creencias delirantes.
Uno de los tipos de delirio es el de grandiosidad. Delirio de que el individuo tiene un talento extraordinario, poder, conocimiento, o una relación especial con una deidad. Como el Duce y el Führer, Franco tenía la facultad y la convicción proveniente de la neurosis […] Era muy aficionado a la adulación y con frecuente recurrencia optaba por la autoglorificación […] Raza era transparentemente autobiográfica, a través de la cual pudo corregir todas las frustraciones de su vida (Preston, 1999:31). Además, con su característica capacidad de auto-engaño, Franco negó que fuera un dictador. En marzo de 1947 le dijo a Edward Knoblaugh, del International New Service, que en España no había dictadura […] Volvería a hacerlo en junio de 1958 con un periodista francés […] Y en junio de 1963 con otro periodista anglosajón (Preston, 1999:42). Sin duda, la mejor muestra de su delirio: «La caída de De Gaulle se veía venir porque fue siempre un dictador». Son palabras de Franco en abril de 1969 tras conocerse la derrota de De Gaulle después de un referéndum. Como los grandes «Reyes Caudillos» medievales, Franco se consideraba a sí mismo un guerrero de Dios contra los infieles que habían destruido la fe y la cultura de la nación (Preston, 1999:39). «Yo no he dialogado nunca con el General. Le he oído, sí, algunos larguísimos monólogos. Pero no hablaba conmigo, sino con él mismo». Estas palabras del almirante Pedro Nieto Antúnez, Pedrolo, amigo de toda la vida de Franco y uno de los habituales en el Azor (Preston, 1999:49) nos ayudan a esbozar el perfil psicológico de Franco. Otro dato: después de la guerra, Franco consiguió que José María Zumalacárregui, profesor de economía de la Universidad de Madrid, le visitara semanalmente para discutir sobre el tema. Al cabo de unas pocas semanas, el profesor dejó de ir, incapaz de soportar la violencia de que Franco insistiera en explicarle los problemas más complejos de la teoría económica (Preston, 1999:50). Otro dato: la única pasión literaria de Franco eran los libros sobre Napoleón (Preston, 1999:55). Otro dato: en los años cuarenta empezó a pintar para emular a Hitler (Preston, 1999:56). Otro dato: Franco otorgaba títulos nobiliarios como si fuera un Rey y, al no tener hijos, creó en 1954 una dinastía por el método de cambiar el nombre de su primer nieto por el de Francisco Franco (Preston, 1999:59). Otro dato: El Duque de Alba fue una vez a ver al Caudillo en traje de calle en lugar de chaqué o uniforme diplomático y la única respuesta que obtuvo fue que se marchase y volviera correctamente vestido para una audiencia con Su Excelencia, el Jefe de Estado (Preston, 1999:60). Ultimo dato: Ni Carrero Blanco fue nunca dispensado de la obligación de dirigirse a Franco como Excelencia (Preston, 1999:61).
(a) Expresar una idea o una creencia con una persistencia o fuerza inusual;
(b) Esa idea parece ejercer una influencia excesiva, alterando habitualmente su vida;
(c) Suele haber hipersensibilidad hacia su creencia,
(d) Esta creencia tiene carácter de centralidad: independientemente de lo improbable que sean las cosas que le ocurren, la persona lo acepta sin casi cuestionárselo;
(e) Si se intenta contradecir su creencia es probable que levante una fuerte reacción emocional, a menudo con irritabilidad y hostilidad;
(f) La creencia es, cuando menos, improbable;
(g) La idea delirante ocupa una gran parte del tiempo de la persona y abruma otros elementos de su psique; y
(h) El delirio, si se exterioriza, a menudo conduce a comportamientos anormales y fuera de lugar, aunque quizás comprensibles conocidas las creencias delirantes.
Uno de los tipos de delirio es el de grandiosidad. Delirio de que el individuo tiene un talento extraordinario, poder, conocimiento, o una relación especial con una deidad. Como el Duce y el Führer, Franco tenía la facultad y la convicción proveniente de la neurosis […] Era muy aficionado a la adulación y con frecuente recurrencia optaba por la autoglorificación […] Raza era transparentemente autobiográfica, a través de la cual pudo corregir todas las frustraciones de su vida (Preston, 1999:31). Además, con su característica capacidad de auto-engaño, Franco negó que fuera un dictador. En marzo de 1947 le dijo a Edward Knoblaugh, del International New Service, que en España no había dictadura […] Volvería a hacerlo en junio de 1958 con un periodista francés […] Y en junio de 1963 con otro periodista anglosajón (Preston, 1999:42). Sin duda, la mejor muestra de su delirio: «La caída de De Gaulle se veía venir porque fue siempre un dictador». Son palabras de Franco en abril de 1969 tras conocerse la derrota de De Gaulle después de un referéndum. Como los grandes «Reyes Caudillos» medievales, Franco se consideraba a sí mismo un guerrero de Dios contra los infieles que habían destruido la fe y la cultura de la nación (Preston, 1999:39). «Yo no he dialogado nunca con el General. Le he oído, sí, algunos larguísimos monólogos. Pero no hablaba conmigo, sino con él mismo». Estas palabras del almirante Pedro Nieto Antúnez, Pedrolo, amigo de toda la vida de Franco y uno de los habituales en el Azor (Preston, 1999:49) nos ayudan a esbozar el perfil psicológico de Franco. Otro dato: después de la guerra, Franco consiguió que José María Zumalacárregui, profesor de economía de la Universidad de Madrid, le visitara semanalmente para discutir sobre el tema. Al cabo de unas pocas semanas, el profesor dejó de ir, incapaz de soportar la violencia de que Franco insistiera en explicarle los problemas más complejos de la teoría económica (Preston, 1999:50). Otro dato: la única pasión literaria de Franco eran los libros sobre Napoleón (Preston, 1999:55). Otro dato: en los años cuarenta empezó a pintar para emular a Hitler (Preston, 1999:56). Otro dato: Franco otorgaba títulos nobiliarios como si fuera un Rey y, al no tener hijos, creó en 1954 una dinastía por el método de cambiar el nombre de su primer nieto por el de Francisco Franco (Preston, 1999:59). Otro dato: El Duque de Alba fue una vez a ver al Caudillo en traje de calle en lugar de chaqué o uniforme diplomático y la única respuesta que obtuvo fue que se marchase y volviera correctamente vestido para una audiencia con Su Excelencia, el Jefe de Estado (Preston, 1999:60). Ultimo dato: Ni Carrero Blanco fue nunca dispensado de la obligación de dirigirse a Franco como Excelencia (Preston, 1999:61).
[1] Lloraba al hablar de Alfonso XIII, a pesar de que su
arrogancia le obligó a retrasar la restauración de la monarquía durante cuarenta
años […] Franco tenía delirios de realeza. Su orgullo exigía que
sólo le sucediese alguien de sangre real y rechazaba la posibilidad de que lo
hiciera un presidente que no lo fuera (Preston, 1999:58).
[3] Una de las
libertades más perseguida por un tribunal de excepción, el de Orden Público
(TOP), fue la de reunión, que, junto con la de expresión, se consideraba
peligrosa y atentatoria contra la seguridad del Estado. Todas las reuniones
públicas necesitaban autorización oficial, excepto aquellas de menos de veinte
personas.
[4] Fuero de los Españoles (1945). Este catálogo de derechos y deberes de los españoles, fue una operación de maquillaje
ante las exigencias democráticas del exterior. Solo en apariencia, era una
declaración de derechos por cuanto insistía, sobre todo, en los deberes y en la
estructura autoritaria del Estado. La propaganda franquista quiso hacerla pasar
por una verdadera constitución que reconocía las libertades políticas. Pero, en
realidad, el texto proponía un sistema político autoritario de carácter
confesional con derechos limitados y sólo aprovechables por quienes no se
oponían al régimen.
[5] Ley de Referéndum Nacional (1945). Pretendía mostrar que en España estaba reconocido el
sufragio universal. La «Democracia Orgánica» y corporativa no podía ser
equiparada con las constituciones liberales y burguesas occidentales, pero
había que disimular el grave vacío existente del derecho al voto. Así, esta ley
establecía que los españoles podían ser consultados individualmente para
asuntos importantes en forma de plebiscito nacional, siempre por decisión de
Franco y para someterles cuestiones de Estado. La Ley de Sucesión en la
Jefatura del Estado hace obligatorio el referéndum para modificar las leyes
fundamentales.
[6] Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947). Tras diez años de vida del régimen, sus ideólogos pensaron
que había llegado el momento de establecer un sistema de sucesión a la jefatura
del Estado. Por las condiciones personales del líder, el franquismo debía ser
considerado un régimen de excepción irrepetible, pero no extinguible, sino
reproducible en el tiempo gracias al mantenimiento de sus Leyes Fundamentales.
Era el momento de abordar la continuación del franquismo sin Franco. Con este
objetivo, esta ley fue sometida a referéndum y aprobada en uno de los
«pucherazos» de la historia del régimen por más del 93% de los votantes, con
una abstención del 18%. El referéndum arrojó un número de votantes superior a
los de inscritos (Vilar, 1978:241). España era un Estado católico, social y
representativo, que se declaraba Reino de acuerdo con su tradición monárquica. Un reino especial porque la Jefatura del Estado corresponde de por
vida a una persona concreta, definida como Caudillo de España y de la Cruzada y
Generalísimo de todos los Ejércitos. El poder supremo de Franco se ejercía en
la designación de sucesor, reservándose la facultad omnímoda de su nombramiento
y revocación.
[7] Fuero del Trabajo
(1948). Esta ley supuso la adopción de un modelo económico capitalista, sin
los defectos del sistema liberal, es
decir, con la prohibición de las libertades sindicales. Un apéndice del Estado,
el Sindicato Vertical, entregado a la Falange, como base del
Estado. Supone la clara intervención estatal en la
vida laboral y económica, supeditándolas al interés de la Nación y prometiendo liberar a la mujer casada del
taller.
[8] Ley Constitutiva de las Cortes (1948). Aconsejada por la evolución del conflicto europeo, que ya
empezaba a decantarse a favor de las democracias occidentales, esta ley
convocaba a «la participación del pueblo en las tareas del Estado» mediante la
institución de una Cámara «representativa» compuesta por más de 500
procuradores en Cortes, la mayoría de los cuales lo eran de oficio y 40 (los «Cuarenta de Ayete») designados
directamente por Franco. La elección nunca fue directa, salvo a partir de 1968,
cuando se permitió elegir un tercio de procuradores de representación familiar
(el «Tercio Familiar»). Nada en la
ley hacía pensar en un régimen parlamentario, cuando, además, las Cortes
carecían de iniciativa y solo podían aprobar la legislación presentada por el
ejecutivo. Su labor tenía que ser sancionada por el Jefe de Estado (quien
gozaba de facultad para dictar normas generales).
[11] Los procuradores de oficio procedían de
cargos institucionales o en cuyo nombramiento intervenía el Estado, como jerarquías
del Sindicato o de la Falange, obispos, rectores de Universidad o miembros del
gobierno.
[12] Ley de
Principios del Movimiento Nacional (1958). Sin deliberación previa en las Cortes, Franco promulgó esta
ley que establecía los principios rectores del ordenamiento jurídico franquista
y suponía la incorporación institucional de la doctrina falangista y el
reconocimiento de FET[12]
como único partido. Todos los altos cargos civiles o militares pasaron a ser considerados miembros del Movimiento y
los funcionarios públicos quedaron obligados a jurar sus principios fundamentales.
[13] Falange Española
Tradicionalista.
[14] Ley Orgánica del Estado (1967). Tratando de responder al
desarrollo material de España, el Régimen elabora este
simulacro de actualización de su entramado legislativo. Busca limpiar la imagen
ante una Europa próspera que envía sus turistas a un país necesitado de
modernizar sus estructuras políticas. Pretende ser una refundación legislativa
del franquismo mediante la siguiente ecuación: unión de elementos dispersos de
textos fundamentales anteriores más la depuración de connotaciones
totalitarias. Introdujo algunas novedades funcionales, como la separación de
los cargos de Jefe del Estado y presidente del gobierno, aunque este no se
producirá hasta 1973 con el nombramiento de Carrero Blanco como Presidente del
Gobierno.
[15] En un régimen de dictadura la
personalidad del dictador se convierte en un elemento de primer orden. Dada la
concentración de poder que se da en él y la interpretación que realiza de éste.
Los poderes militares y políticos recibidos por el general Franco (todos los
poderes del Estado, según el decreto de 1 de octubre de 1936) han supuesto
la mayor concentración de poder en los dos últimos siglos de la historia
española. Poderes que el Caudillo mantuvo sin merma ninguna y ejerció
hasta el último día de su vida, manifestando de esta forma una· ambición
ilimitada.
[17] Proclama franquista de «Una,
Grande y Libre» [Indivisible, Imperial y a salvo de conspiraciones
judeo-masónicas-marxistas] que Onésimo Redondo (fundador de las JONS) publicase
por primer vez en 1932 en una revista falangista después de participar en la
sanjurjada.
[18] Concepción autocrática, según la cual el poder político se figuraba como
un don o una recompensa que se
entregaba a los más fuertes o a los más osados. Franco era recibido como Su Excelencia el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, Victorioso
Caudillo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, Caudillo de nuestra Gloriosa
Cruzada de Liberación Nacional.
[19] «Con Franquito o sin Franquito, el alzamiento va adelante», diría el
General Sanjurjo, por entonces desterrado en Portugal, cansado de las
indecisiones y cautelas iniciales mostradas por Franco a Mola para participar
en el golpe de Estado que se estaba preparando.
[20] El Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría, contiene una
clasificación de los trastornos mentales y proporciona descripciones claras de
las categorías diagnósticas, con el fin de poder diagnosticar, estudiar e
intercambiar información y tratar los distintos trastornos mentales.
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