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EL BUEN GOBERNANTE Y EL BUEN GOBIERNO (Texto Comentado de PLATÓN: NECESIDAD DE UN REY FILÓSOFO)

Texto académico de evaluación continua
Historia de las Ideas Políticas I
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
«A no ser que los filósofos sean los reyes en los Estados o los que actualmente llamados reyes y soberanos sean filósofos en verdad y con suficiencia, y no se vea unidad una cosa a otra, el poder político y la filosofía, y a no ser que una ley rigurosa aleje de los asuntos públicos a esa multitud de individuos a los que sus talentos les llevan exclusivamente a una u otra, no habrá remedio, querido Glaucón, ni para los males que devastan los Estados ni incluso, creo yo, para los del género humano». (LA REPÚBLICA. Platón: Necesidad de un Rey Filósofo).



El texto extractado de La República (Politeia) presenta una idea clave en el pensamiento platónico acerca del perfil del que debía disponer un rey, como gobernante de una monarquía, el mejor de entre todos los regímenes políticos posibles, a ojos de Platón. Para garantizar el buen funcionamiento, ya no sólo del Estado, sino de la Humanidad, plantea como condición necesaria y suficiente del buen gobernante el que sea filósofo, bien porque accede al poder desde tal condición, bien porque la adquiere en el ejercicio del gobierno. Así pues, puede convenirse que este texto está estructurado en tres conceptos clave: (a) Poder Político; (b) Filosofía; y (c) Funcionamiento del Estado. 


ACERCA DE PLATÓN. Cuando nace Platón, Atenas lucha en la Guerra del Peloponeso que, finalmente, acabaría con su hegemonía. La derrota supuso un duro golpe en su orgullo, en sus aspiraciones imperialistas y en la defensa de las polis democráticas. Cambió su orientación política: había sido democrática y ahora, invadida por Esparta, asistía a los Treinta Tiranos como grupo de poder oligárquico. Había sido una ciudad volcada hacia el mar y ahora estaba forzada a reconstruir su economía en la agricultura, lo cual colocaba el control del poder económico en manos de las grandes familias. Atenas tenía que replegarse sobre sí misma. El gobierno arbitrario y terrorífico de los Treinta Tiranos duró poco y en el año 403 aC vuelve a instaurarse la democracia y con la vuelta de la Constitución de Solón, vuelven las esperanzas de Platón

Sócrates
De familia aristocrática, descendiente de Solón, su maestro fue Sócrates. No sólo asimiló su doctrina, sino que fue guía de su conducta. Gran parte de lo que sabemos sobre el pensamiento socrático se debe a Platón. De hecho, Sócrates participa en muchos de sus diálogos y deviene en portavoz de la doctrina platónica, resultando incluso difícil desligar el pensamiento de los dos filósofos. La propia forma del diálogo, empleada por Platón para exponer su filosofía, es fruto de la influencia socrática. Además de atractivo y persuasivo, el diálogo enseña a pensar: el estilo literario se convierte en método científico, en instrumento del saber. Contextualizados ya en la figura de Platón, veamos los tres conceptos clave en torno a los que se estructura el texto aquí comentado: Poder Político, Filosofía y Funcionamiento del Estado.

FRAGMENTO 1: «A no ser que los filósofos sean los reyes en los Estados o los que actualmente llamados reyes y soberanos sean filósofos en verdad y con suficiencia, y no se vea unidad una cosa a otra, el poder político…». Este primer concepto clave trata acerca del poder político como una Política Ética y Antropológica al servicio de la Justicia. Conceptuando al hombre como ser social por naturaleza, Platón explica la aparición del Estado como efecto de aquella causa. Pero, ¿cuál es la naturaleza de la justicia? Para responder a esta cuestión Platón trata de establecer las normas de una ciudad idealmente perfecta. La razón por la que se fundan las ciudades es la incapacidad del hombre de bastarse a sí mismo individualmente, ni siquiera en lo concerniente a su subsistencia. Se obtienen mejores resultados dividiendo las tareas en función de las disposiciones de cada individuo. A medida que una asociación humana se hace más compleja, se van necesitando más personas especializadas en oficios más delicados. Se multiplican artistas y servidores y este afán de riqueza acaba llevando a la guerra, pues la ciudad necesitará apoderarse de riqueza y tierras de otras ciudades para satisfacer sus demandas de lujo. Esto requerirá un ejército avezado en el arte de la guerra.

Dada la importancia que le atribuye al Estado en la educación, la felicidad y en la vida buena del ciudadano griego, es razonable que La República, la obra platónica más importante, constituya un claro referente de nuestra Filosofía Política. En cuanto a su continente, la propuesta en forma de diálogo empleada es fruto de la influencia socrática. Mediante conversaciones, Platón hace brotar la verdad entre las ruinas de las opiniones enfrentadas y/o aniquiladas por la ironía. En cuanto a su contenido, en un terreno orientado hacia la reflexión política y ética, La República recrea un Estado utópico en el que cristaliza su ideal de conjugar Ética y Política: la República, como gobierno de los filósofos, es el estado ideal, casi inalcanzable. Tratándose de uno de sus diálogos más complejos, La República plantea como eje gravitatorio el problema de la justicia, base de toda convivencia política. Para Platón la justicia es el fin último de la Ética y de la Política. Por tanto, su análisis del Modelo Ético de la Vida Buena del individuo le conduce al Modelo de Estado Político Perfecto de los individuos, de la colectividad. La ética platónica es una ética basada en el conocimiento: al conocer lo bueno, el hombre actúa con bondad, bien moral coincidente con la felicidad. El hombre quiere el Bien porque, además de éticamente bueno, es bueno para su felicidad. Mientras la Ética persigue la felicidad individual, hombre a hombre, la Política persigue la felicidad del cuerpo político, del conjunto cívico conformado por todos los hombres. Este es el motivo por el que Platón fundamenta su Ética y su Política en la antropología, desde el análisis de lo que es el hombre.

Una de las conclusiones del análisis antropológico del hombre llevado a cabo por Platón consiste en plantear que existen tres motivaciones en sus actos, las cuales guardan correspondencia con las tres facetas de su alma: (a) Alma Racional; (b) Alma Irascible; y (c) Alma Apetitiva. Mientras la última faceta satisface deseos prosaicos y se localiza en el hígado, el alma irascible alberga la agresividad, localizándose en el corazón. Por último, el alma racional, la más importante y localizada en el cerebro, se identifica con la Inteligencia Teorética y Ética, es decir, con la construcción de argumentos y reflexiones conceptuales. Pues bien, la justicia, como fin último de una Política Ética, se logra cuando lo racional controla a lo irascible y lo apetitivo. Un hombre será éticamente justo cuando atienda a lo suyo cumpliendo su función, por cuanto ello implicará que sus apetitos e impulsos serán medidos, controlados y supeditados a su Inteligencia Racional. Del mismo modo que en el hombre existen tres tipos de alma, en el Estado existen tres partes, de forma y manera que adquiera la cualidad de justo aquel Estado en el que sus partes cumplen sus funciones armónicamente. Mientras el Pueblo se corresponde con el alma apetitiva y el Ejército con el alma irascible, la Filosofía es al Estado lo que el alma racional es al hombre. En consecuencia, igual que el alma racional controla los actos del hombre justo, la función del filósofo es el gobierno del Estado. Auxiliando al filósofo y bajo sus órdenes, el guardián, rol cívico recurrente en Platón, defiende al Estado. Por su parte y en tercer lugar, la función del pueblo no es otra que obedecer las órdenes emanadas desde las instancias superiores. Pero, ¿son todos los hombres iguales? Para Platón son las aleaciones de metal las que determinan la igualdad o diferencia entre los diferentes tipos de hombre. Todos los hombres son hermanos pero no iguales. Los dioses los forjaron a partir de la aleación de metales y a unos les toca en suerte más hierro o más bronce, mientras que en la aleación de otros entra mayor proporción de plata o de oro purísimo. Los guardianes serán conscientes de que su riqueza reside en su interior porque están forjados de materiales nobles y se les enseñará a considerar indignas las riquezas vulgares. Para evitar todo conflicto de intereses, se les debe de borrar de la cabeza la idea de propiedad.

FRAGMENTO 2: «… y la filosofía, y a no ser que una ley rigurosa aleje de los asuntos públicos a esa multitud de individuos a los que sus talentos les llevan exclusivamente a una u otra…». ¿Quién debe dirigir una nave en el mar? ¿El más rico? ¿El más fuerte? ¿El más persuasivo? Platón responde a esta cuestión afirmando que la nave debe ser gobernada por quien más sabe, por el mejor: el piloto. Por analogía, el Estado debe ser dirigido por quien tenga un conocimiento más perfecto sobre la realidad: el filósofo. De hecho y en su sentido etimológico, Filosofía procede de los vocablos griegos Phileo (amor) y Sophia (sabiduría) significando por tanto, amor a la sabiduría. Además, el verbo phileo admite las acepciones de tender o aspirar. De este modo, filósofo es el gobernante amigo de la sabiduría, que reflexiona y comprende los problemas políticos y asuntos públicos.

Pero, ¿quién debe gobernar? De entre los más preparados saldrán por turno los gobernantes de la Ciudad Perfecta, la cual no se logrará a no ser que los filósofos sean puestos al frente del gobierno o que, cosa más difícil, los reyes y gobernantes se conviertan en filósofos. Sólo de este modo podrá forjarse un gobernante ideal.

Un verdadero gobernante lo que busca es el bien de sus subordinados. Así, la sociedad de hombres de bien habría disputas no por gobernar (como en las ciudades corrompidas por la ambición) sino por no gobernar. No se le puede llamar justicia al dominio absoluto porque quienes lo ejercen no son felices. Un sabio no busca sobresalir entre los sabios, sino solo distinguirse de los ignorantes: así es prudente y sabio. El hombre injusto, en cambio, trata de sobresalir entre todos y de dominarlos a todos. Se comporta de forma opuesta al sabio. Por tanto, el hombre injusto es insensato e ignorante, mientras que el hombre justo obra como el sabio. Si la justicia es sabiduría y virtud, será más fuerte que la injusticia. El ejemplo perfecto está en la ciudad y en el ejército. Si reina la injusticia, hay peleas de tal modo que los hombres (divididos) son más débiles, víctimas de la impotencia de no hacer nada en común. La justicia engendra unión y las ciudades o los ejércitos se hacen más fuertes y más capaces de obrar.

En este contexto, el pensamiento platónico es susceptible de ser estructurado en cinco subconceptos clave: (1) Metafísica Universal; (2) Aprender Filosofía; (3) Educar al Gobernante; (4) ¿Arte de la Política?; y (5) Asesorar al Gobernante.

(1) Una Metafísica Universal. Platón supone un mundo de realidades arquetípicas, perfectas, más allá de lo contingente; un mundo que se corresponde perfectamente con las leyes científicas descubiertas por la razón y del que lo visible es sólo una mala copia, un ejemplo fallido. Este planteamiento convierte a Platón en fundador de la Metafísica. Nuestra mente contiene en sí cierto número de ideas innatas y la Filosofía ayuda a reencontrarlas, a rememorarlas. Así, sugiere una universalidad del pensar, más allá de los individuos, unos contenidos universales, compartidos y transmisibles sobre una base de inteligibilidad común a todos. ¿Cómo acceder a ellos? Mientras la investigación racional (la pregunta) es ilimitada, las respuestas que cada ser humano puede alcanzar serán parciales y limitadas. En la posibilidad y el empeño de preguntar por tanto, reside la grandeza del hombre.


(2) La Filosofía se Aprende. Platón no está interesado únicamente en transmitir una doctrina: lo fundamental es formar filósofos, despertar la pasión por el pensamiento. Platón no pretende hacer a los hombres más cultos, como cualquiera de los sofistas, sino más hombres. En la medida que la Filosofía hace mejores a los hombres, identifica la virtud con un tipo especial de conocimiento. Por tanto, la virtud puede aprenderse, circunstancia que posibilita el nacimiento de la Ética y la Política como ciencias. No se trata de adquirir un saber que viene de fuera, sino de practicar la introspección, un camino de liberación ya que al final, el hombre será dueño de sí, liberado de la esclavitud de lo incontrolable. No obstante, la Filosofía es una disciplina sólo al alcance de algunos escogidos: el camino para llegar a la verdad (en oposición a otro tipo de conocimiento que sólo permite el contacto con opiniones). 

El Mito de la Caverna
El alma puede formarse y la virtud aprenderse, del mismo modo que se modela y fortalece el cuerpo: para desarrollar el cuerpo la gimnasia y para educar el alma, la música. Desde este optimismo, Platón no cree que el hombre obre mal a sabiendas, sino que está ciego y no puede ver el bien porque es un conocimiento del que aún no dispone ya que se trata de una tarea larga, siendo muchas las capas de error que hay que disipar. Considerando la Filosofía como la disciplina que acerca a la verdad (a lo perdurable e inmutable) y a los sofistas como «particulares a sueldo» que no enseñan otra cosa que las opiniones adoptadas por la mayoría en las asambleas (a lo que denominan sabiduría), Platón focaliza el objeto de estudio de la Filosofía en las verdades eternas. Así, sólo la Filosofía es capaz de salvar la ciudad y de conducir a sus hombres a la perfección (individual y colectiva), a pesar que sus conclusiones no sean fácilmente comprendidas por la incapacidad de quienes están amarrados al engaño, presos de sus prejuicios vulgares. Y nos lo explica con el Mito de la Caverna… En su Mito de la Caverna los prisioneros ven las sombras de los objetos, iluminados por las hogueras, proyectadas sobre la pared. Estas sombras serían la realidad. Si volviesen la cabeza y vieran los objetos y las hogueras quedarían deslumbrados por el fuego. Si los sacasen de la cueva y vieran el sol, la luz les resultaría insoportable e incluso pedirían que les devolvieran a la prisión. Pero si avanzase poco a poco hacia la luz, conocería que había estado sumido en el engaño. Ya no podría tomar por reales esas débiles sombras, simulacro de un simulacro. Si volviera a la caverna y contase su experiencia, no le creerían. Esta situación puede compararse con la ascensión hacia las regiones de lo inteligible. Sólo lo divino es verdadero y lo sensible es la sombra de un engaño. La filosofía nos lleva por ese camino ascendente abriendo nuestros ojos poco a poco a la luz, hasta que podemos contemplarla sin deslumbramiento. Una vez que se ha conocido la verdad, se mueve torpemente entre las sombras.

(3) La Educación del Gobernante. Asegurarse que los gobernantes sean lo mejor posible para la función de dirigir el Estado exige que sean educados estrictamente para cumplir con su tarea. Así por ejemplo, Platón considera de vital importancia que los hijos de los guardianes y de los filósofos se eduquen mediante la Gimnasia y la Música: desde muy pequeños los niños aprenderán a coordinar sus movimientos a los ritmos agradables y suaves para que interioricen los principios de la armonía y el orden. En cuanto a la educación intelectual, los primeros años de vida el guardián-filósofo los pasará estudiando Matemáticas porque le permite familiarizarse con cosas inmutables. Poco después, el joven estudiará Astronomía para ser capaz de percibir el orden y la armonía en el mundo físico. Por último, se le introducirá en el estudio de la Dialéctica: disciplina que trata de conocer las Formas, las cosas que son en sí según la metafísica platónica, siendo la Forma suprema la Forma del Bien. Aquellos que accedan a ella serán los reyes-filósofos. Los que no accedan serán los que formen la casta de los guardianes.

(4) Platón: ¿Precursor del Profesiograma del Político? ¿Cómo ha de ser el político? ¿Quién gobierna una ciudad requiere unos conocimientos especializados? ¿Existe un Arte de la Política diferente a la Filosofía? En opinión de Platón, el político dispone de tres instrumentos esenciales para el ejercicio de una praxis política justa: ley, persuasión; y principios generales.

(a) Ley. Para ordenar el caos social hay tres formas de gobierno posibles: monarquía, aristocracia y democracia. Cualquiera que sea la forma elegida, el que está al frente del poder contará con el auxilio de la ley. Gracias a las leyes, los hombres sabrán a qué atenerse y cuáles son sus deberes y sus derechos, evitando el caos y la anarquía. Y será competencia del gobernante dictar leyes o sustituir las existentes, hacerlas cumplir y aplicar castigo a los infractores. Así las cosas, el gobernante debe ser un ser superior, un verdadero filósofo que por la autoridad de su saber y la rectitud de su justicia logre respeto y obediencia. Justamente este es el motivo por el que Platón considera que la monarquía apoyada en la ley es el mejor de los regímenes posibles. Al contrario, una monarquía sin leyes es una tiranía odiosa.

(b) Persuasión. Además de aplicar las leyes, el gobernante debe poseer el arte de la persuasión para convencer al pueblo de la conveniencia de sus decisiones y encaminarlo de forma razonable y sin violencia. La Dialéctica es el camino del conocimiento. Pero nada de todo ello constituye un arte específico, una educación especializada en la ciencia de gobernar. Mediante el método dialéctico, por medio de una serie de preguntas que pongan en duda sus convicciones más arraigadas para comprender las verdades superiores.

La Academia vs. Sofistas

(c) Principios Generales. Formar un buen gobernante exige además recurrir a los principios generales: elegir a individuos que tengan un carácter noble y recto, educarlos en los principios de la virtud y la justicia enseñándoles a discernir el bien y el mal. Si a esto se une un don para conciliar opuestos, armonizar lo diverso, unir las voluntades, tendremos seres capaces de regir, con el auxilio de las leyes, una polis habitable y razonablemente feliz. Platón no fue el único interesado en definir un perfil de las cualidades del buen político. A continuación y a modo de ejemplo, veremos las aportaciones al respecto de tres autores: Aristóteles, Al-Farabi y Averroes.

Aristóteles
(a) Aristóteles. El hombre de Estado tiene que reunir tres cualidades: amor al régimen, competencia en lo que atañe a su cargo y virtud y justicia adecuadas al régimen. Como no es fácil que estas tres cualidades confluyan en una misma persona, debe mirarse la cualidad del cargo.

(b) Al-Farabi. Entre las transformaciones del siglo XII, destacan las nuevas formas de pensar provenientes de la apertura de nuevos horizontes, entre ellos el árabe. En La Ciudad Ideal, Al-Farabi, antes de morir en el año 950 y reestructurando la sociedad ideal propuesta por Platón, enumera 12 cualidades que distinguen al elegido

Al-Farabi
(1) Cuerpo sano y sin defecto; (2) Buena inteligencia y comprensión; (3) Buena memoria; (4) Perspicacia; (5) Facilidad de expresión; (6) Amor a la instrucción (tanto a la hora de aprender, como a la de enseñar); (7) Sobriedad en gustos y placeres; (8) Pasión por la verdad; (9) Sentido del honor y de la igualdad; (10) Desprecio por el dinero; (11) Aborrecimiento de la injusticia; y (12) Rectitud y constancia. Si no hay nadie que acumule una buena proporción de estos requisitos, lo mejor es atenerse a las leyes y tradiciones y poner a la cabeza del Estado a alguien que las conozca a la perfección: un «gobernante de segundo orden». Si ello tampoco fuera posible, debe confiarse la dirección de los asuntos públicos a un Consejo, siempre de forma transitoria.

Averroes
(c) Averroes. Dentro de esta misma tradición árabe, Averroes, nacido en el año 1126, en su Exposición de la República de Platón, también se ocupó de las condiciones del gobernante ideal. Se trataría de un filósofo que reflexionase sobre el sumo bien y capaz de conocer que es preciso hacer para lograrlo. Así, Averroes no detalla su decálogo del buen gobernante en virtud del cual, éste tiene que ser: (1) Inteligente e inclinado al estudio; (2) Tener buena memoria; (3) Amar el saber; (4) Ser apasionado de la verdad; (5) Estar libre de apetitos sensuales; (6) Despreciar las riquezas; (7) Tener una mente abierta y amplitud de ideas; (8) Ser valeroso; (9) Tener fe en la razón e inclinación por el bien; y (10) Ser elocuente. Es poco frecuente que aparezcan hombres así, pero no es imposible. La sociedad perfecta no es una utopía: podemos acercarnos razonablemente a ella, si los gobernantes son los adecuados.

La Academia de Platón

(5) Platón: ¿Precursor de la Consultoría Política? Platón funda la Academia donde se retira a escribir y a enseñar filosofía, institución que continuó funcionando durante novecientos años. Al fundarla, Platón alberga en la Academia un propósito político: allí se formarán filósofos, las élites capaces de distinguir la verdad, la justicia, capaces de llevar a cabo la regeneración de la ciudad. Cuando Platón viaja por segunda vez a Siracusa, Dionisio II había sucedido al viejo tirano Dionisio. Por mediación de Dión, tío de Dionisio II y viejo amigo de Platón, éste recibe el encargo de trabajar con su sobrino. El nuevo gobernante es demasiado joven y fácilmente influenciable y podría intentarse llevar a la práctica el sueño de una ciudad gobernada por las leyes de la filosofía. Platón, que cuenta entonces con 70 años, debe estar lo suficientemente ilusionado con la idea para decidir abandonar su Academia y emprender de nuevo viaje a Siracusa en el año 366 aC. El joven tirano se mostró aparentemente feliz con su llegada, escuchaba con cortesía sus consejos, aceptaba con amabilidad sus propuestas de planes de estudio, pero no le hacía ningún caso. Pero Platón no fue el único que lo intentó. Aristóteles, veinte años discípulo de Platón en su Academia, se dirigió a Atarneo, donde gobernaba Hermias, con el objetivo de instruirle en el arte de lo público. Dado que los filósofos no gobernaban en ninguna parte, los platónicos trataban de hacer filósofos a los gobernantes. Tan buena ayuda se prestó a Hermias que éste asignó a los académicos la pequeña ciudad de Asos en la que ejercerían trabajos de investigación, enseñanza y consejo político. Incluso Aristóteles se casaría con Pitias, hija adoptiva de Hermias.

FRAGMENTO 3: «…no habrá remedio, querido Glaucón, ni para los males que devastan los Estados ni incluso, creo yo, para los del género humano». Si la armonía entre las partes del alma del hombre tiene como objetivo su felicidad, la armonía entre las jerarquías del Estado tiene por objeto la felicidad del cuerpo político. Para evitar que se trastoque el fin del Estado y los gobernantes y los guardianes empiecen a buscar su lucro personal se deben instituir normas en el Estado. Entre los guardianes todo debe ser común y no debe existir propiedad privada. De la casta de los guardianes saldrán los gobernantes-filósofos y los que destaquen en inteligencia y justicia serán seleccionados para formar la casta gobernante. La casta de guardianes-filósofos no se mezclará con el resto del pueblo ya que deben nacer para el mando los mejores hijos de los mejores padres y éstos son los de la casta gobernante. Como cualquier otra realidad del mundo físico, el Estado ideal está sujeto a la degradación, degenerando a un sistema político imperfecto. El estado ideal es la aristocracia (gobierno de los mejores). Si los guardianes ocupan la posición de los filósofos, la degeneración del sistema político conduce a una timarquía en la que aquéllos acumulan riquezas y poder a espaldas del pueblo sin perseguir el bien de la comunidad. Esta timarquía degenera en oligarquía (gobierno de pocos) cuando la clase dirigente está compuesta por quienes poseen las riquezas. El cuerpo cívico se divide en dos Estados: el estado de los pobres y el estado de los ricos. Esta situación de la clase pobre conduce a la degeneración del sistema político en una democracia (gobierno del pueblo): los pobres se alían y se hacen con el poder para establecer un sistema igualitario de participación y libertad política. La imperfección de este sistema político estriba en el hecho que, si en la oligarquía había dos cuerpos políticos, en la democracia hay infinidad de ellos: tantos como individuos o familias. Los ignorantes tienen tanto poder como los sabios y la multitud se cree experta en todos los temas. La democracia degenera en el sistema político más alejado del buen gobierno: la tiranía

Organización Social y Política según Platón
Cada uno de los gobiernos imperfectos se corresponde con un tipo de hombre según las aleaciones. La peor de todas es la tiranía ejercida por uno sólo o por la colectividad, como en el caso de las democracias extremas. Bajo estos regímenes imperfectos el hombre es siempre esclavo porque no gobierna la razón sino las pasiones: en lugar de llegar a la plenitud, se bestializa. En la ciudad ideal los hombres encuentran la armonía que les conduce a la dicha porque sólo la senda de la verdad alcanza la felicidad. Y como se ocupa de asuntos del alma, que es inmortal, escapa de la muerte, pues habita verdaderamente en lo eterno.

En Las Leyes, otro diálogo de Platón, nuestro autor lo dedica al estudio de la ciudad ideal. Platón repasa las distintas formas de asociación humana y analiza lo bueno y lo malo de cada una de ellas. Las primeras comunidades eran una especie de paraíso. Como los hombres eran pocos, la naturaleza les ofrecía lo necesario. Lo tenían todo en común y cada grupo vivía aislado. Pero las catástrofes naturales y la multiplicación de la especie humana las transformó en comunidades más complejas. Y dentro de ellas, dos fundamentales (enfrentadas entre sí, dos madres de los sistemas políticos): monarquía (cuyo máximo exponente es el pueblo persa) y democracia (cuyo máximo exponente es Atenas). Sin embargo, ambos resultan inadecuados. Uno otorga demasiado poder al rey y el otro sobrevalora la libertad. Por eso los regímenes de Creta y Esparta son los más adecuados (sin ser perfectos): porque son una mezcla. ¿Cuáles son las bases de una ciudad ideal?

(1) Leyes. Los ciudadanos de este polis ideal y los que ejerzan su poder, deben esforzarse por obedecer las leyes. Los gobernantes son ante todo los servidores de las leyes.

(2) Dioses. Además, deben ser respetuosos con los dioses, buscando en todo la templanza, la moderación y la armonía. También debe ofrecerse culto a los dioses (con festividades bimensuales).

(3) Propia Alma. Después de los dioses, lo más digno de honor se encuentra en el interior de cada uno: la propia alma. Cada hombre tiene el deber de auto-perfeccionarse. Si las leyes son correctas, prescribirán lo bueno y prohibirán lo malo. Cumpliéndolas, además de servir al bien común, cumplimos nuestra tarea de mejora interior.

(4) Necesidades Materiales. En cuanto a las necesidades materiales, hay que satisfacerlas de manera equilibrada. Una vida sana y austera, pero sin apuros ni estrechez. Huir de la riqueza y de lo superfluo, pues son perjudiciales. A los hijos hay que legarles un gran sentido del honor y no oro. La convivencia se basará en el respeto mutuo, la generosidad, la verdad, el cumplimiento de la ley y la piedad hacia los dioses.

(5) Ciudad. La ciudad se contendrá en esos límites de moderación sin dejarse llevar por ambiciones. Un tamaño medio serán los 5.040 habitantes. La tierra será dividida en lotes entre los ciudadanos y para evitar grandes diferencias económicas se prohibirá la acuñación de moneda, el comercio y los préstamos. La arquitectura de la ciudad no debe ser amurallada (siendo el valor de los ciudadanos su mejor defensa) y los templos deben ocupar las alturas, estando al lado de los magistrados y los tribunales (para que los dioses y las leyes circunden la ciudad).

(6) Magistrados. Los magistrados serán 37 y elegidos por sus conciudadanos. Ninguno ejercerá su ministerio más de 20 años ni con menos de 50 años de edad. Además de los guardianes de la ley, habrá autoridades militares y religiosas y un Consejo. Así el poder se reparte y se equilibra y el gobernante único y sabio ya no es el adecuado.

(7) Jueces. En cuanto a los jueces, lo mejor es que los litigantes designen a un tercero como árbitro de sus diferencias. Habrá dos tribunales: uno para querellas privadas y otro para conflictos entre los individuos y el Estado.

(8) Familia. La familia no la deja Platón enteramente al arbitrio de la voluntad privada. La edad adecuada para contraer matrimonio es entre los 25 y los 35 años. Además, con la aprobación de las personas sabias, debe garantizarse la afinidad entre los contrayentes (p.e. regulación de las fortunas para evitar que el matrimonio sirva para acumular grandes riquezas). En el banquete invitarán a un máximo de 5 familiares y 5 amigos cada uno de ellos. Los esclavos deben ser tratados con dulzura y no castigarlos si no es estrictamente necesario. En cuanto a la vida privada de los ciudadanos debe ser moderada para que no los haga esclavos de los placeres (especialmente sexuales).

(9) Trabajo. Por la último, en cuanto al trabajo, cada ciudadano tendrá un oficio y sólo uno, estando prohibido hacer que otros trabajen por cuenta suya. Cada uno tendrá en la ciudad una única ocupación con la que se ganará la vida.

(10) Educación. La educación es la norma que inclina al hombre a someterse a la ley, hace que se incline a ser movido por el hilo de la ley. La educación debe ir encaminada a conducir al hombre a servir a las leyes, para que las personas y las ciudades alcancen la mayor felicidad posible. El primer paso de la educación es la música. En cuanto a la educación, los niños estarán dedicados a los juegos hasta los 6 años. A partir de entonces, comenzará su educación centrada en los deportes, la preparación militar y la música. Será obligatoria para todos, hombres y mujeres, porque garantizará unos ciudadanos sanos de cuerpo y de espíritu. La música y los deportes son partes esenciales en la formación de los ciudadanos. A partir de los 10 años, leer, escribir y otras materias (matemáticas). Deben controlarse y censurarse los textos literarios y las melodías. 


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LA DEMOCRACIA ATENIENSE (Texto Comentado de TUCÍDIDES: ALABANZA DE ATENAS)

Texto académico de evaluación continua
Historia de las Ideas Políticas I
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
«Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos, sino de la mayoría, es democracia. En lo que concierne a los asuntos privados, la igualdad conforme a nuestras leyes alcanza a todo el mundo, mientras que en la elección de cargos públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, conforme al prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad, y tampoco nadie, en razón de su pobreza encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad». (ALABANZA DE ATENAS. Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso).

El texto extractado, perteneciente a la Historia de la Guerra del Peloponeso, presenta la democracia de Atenas como régimen político modélico que, desde la igualdad ante la ley de sus ciudadanos, regula la participación en el gobierno de sus asuntos públicos bajo criterios meritocráticos (por lo que los ciudadanos son) y no bajo criterios económicos (por lo que los ciudadanos tienen). Puede convenirse que el texto está estructurado en torno a tres conceptos clave: (a) Régimen Político; (b) Democracia; y (c) Igualdad en lo público (para la elección de cargos públicos) y en lo privado (ante la Ley):


ACERCA DE TUCÍDIDES. Hijo de un propietario de minas y de una noble tracia, Tucídides (Atenas, 460 aC - 395 aC) recibió una esmerada educación. Nombrado estratega en Atenas, en el año 424 aC y seis años después de sobrevivir milagrosamente a una epidemia, se le confió el mando de una flota encargada de romper el asedio ateniense de Anfípolis (en Tracia). Fracasado en su intento, Anfípolis cayó en manos enemigas, motivo por el que fue condenado al exilio. Será a partir de entonces cuando Tucídides dedique sus esfuerzos a la escritura de la Historia de la Guerra del Peloponeso, obra fundamental en la historiografía antigua y que le ha valido la consideración como uno de los más grandes historiadores griegos. Cronológicamente, su Historia de la Guerra del Peloponeso narra los acontecimientos ocurridos entre el año 431aC y el 411aC. Como una confrontación entre la Liga de Atenas y la de Esparta, la guerra del Peloponeso es presentada como una consecuencia del creciente temor de los espartanos ante el imperialismo y el creciente poder económico adquirido por los atenienses. Escrita con gran rigor, su obra analiza los hechos objetivamente, sin ocultar por ello la admiración de Tucídides por algunas posturas políticas. Su obra histórica en el destierro destaca por dos cuestiones esenciales:

(a) Basada en Hechos Reales de Grecia. A diferencia de otros historiadores de su tiempo, como Herodoto (calificado por el propio Tucídides como logógrafo), nuestro autor centra su narración histórica en los griegos (sin recurrir a factores extraños al mundo heleno), basándola exclusivamente en los acontecimientos ciertos (sin hacer intervenir a los dioses). Todo lo ocurrido se debe a los actos de los hombres y todo lo narrado es verdad: la Historia es una autopsia de la realidad. Así, con el término sygraphein alude al acta o contrato con el lector por el que garantiza la veracidad de lo narrado: sólo puede escribirse lo que se ha visto. 

(b) Orientada a un Análisis Causal. Tucídides analiza los hechos históricos buscando sus razones (motivaciones, ambiciones y temores personales de los políticos), trascendiendo con ello lo puramente anecdótico a pesar de su recurso ocasional a la introducción de discursos ficticios. Esencialmente, los recursos formales que definen la arquitectura de su historia son dos: (1) Discursos (Logoi) o reconstrucciones aproximadas de lo que pudieron decir los personajes históricos; y (2) Acontecimientos (Erga) basados en los testimonios de los testigos interrogados y en pruebas jurídicas.

Contextualizados ya en la figura de Tucídides, veamos los tres conceptos clave en torno a los que se estructura el texto aquí comentado.

FRAGMENTO 1: «Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás somos un modelo a seguir...» Implícitamente, este primer concepto clave engloba dentro de sí tres conceptos medulares en el tema que nos ocupa: (a) Ciudad Griega; (b) Ley de la Ciudad; y (c) Régimen Político.

El Rey Teseo: Impulsor del Gobierno Unitario
1.1. Ciudad Griega. La aparición de la polis en la Grecia Arcaica es contemporánea a la sustitución de la realeza por los primeros gobiernos aristocráticos. El sinecismo por el que se crea la ciudad de Atenas se atribuye a una providencia gubernativa del rey Teseo quien persuadió a los diversos núcleos de población (eupátridas, georgoi y demiurgoi) a gobernarse de forma unitaria. En la Grecia Antigua la patria de los hombres era su ciudad: los ciudadanos de las diversas poleis se consideraban entre sí extranjeros, siendo compatriotas los hombres gobernados por las mismas leyes y costumbres. Dado que las fronteras de las patrias griegas eran legales y no geográficas, la ciudad griega era el territorio que, legalmente ocupado por los miembros de la misma estirpe, podía nutrirlos y ser defendido por ellos. Para un griego de mentalidad tradicional, su patria era su ciudad, el único sitio donde merecía la pena vivir: sólo en la ciudad podía ser libre y feliz. La idea de que fuera de la polis podía existir vida comienza a desarrollarse a partir del siglo IV aC. Dado que el fin de la polis griega no era el dominio, sino la vida feliz de sus habitantes, la felicidad pasaba por la posibilidad real de intervención política de sus ciudadanos, la cual estaba ligada a las reducidas dimensiones de la ciudad.

Dracón: Arconte y Legislador de Atenas (VII aC)
1.2. Ley de la Ciudad. Será en las colonias donde por primera vez la ley de la ciudad, conocida por todos, sustituya en aspectos importantes al derecho familiar, cuyas normas sólo conocían las familias nobles. En los siglos V y IV aC fue típico en el discurso político ateniense el conflicto entre las leyes de los dioses y las leyes de la ciudad. Fue la guerra de Atenas con Mégara la que propició la primera codificación legislativa ateniense, la de Dracón (625 aC), famosa por su rigidez y severidad, derogada posteriormente por Solón para dar a Atenas nuevas leyes con las que aumentar el bien común y lograr una convivencia pacífica de sus ciudadanos. Muy en la línea de la idea de moderación (eucosmía) y de respeto a los límites propia de los griegos, la concepción solónica de justicia tendió al término medio: los pobres no debían alterar el orden para arrebatar a los ricos sus propiedades y los ricos no debían extremar su ambición de despojar a los pobres y tenerlos como esclavos. Como es mejor vivir en armonía y esta armonía sólo se consigue respetando la ley, el pueblo de Atenas comprendió que su salvación dependía de tener buenas leyes, dictadas para señalar a cada uno su límite, aún a riesgo de desagradar a todos. Así pues, la ley de la ciudad definió el ámbito de lo público, de lo común a todos y posibilita la mutua convivencia: era necesario el respecto de todos a las leyes porque en ellas se vivía y gracias a ellas se vivía bien, es decir, en armonía.

Solón: Uno de los Siete Sabios de Grecia
1.3. Régimen Político. En su Libro III y aunque cien años después de que Tucídides escribiese el texto aquí analizado, Aristóteles definió un régimen político como la ordenación de las diversas magistraturas existentes en las ciudades con poder soberano y que informaban acerca de cómo estaban distribuidas dichas magistraturas (cuáles eran los órganos soberanos y cuáles eran las finalidades de la comunidad gobernada). La diferencia entre los diversos regímenes políticos no venía dada por los órganos de poder, que eran los mismos en todas las ciudades griegas (Consejo y Asamblea), sino por el número y calidad de los pobladores admitidos a la ciudadanía, por el empleo de unos mecanismos u otros en la adjudicación de cargos, en la selección de los votantes y en el sistema de votación. Todos los ciudadanos podían y debían asistir a la asamblea. Mientras que en las ciudades con régimen aristocrático los requisitos eran más estrictos y quedaban limitados a los hijos de los ya ciudadanos y en las oligarquías el requisito para acceder al cuerpo cívico exigía contar con un mínimo de recursos, en las democracias el límite económico era menor o no existía. En este texto de Tucídides, que como ateniense las enuncia en primera persona del plural, pone de manifiesto que Atenas fue la primera ciudad griega que prescindió de la realeza y pasó a gobernarse de forma igualitaria. Es este el motivo por el que Tucídides afirma que Atenas no imita, sino que la imitan. No obstante, los precedentes históricos de la ciudad de Atenas en lo que a su evolución política se refiere, son similares al del resto de las grandes ciudades griegas de su tiempo. Como el resto de Grecia, la población ateniense procedía de los pueblos indoeuropeos que sucedieron a la civilización minoica y sufrió la misma evolución política que el resto de las polis griegas: realeza (como resto de la época anterior) y revolución aristocrática subsiguiente entre el año 1080 aC y la reforma de Solón.

Clístenes: el Nuevo Estado basado en la Isonomía 
FRAGMENTO 2: «… Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos, sino de la mayoría, es democracia…» A las guerras civiles atenienses, sucedió la lucha de partidos. Mientras que la familia que más se distinguió en defensa de los viejos ideales aristocráticos fue la de las Filiadas, los que se inclinaron más hacia la democracia fueron los Alcmeónidas, entre cuyos miembros se contaba a Clístenes. La política ateniense estará marcada por el antagonismo político de estas dos corrientes de opinión (o partidos), cuyos jefes eran acusados mutuamente ante el pueblo de traición, se ostraquizaban y se levantaban las penas de destierro. ¿Cómo se relacionaron en esta época las dimensiones política y económica? Atenas, sin asomarse al mar, no hubiera pasado nunca de ser una ciudad pobre, dividida y sometida a la voluntad de los vecinos más poderosos. No fue la ambición, como les reprocharía Sócrates, la guía de los gobernantes atenienses que hicieron posible su poderío marítimo, sino comprender las necesidades de su ciudad. Atenas era flota o no era nada en absoluto. Con una producción agrícola insuficiente en el Ática, buscar en el mar los recursos necesarios para su población era imprescindible. Tucídides opinaba que «al hacerse Grecia más poderosa y dedicarse a la adquisición de riquezas, en la mayoría de las ciudades se establecieron tiranías con el aumento de los ingresos». Es pues, el aumento de la riqueza y no el castigo divino a la injusticia del hombre público, la causa por la que apareció la tiranía. Ambos fenómenos están asociados: el aumento de la riqueza precede siempre a la tiranía. Tanto es así que las viejas aristocracias agrícolas se transformaron (de hecho) en plutocracias tan pronto como aumentó la actividad marítima. En este nuevo contexto económico y social, el gobierno de uno solo interesaba más que el antiguo régimen igualitario porque garantiza el orden y la igualdad. No obstante, la fuerza política del tirano, la que lo alzó y sostuvo, fue el pueblo y no los plutócratas. Por ello, con la tiranía aumentó vertiginosamente el gasto público destinado a obras grandiosas y al patrocinio de fiestas comunes: como un pueblo bien alimentado era la mejor guardia personal del tirano, estando contento aquél, éste estuvo seguro. Por tanto, esta tiranía corrompió la vieja noción aristocrática de libertad (como posibilidad personal de intervención política dentro de la legalidad) convirtiendo en súbditos a los ciudadanos. Los atenienses fueron los primeros en desterrar el gobierno de un solo hombre excelso que intercambiaba paz y riqueza por sumisión. Entendieron que dicho intercambio era un trueque de prosperidad por docilidad y esclavitud, por cuanto en su seno abdicaban de su voluntad para someterla a la voluntad del otro. En este contexto, el proyecto del imperio universal significó esclavitud universal, motivo por el que promovieron la irrupción de la democracia como régimen político. Para ello optaron por agruparse en pequeñas comunidades en las que contaba y servía la voluntad de cada ateniense. Se trata del único régimen político en el que el hombre puede tener libertad de acción y potestad para gobernar su destino, libertad que produce una vida feliz, la única digna del hombre. Este modelo ateniense opta por un equilibrio entre las voluntades de todos los hombres en lugar de subordinarlas a la voluntad de uno solo. En lugar de optar por la jerarquía para construir y mantener el orden social, optó por la armonía de las voluntades de todos sus ciudadanos hilvanadas por la ley. Para su gobierno, Atenas contaba con la voluntad de todos, la del pueblo, porque como patria, la ciudad era de todos, para todos y a todos competía su gobierno con arreglo a la ley.

FRAGMENTO 3: «… En lo que concierne a los asuntos privados, la igualdad conforme a nuestras leyes alcanza a todo el mundo, mientras que en la elección de cargos públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, conforme al prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad, y tampoco nadie, en razón de su pobreza encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad». La batalla de Maratón del año 490 aC tuvo consecuencias políticas de tal alcance que nuestra civilización occidental no existiría hoy: todas las ciudades griegas, una por una, se hubieran rendido ante la aplastante superioridad bélica de los persas. Los principios políticos de libertad, igualdad o legalidad que fundamentan nuestras actuales instituciones fueron pensados para el gobierno de esas ciudades que eran libres y porque eran libres. La Atenas política comprendida entre los años 431aC y 411aC conoció la constitución de Clístenes por cuanto su configuración del Estado ático no fue derogada hasta el año 406 aC. 

Considerado como el creador de la democracia ática, Clístenes articuló una constitución que aunó el bien patrio con los intereses de los ciudadanos, haciendo realidad con ello el ideal solónico: sus instituciones eran tales que a nadie interesó destruirlas durante más de cien años. Tomando el poder de los aristócratas, en el año 506 aC, Clístenes promovió una reforma administrativa que, debilitando los vínculos familiares, fortaleció los patrióticos dando preferencia al principio de territorialidad frente al gentilicio. De hecho y a partir de entonces, para designar a los hombres se añadió el nombre del demo y de la tribu al nombre propio seguido del nombre del padre. Sobre esta base, el nuevo régimen propició el tránsito del régimen ateniense a la democracia. Hay que recordar que en la conformación de la polis, originariamente, el factor territorial era secundario con respecto al genealógico. El hecho de vivir o nacer en una ciudad no otorgaba el derecho de ciudadanía. La regla era que ese derecho se transmitía de padres a hijos. Dividiendo el Ática en tres regiones y cada una de éstas en tres distritos (Tritriai) que aglutinaba un número variable de municipios (Demos), Clístenes adscribió a cada demos a las personas que los habitaban, independientemente de sus vínculos familiares. Diez nuevas tribus (entre ellas la Filé, formada por las tritrías del campo, del puerto y de la ciudad) sustituyeron a las cuatro tribus tradicionales como órganos administrativos intermedios entre la demo y el gobierno de la ciudad. Cada tribu nombraba un estratego, de forma y manera que los diez estrategos se turnaban para dirigir la tropa en tiempo de guerra, bajo la autoridad del Polemarco. Al estar los demoi de cada tribu situados en diferentes territorios, se consiguió la implicación de todos en la defensa de todo el territorio: el interés del Estado pasó a primar sobre los intereses particulares o de casta. En este contexto, Clístenes creó un nuevo Consejo deliberativo (Bulé), formado por 500 miembros designados a partes iguales por cada tribu y sujetos a una rotación mensual. Al cabo del año se elegía otro consejo. Por su parte, los Pritanes (reunidos en el Pritaneo, donde residían a costa de la ciudad durante el mes correspondiente) ostentaban competencias de gobierno durante cada mes, en sesiones presididas por el arconte Epónimo (durante su año de mandato) y en las que despachaban asuntos de gobierno ordinario. Paralelamente, los asuntos extraordinarios eran sometidos a la totalidad de la Bulé, que, después de deliberar, emitía su resolución, la cual, adquiría efectividad tras la aprobación de la asamblea (Ekklesia), formada por todos los varones mayores de edad (excepto los tethes, cuarta clase solónica). En este extremo, existe una salvedad a la afirmación de Tucídides «…nadie, en razón de su pobreza encuentra obstáculos». Solón, siglo y medio antes que Tucídides escribiese este texto, creó un nuevo censo ciudadano en virtud del cual distribuyó a los atenienses en cuatro grupos (clases solónicas) atendiendo a su riqueza y no a su posición social: el primero, formado por aquellos que cosechaban quinientas medidas de grano; el segundo, trescientas; el tercero, hasta doscientas; y cuarto, los tethes que, con un umbral de renta inferior, no tenían derechos ni obligaciones políticas. No obstante y para hacer participar en el gobierno también a los más pobres, Solón fundó la Heliea, tribunal al que se podía apelar cualquier sentencia del Areópago y que estaba formado por jurados elegidos por sorteo entre todos los ciudadanos. Andando el tiempo, este tribunal se convertiría en uno de los órganos de poder más importantes del Estado ateniense.

Pericles: Primer Ciudadano de Atenas, según Tucídides
En Atenas, la libertad incluía, además de capacidad de intervención política, el ingrediente de libertad personal. El pueblo ateniense llegó a ser el amo del destino de su ciudad, si bien, al tratarse de un pueblo no muy bien educado (sin las ventajas de la agogué espartana), fue relativamente fácil de conducir por quiénes poseían el secreto de la oración, de forma y manera que la asamblea llegó a adoptar los ademanes de un gigantesco déspota. Según el propio Tucídides, el gobierno del demagogo Pericles fue muy parecido al de los buenos tiranos. Atenas era una democracia sólo de nombre, en realidad gobernada por el primer ciudadano. Aunque gobernó respetando la libertad de todos, debido a sus buenas cualidades, la asamblea le obedecía. Todos los asuntos importantes de Atenas pasaron por sus manos y eso que sólo desempeñó el cargo de estratego. No fue nunca arconte. Pero convencía al pueblo sin adularlo y gobernaba según su criterio, con la contra inoperante del partido aristocrático. Con las obras públicas, la marina y los espectáculos, Pericles ocupó, recreó e hizo protagonista al pueblo, motivos por los que éste le era fiel, mientras los aliados de la Liga se quejaban de que sus tributos se gastaban en adornar la ciudad y en sojuzgarlos a ellos. En esta misma línea de razonamiento, tanto Sócrates como Protágoras nos advierten de los riesgos de la oratoria: 

(a) Definiendo a los sofistas como «tenderos que venden los géneros del alma», Sócrates argumentaba que la dialéctica (arte de construir discursos dobles) era un arma persuasiva que podía conseguir la sentencia favorable del tribunal y dominar la asamblea (cada vez más, los órganos de poder en Atenas); y 

(b) Según Protágoras, en una ciudad democrática, el campo de batalla en el que se enfrentaban y luchaban por el poder los nuevos héroes fue la asamblea y el tribunal de justicia: lanzas y espadas se cambiaron por palabras. En este nuevo contexto, no ganaba el que más hombres vencía y el de mejor linaje, sino el que más hombres convencía, incluyendo a los mejores. Así, la justicia fue la voluntad del vencedor que se impuso a la de todos los demás para conformar la ley de la ciudad. Desde entonces, la ley (Eunomía) es hermana de la justicia (Diké) y de la paz (Eirené), todas ellas hijas de la ley divina (Temis) y del poder divino (Zeus): las tres hermanas van siempre juntas: donde no hay leyes no puede haber justicia ni paz.

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