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El SISTEMA DE PARTIDOS entre 1977 y 1982

Texto académico de TEMA DE DESARROLLO en Prueba Presencial
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
El sistema de partidos 1977-1982. 

A principios de 1977 y después del primer semestre de gobierno por parte de Adolfo Suárez, el momento político queda caracterizado por cuatro factores básicos:

- Claro retroceso de los inmovilistas.

- Afianzamiento de los reformistas.

- Avance de la oposición democrática que pasa de la presión de la calle a sentarse en la mesa de negociación. Durante la posterior fiebre asociacionista, llegaron a constituirse más de doscientos partidos políticos, aunque la conciencia del «voto útil» polarizó las fuerzas y acabó por centrar las opciones en unos pocos partidos políticos.

Estos tres primeros factores configuradores del contexto político de principios de 1977 se vieron fuertemente influenciados por la aprobación en referéndum (celebrado el 6 de diciembre de 1976) del proyecto de Ley de Reforma Política (LRP) presentado por Adolfo Suárez ante las Cortes meses antes. Habiéndose asegurado la neutralidad de las Fuerzas Armadas y negociado con los sectores del régimen el procedimiento de reforma, Suárez logró que las Cortes aprobasen su proyecto, dotando de legalidad el referéndum de ratificación de la LRP. El éxito cosechado por Suárez en el referéndum [1] le dotó de absoluta legitimidad para negociar ante la oposición (desde comunistas hasta demócratas-cristianos, pasando por partidos regionalistas) las políticas a seguir para llegar a unas primeras elecciones generales libres convocadas en España desde 1936.

Organizada en una Plataforma de Organismos Democráticos, la oposición articuló las siguientes peticiones en la negociación emprendida con el gobierno: (a) Convocatoria de Cortes Constituyentes, (b) Amnistía, (c) Legalización de los partidos políticos, (d) Reposición  de los Estatutos de Autonomía plesbicitados en los años treinta, y (e) Disolución de las instituciones de la dictadura [2].

- Fracaso de los intentos de militarizar el orden público en una confluencia de intereses por parte de grupos de extrema-derecha (Guerrilleros de Cristo Rey) y extrema-izquierda (GRAPO). Al quedarse fuera del nuevo sistema en gestación, actuaron en la línea de crear un clima de pánico que paralizase el proceso de instauración democrática. Esta postura quedó ejemplificada con la «Matanza de Atocha». No obstante, Atocha generó justamente el efecto contrario al pretendido.

En esta situación, se aceleró el proceso de negociación y de legalización de los partidos políticos. Sin permiso de los militares, Suárez legalizó el PCE. A partir de aquí, quedaba abierta la carrera a las elecciones de junio de 1977, las primeras desde 1936. En estas elecciones el voto se concentró en UCD (incluía antiguos azules y socialdemócratas) y PSOE. Estos dos partidos estaban flanqueados a derecha e izquierda por AP y PCE. El cuadro lo completaban varios partidos nacionalistas y regionalistas, que en ningún caso encabezaron los resultados de sus circunscripciones. Habían triunfado los partidos más cercanos al centro y dirigidos por líderes jóvenes con mensajes de cambio dentro de un orden. Suárez y González representaban una ruptura con el pasado. Fue la muerte ritual del padre. Se querían caras nuevas. PCE de Carrillo, AP de Fraga y Partido Socialista Popular de Tierno Galván cosecharon un rotundo fracaso.

En 1977 quedó configurado un primer sistema de partidos que no se parecía en nada al surgido en las elecciones de 1931: una nueva discontinuidad en una historia discontinua. La división izquierda/derecha no estaba ya cortada por la línea de clase social, ni de si monarquía o república. En 1931 los partidos que formaron el gobierno provisional obtuvieron una aplastante mayoría parlamentaria, en 1977 la divisoria izquierda/derecha (PSOE/UCD) resultó muy equilibrada. Tanto en la derecha como en la izquierda los triunfadores se situaban en la zona más cercana al centro, mientras que hacia los extremos quedaron dos partidos minoritarios y hubo un espacio de 25 diputados de partidos regionalistas-nacionalistas (7% del electorado). ¿Resultado? Bipartidismo Imperfecto: dos partidos habían aglutinado el 63% de los votos y se repartían el 80% de los escaños.

Al no haber mayoría de ningún partido, fueron momentos de negociación. Por eso Santos Juliá califica el trienio 1978-1982 como tiempo de consenso. El primer debate parlamentario se celebró a finales de 1977. Se trató acerca de ampliar la amnistía, superar los residuos de la guerra civil, hacer frente a la crisis económica, elaborar una Constitución, reconocer la personalidad de las regiones y nacionalidades y restablecer los derechos históricos de Euskadi. En su deseo de «llevar al Estado lo que ya estaba en la calle» y como muestra de su talante innovador, Adolfo Suárez fue quien por primera vez promovió una amplia amnistía. En julio de 1977 se celebró el primer debate parlamentario después de las elecciones del mes de junio. Todos los partidos políticos con representación parlamentaria tuvieron ocasión de exponer sus programas y objetivos políticos. Entre los propósitos enunciados destacó la ampliación de la amnistía. De hecho, lo primero que se debatió fue el proyecto de Ley de Amnistía presentado por varios grupos parlamentarios[3]. La idea de consenso que prevaleció fue la de olvidar el pasado y no utilizarlo como arma de lucha política. Por tanto, nadie que aceptase las nuevas reglas debía quedar fuera por motivos del pasado. La memoria de lo que todos valoraron como una trágica escisión política y social fue el elemento cohesionador que reforzó el consenso de todos. Así pues, la amnistía general promulgada en octubre de 1977 fue el primer peldaño de un proceso que, a través de una Constitución democrática, debía conducir al ingreso de España en la CE. En definitiva, dibuja un escenario, un tiempo y un espacio de consenso necesario para generar la estabilidad suficiente para fomentar y potenciar el inicio del nuevo proyecto de sistema político democrático y de monarquía parlamentaria que se encontraba en avanzado estado de gestación. El 23 de diciembre, la Ponencia Constitucional presentó el proyecto que habría de ser debatido por los grupos parlamentarios.

La expectativa de que una vez consolidada la amnistía general y promulgada una Constitución democrática el terrorismo iría menguando, no se vio cumplida. A medida que el proceso avanzaba, los atentados se incrementaban con el propósito de provocar a las fuerzas armadas. En 1973 hubo 4 atentados con víctimas mortales. En 1978 hubo 71 con 85 muertos, En 1980 91 atentados con 124 muertos. A las acciones terroristas, se añadió el malestar militar con algunas conspiraciones e intentos de golpes de Estado que el gobierno pudo atajar, aunque mostrando una progresiva debilidad, agudizada por la errática conducción del proceso autonómico.

Un sistema político asediado por numerosos y fuertes enemigos. El más grave problema radicó en que el partido del gobierno (UCD) en un proceso de fragmentación y descomposición interna que acabaría por devorar a su creador y disolver su producto. Después de una moción de censura presentada por el PSOE, de varias crisis de gobierno y de la pérdida de control sobre su propio grupo parlamentario, Suárez dimitió en enero de 1981. La sombra de la democracia volvía a ser débil. El 23 de febrero un intento de golpe de Estado a la vieja usanza ponía de manifiesto la fragilidad de las instituciones democráticas. La intervención del rey y la multitudinaria manifestación ciudadana devolvieron el impulso político necesario para seguir adelante en el proceso de consolidación democrática. El partido del gobierno acabó por fragmentarse en varios grupos. Leopoldo Calvo-Sotelo intentó reconducir la situación con el ingreso de España en la OTAN y con un pacto con el PSOE para ordenar el desarrollo autonómico y la celebración del juicio contra los golpistas del 23-F. Pero desasistido de su partido y con su propio grupo parlamentario torpedeando su política, adelantó el fin de la legislatura y convocó nuevas elecciones para el 22 de octubre de 1982.

Se ha señalado el año 1982 como el final de la transición. El día 28 de octubre se celebran las elecciones generales convocadas por un Leopoldo Calvo-Sotelo desasistido por UCD y con su propio grupo parlamentario «torpedeando» su política. Con una participación electoral del 79,8% del censo electoral (casi 12 puntos mayor que la registrada en las anteriores elecciones), el PSOE logró una aplastante mayoría absoluta (más del 48% de los votos emitidos, es decir, más de 10 millones de votos) que se tradujo en 202 escaños[4] (frente a los 107 escaños de AP, un 26,36% de los votos emitidos, es decir, más de 5,5 millones de votos). El PSOE tocó techo. Pero, hasta la fecha, ningún otro partido político, en ninguna otra cita electoral ha conseguido igualar o superar estos resultados. 

Ante esta prueba fehaciente de legitimidad de la democracia ante los españoles y sin haberse superado aún los peores efectos de la crisis económica iniciada en 1974, el gobierno formado por Felipe González se enfrenta a una de las situaciones más delicadas de la frágil democracia española del momento, la cual le presenta una serie de retos que bien podrían agruparse en dos grandes crisis: (a) Económica y (b) Política.

Crisis Económica: Inflación + Déficit + Paro.

Inflación superior al 15% anual que hacía estragos sobre el poder adquisitivo de la población y su renta disponible para el consumo, mientras otros países europeos como Alemania, Gran Bretaña o Francia registraban tasas de inflación del 4,5%, 5,4% y 9,6% respectivamente. Ante esta situación, el gobierno de Felipe González puso en marcha una política monetaria destinada a contener la inflación y que conllevó una devaluación de la peseta en noviembre de 1982 y un ajuste realista del tipo de cambio (que supuso una depreciación del 8%).

Déficit público en continuo aumento. El balance desequilibrado entre los ingresos y el gasto público acompañará al gobierno socialista durante toda su primera legislatura. No conseguirán estabilizarlo (incluso, reducirlo levemente) hasta mediados de su segunda legislatura, cuando Carlos Solchaga abandona la cartera de Industria y Energía y sustituye a Miguel Boyer al frente del MEH. Actualmente, el déficit público es considerado un fenómeno reciente por cuanto se produce por primera vez en el año 1977. Desde ese momento y hasta el año 1982, su financiación recaía exclusivamente sobre el Banco de España. Es precisamente a partir de la formación del gobierno socialista que la financiación del déficit público se orienta hacia los mecanismos de mercado, lo cual exigió la puesta en marcha y desarrollo de una política de Deuda Pública. Ante esta situación, el gobierno de Felipe González puso en marcha una política fiscal destinada a la contención del gasto público para conseguir controlar primero y reducir después el déficit público. En el año 1982, teniendo la Deuda Pública un marcado carácter creciente con respecto a la década anterior, aún se mantenía bastante lejos de los techos máximos que nuestra Deuda Pública alcanzó a mediados de la década de los 90.

Imparable destrucción de empleo con tasas de paro del 16,5% de la población activa. Ante esta situación, el gobierno de Felipe González puso en marcha una serie de políticas estructurales (en los ámbitos de la industria, la energía, la agricultura, la SS y la empresa pública) que, junto a una política salarial dirigida a la contención salarial mediante el establecimiento de acuerdos interconfederales, estaban destinadas al fomento de la creación de empleo.  

Crisis Política: Nuevo Sistema de Partidos Políticos + Terrorismo + Proceso Autonómico + Ingreso a la CE.

Después de las elecciones de octubre de 1982 se produce un cambio radical del sistema de partidos. El Bipartidismo Imperfecto deja paso a un Sistema de Partidos Predominante (escenario vigente durante las próximas dos décadas) en el que, además del triunfo rotundo del PSOE, se produce un/a:

- Quiebra y desmoronamiento del partido en el Gobierno y protagonista de la transición. Es la «Quiebra del Centrismo». UCD logró 11 escaños, es decir, un 6,77% de los votos, poco más de 1,4 millones de votos, demostrando ser una coalición de diversas «familias» no siempre bien avenidas, tal y como quedó de manifiesto por la dimisión de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno a principios de 1981 como consecuencia de las disensiones internas dentro de su formación política. Era el precio de no haber conseguido ir más allá de «una mera coalición electoral».

- Ascenso de AP que, con las cifras citadas más arriba, logró posicionarse en el Parlamento con un incremento de 97 diputad@s.

- Hundimiento del PCE. Sin llegar a los 900.000 votos (un 4% de los votos emitidos) sólo logró 4 escaños (es decir, perdió 19 diputad@s).

- Confirmación de los partidos políticos nacionalistas. Analizando la fisonomía regional del escrutinio de 1977 y 1982 se observa el potente latido regionalista en Catalunya: 1 de cada 2 votos emitidos en Catalunya 5 años antes ya era de tendencia marcadamente autonomista (el 20% del voto registrado fue comunista y el 30% socialista).

Resulta de interés analizar la evolución del arco parlamentario a lo largo de las EEGG de 1977, 1979 y 1982. Ofrece una excelente perspectiva histórico-evolutiva de nuestro sistema de partidos políticos (esbozando las matrices de trasferencia de voto que se produjeron después de cada una de las citas electorales).

Terrorismo de ETA asestando golpes. Entre los años 1978 y 1981, ETA asesinó a 264 personas. Durante la legislatura se produjeron más de un centenar de víctimas. Sólo en 1982 ETA asesinó a 37 personas. En 5 años (de 1978 a 1982) se registró un 1/3 del total de víctimas de ETA (829 personas).

Conducción incierta del proceso autonómico.

Obstáculos planteados por Francia para que España se incorporase a la CE. No se consiguió la integración con pleno derecho hasta el 01/01/1986.

Ante estos retos planteados al PSOE, el decálogo de las líneas estratégicas de actuación política del gobierno liderado por Felipe González (iniciado en 1982 y continuado en parte a lo largo de las siguientes legislaturas) fue el siguiente:

(#1) Sanear la economía adoptando medidas de ajuste,

(#2) Completar el mapa autonómico aprobando los Estatutos de Autonomía pendientes y la Ley Orgánica de Financiación de las CCAA;

(#3) Lograr un Ejército más reducido y eficaz, subordinado al poder civil;

(#4) Pactar con la Iglesia Católica la financiación de la red de centro privados de enseñanza primaria;

(#5) Reformar la Justicia;

(#6) Dotar al Estado de recursos suficientes para emprender Políticas Sociales que conformen el Estado de Bienestar,

(#7) Mostrar al empresariado la no voluntad intervencionista del Estado,

(#8) Reforzar las políticas de «vertebración» de España (con proyectos de obras públicas y comunicaciones);

(#9) Fomentar y potenciar la cultura española; y

(#10) Afirmar la presencia de España en el ámbito exterior (manteniéndola en la OTAN y logrando su plena integración en la CE, salvaguardando las relaciones bilaterales con EEUU).




[1] 94,2% de los votos emitidos fueron a favor y tan sólo un 2,6% de los votos en contra (registrándose una abstención del 22,3%).

[2] El Tribunal de Orden Público, el Movimiento Nacional y la Organización Sindical.

[3] Concretamente, los siguientes grupos parlamentarios: centrista, socialista, comunista, minorías vasca y catalana, mixto y socialistas catalanes.

[4] Supone el inicio de la Era Socialista entendida como el predominio más prolongado de un partido político elegido por sufragio universal en toda la historia contemporánea de España. De hecho, Felipe González, con trece años y cinco meses como Presidente de Gobierno, es el líder de un partido político que más tiempo ha permanecido en el poder, casi quintuplicando la anterior marca de O’Donnell (con cinco años y dos meses, entre 1858 y 1863).

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CONSTITUCIÓN DE 1978 y ESTADO AUTONÓMICO

Texto académico de TEMA DE DESARROLLO en Prueba Presencial
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
Constitución de 1978 y Estado autonómico. 

La Constitución de 1978 obtuvo amplísima mayoría tanto en la votación del Congreso (con un 93% de votos favorables), como en la votación del Senado (con un 89% de votos favorables) y, posteriormente, un generalizado consenso social en el referéndum celebrado el 6 de diciembre de 1978 (87,78% de los votantes, cifra que representaba casi el 60% del censo electoral) y del que sólo se excluyeron los nacionalistas vascos. Este amplio consenso sólo es posible si su contenido se ajusta de forma mayoritaria a las necesidades y expectativas políticas del conjunto de la ciudadanía. La Constitución de 1978 acaba por completo con esta configuración política y social. Del mismo modo que la Constitución de 1812 supone para España el inicio del Estado Liberal dejando atrás el Antiguo Régimen, la Constitución de 1978 representa para España la recuperación de un régimen democrático (dejando atrás de nuevo un Antiguo Régimen) propugnando como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. 

El Régimen Franquista se estructuró y desarrolló sobre la base compartida de tres pivotes, instrumentos y funciones esenciales: (a) Militarismo y Ejército para amedrentar, (b) Catolicismo e Iglesia para re-ligar y adoctrinar, y (c) Tradicionalismo-Conservadurismo y Movimiento Único de origen falangista para gobernar.

Con respecto a la Fuerza Armadas, en su Título Preliminar, les asigna la misión de garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional, derivándose a una Ley Orgánica (por tanto, con elevado consenso de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria) la regulación de las bases de su organización.

Con respecto a la Iglesia, declara expresamente la aconfesionalidad del Estado, sin reconocerse religión oficial alguna (si bien hace mención expresa a la Iglesia católica). Para el Régimen, España era «Una, Grande y Libre», una tríada con claro simbolismo teológico (Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo) a través de la cual y de modo implícito, compara (buscando la identidad) a España con la Iglesia.

Con respecto al Conservadurismo ideológico que abogaba por una democracia orgánica (por oposición a la parlamentaria) con la Constitución de 1978, estructurada en una parte dogmática[1] y una parte orgánica[2], se establecen los siguientes principios rectores:

(a) Una Monarquía Parlamentaria. Hay quien ha utilizado las denominaciones de «Segunda Restauración» o «Restauración Monárquica». No obstante y respecto a otros contextos históricos y para evitar concomitancias con el código de 1876, este planteamiento implica una limitación (o pérdida) de los poderes de la corona.

(b) Soberanía Nacional, la cual reside en todo el «pueblo español», el cual podrá participar directamente o a través de representación (elegida por sufragio universal) en las instituciones del Estado.

(c) Un Estado Social y Democrático de Derecho:

Estado de Derecho, esencialmente, manifestado a través del imperio de la ley, la sujeción del Estado al derecho, la división de poderes (legislativo con bicameralismo[3], ejecutivo y judicial[4]) y el reconocimiento de un amplio catálogo de derechos y libertades fundamentales (tanto individuales como colectivas)[5] por parte del Estado. Abre la vía al divorcio, constitucionaliza el derecho a huelga, aunque no el de objeción de conciencia.

Estado Democrático, esencialmente, manifestado en un pluralismo democrático que incluye desde el pluralismo cultural (lingüístico y simbólico) hasta el pluralismo político (constitucionalizándose la existencia de partidos políticos nacionales y regionales, sindicatos y agrupaciones patronales), pasando por el pluralismo social.

Estado Social, esencialmente, manifestado en la intervención del Estado en la vida social y económica para, haciendo un uso alternativo del derecho más allá de la mera protección del statu quo, promover y garantizar un mayor grado de bienestar en beneficios de todos los ciudadanos en un orden de economía mixta (reconociendo la propiedad privada y el mercado libre, pero con un sector público interventor por medio de la planificación económica).

(d) Un Estado Autonómico que implica un elevado grado de descentralización. Se establecen las Comunidades Autonómicas dotadas de amplias competencias. Es nuestro «Estado de las Autonomías». Se introdujo por primera vez el término «nacionalidad» al reconocer y garantizar el «derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones» después de afirmar enfáticamente la «indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles». Lejos queda por tanto, aquel «Una, Grande y Libre».



[1]  Principios constitucionales y derechos fundamentales.

[2]  División de poderes y organización política y territorial.

[3] Se establece un doble parlamento formado por el Congreso (con criterios de representación proporcional) y el Senado (sistema mayoritario con representación igual por provincia). Así mismo, se refuerza el poder ejecutivo frente al Parlamento, ya que la moción de censura constructiva hace prácticamente imposible retirar la confianza al gobierno por iniciativa del Congreso.

[4] Aunque no integrada en el Poder Judicial, hay que citar la Justicia Constitucional materializada en el Tribunal Constitucional que, como intérprete supremo de la Constitución y encarnando una auténtica jurisdicción, es el órgano encargado de velar por la adecuación constitucional de los actos de los poderes públicos (incluida la producción normativa del poder legislativo) y de los particulares.

[5] Por su contenido material, los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución de 1978 muestran todos los estadios de afirmación de los derechos públicos subjetivos: desde el Estatus Libertatis (derechos personales) hasta el Estatus Positivus Socials (derechos económicos, sociales y culturales), pasando por el Estatus Civitatis (derechos civiles derivados de un Estado de Derecho) y el Estatus Activae Civitatis (derechos políticos derivados de un Estado Democrático). Es gracias a la consolidación constitucional que todos estos derechos subjetivos que actualmente (y desde ya hace unos años) se pueda hablar en España de una Sociedad Civil Organizada como el Quinto Poder del Estado.

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Los 70s: la CRISIS del FRANQUISMO

Texto académico de PREGUNTA CORTA en Prueba Presencial
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
Los años 70 del siglo XX: la crisis del franquismo. 

Los años setenta supuso una rampante crisis del régimen, simbolizada en la larga y penosa agonía de su fundador. A principios de 1969, en el inicio del tardofranquismo y debido a la proliferación de liderazgos antagonistas, era cada vez más evidente la tensión entre dos estrategias políticas enfrentadas: (a) Un sector del Movimiento que pretendía asegurar su continuidad ampliando su base social y la participación política (por medio de una Ley de Asociaciones); y (b) Los «Tecnócratas» que se habían propuesto controlar la transición hacia la monarquía en vida de Franco manteniendo la estructura autoritaria del sistema político. El enfrentamiento de estas dos posturas, unidas a un «gobierno paralizado», abrieron una crisis política sin precedentes en los anales de la dictadura. Se trata del «posfranquismo en vida de Franco» con el que quedaba patente la degradación del franquismo como régimen político. Como proceso, pueden diferenciarse tres fases sucesivas: (1) El Primer Gobierno Monocolor  [Tecnócrata] de Carrero Blanco de 1969. Partidario de un gobierno sin divisiones internas, Carrero optó por uno sólo de los viveros del régimen, resultando un gobierno sin «azules», ni «católicos» y con mayoría del entorno de López Rodó (como prueba del triunfo de los tecnócratas del Opus Dei); (2) El Segundo Gobierno Bicolor de Carrero Blanco de 1973. Separada por primera vez la Jefatura del Estado de la del Consejo de Ministros, Carrero Blanco (Presidente del Gobierno), 6 meses antes de ser asesinado por ETA, remodeló el gobierno recuperando las facciones excluidas; y (3) El Primer Gobierno de Arias Navarro de 1974: un Gobierno Monocolor sin Opus Dei (entre el Búnker y los Tácitos) con el que el proyecto continuista del régimen por transición hacia una monarquía autoritaria (encallado en el inmovilismo de Carrero Blanco) perdía con la salida de López Rodó al segundo de sus arquitectos. 


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Los 60s: DESARROLLO, CAMBIO y CONFLICTO

Texto académico de PREGUNTA CORTA en Prueba Presencial
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
Los años 60 del siglo XX: desarrollo, cambio y conflicTO.

Después de la reforma administrativa y del Plan de Estabilización de 1959, la economía española estaba preparada para un crecimiento intenso y sostenido. A partir de 1964 y desde unos ministerios económicos liderados por los tecnócratas, se impulsaron tres Planes de Desarrollo con los que se logró: (a) Crecimiento económico sin precedentes [1]; (b) Cambios permanentes en la estructura industrial; (c) Otra distribución territorial [2]; (d) Sociedad industrial diversificada (con flujos de capital y transferencias de divisas) en coexisten la tradicional producción de bienes de consumo con la de bienes intermedios y de inversión. Esta industrialización indujo a una reorganización social en forma de movimientos de población también sin precedentes: 2 MH protagonizan un primer gran flujo migratorio al extranjero [3] y después, en el entorno de la emigración interior, más de 4,5 MH protagonizan un éxodo rural  interprovincial (que reforzó el peso demográfico del triángulo Madrid-Barcelona-Bilbao [4]). Gestándose los primeros balbuceos de la sociedad de consumo con la irrupción de una nueva clase social media, esta redistribución poblacional trajo consigo una nueva: (a) Composición de la Población Activa [5]; (b) Transformación Urbana (pasándose de la chabola y el realquiler a la VPO); (c) Clase Obrera [6], (d)  Crecimiento y Composición de las Clases Medias, definitivamente incorporadas a la empresa capitalista y al Estado; (e) Rápido Proceso de Secularización Social [7]. En un contexto en el que los partidos políticos continuaban prohibidos [8] y una libertad de prensa constreñida, esta reorganización social generó una conflictividad social caracterizada por un cambio de cultura política [9], los pactos entre oposición (exterior) y disidencia (interior) para la construcción de un proceso constituyente democrático [10] y las movilizaciones de estudiantes universitarios. La respuesta del gobierno fue endurecer las medidas represivas y fortalecer la institucionalización del Régimen [11].



[1] Entre 1960 y 1974, la industria multiplicó su producto por 3,74, acreditando una tasa de crecimiento del 11,1% anual.
[2] Más allá de los tradicionales límites geográficos de localización industrial (Madrid, Barcelona y Bilbao).
[3] El primer gran flujo migratorio (alrededor de 2 MH) se encaminó a Francia, Alemania y Suiza. Entre 1960 y 1974, sus remesas directas y transferencias superaron los 7.000 M$.
[4] La concentración de población en núcleos urbanos se incrementó en un 30%.
[5] En los años 50 y 60, más de 3 MH de activos agrarios abandonaron la agricultura. Esta abundante mano de obra rural fue un factor decisivo para lograr las tasas de crecimiento económico registradas, si bien aceleró el fin de la agricultura tradicional dando pie a una producción agrícola altamente competitiva en los mercados exteriores
[6] La industrialización permitió la transformación de jornaleros/peones en obreros cualificados con la subsiguiente movilidad social ascendente. Trabajo fijo, vivienda de propiedad y escolarización fue la triada que permitió la aparición de una clase obrera cualificada de ámbito nacional, que se acerca a los sindicatos ilegales para negociar los convenios colectivos
[7] Derivado de un incremento del nivel educativo e intercambio cultural con el exterior, un acceso al consumo de bienes duraderos y una creciente movilización social por la libertad democrática.
[8] Su existencia constituía un delito tipificado en el Código Penal. Los derechos de asociación y reunión no podían ejercerse sino en asociaciones pertenecientes al Movimiento. Los responsables de la convocatoria de huelgas eran juzgados.
[9] La clase media experimentó un cambio de cultura política en la que muchos hijos de los vencedores optaron por la democracia.
[10] Los contactos y pactos entre opositores y disidentes fueron necesarios para construir un proceso constituyente enfocado en una democracia equiparable a los Estados de la Europa Occidental. Estos contactos se multiplicaron, dando pie al Coloquio de Munich de 1962.
[11] Aprobando las últimas Leyes Fundamentales (Ley Orgánica del Estado y la Ley de Sucesión, designándose en 1969 a Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco).

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La MIGRACIÓN CAMPO-CIUDAD en la ESPAÑA de los 60s

Texto académico de PREGUNTA CORTA en Prueba Presencial
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
La migración campo-ciudad en la España de los años 60 del siglo XX. 

El fuerte proceso de industrialización experimentado durante los años sesenta indujo un movimiento de población sin precedentes: cientos de miles de españoles emigran a las grandes ciudades y también al extranjero. El primer gran flujo migratorio (alrededor de 2 MH) se encaminó al extranjero (Francia, Alemania y Suiza). Se ha estimado que, entre 1960 y 1974, se ingresaron más de 7.000 M$ (entre remesas directas y transferencias) que sirvieron para financiar el déficit comercial derivado de la euforia importadora de los industriales del momento. Por su lado, la emigración interior superó el desplazamiento de más de 4,5 MH (sin contar los menores de 10 años), de los que más del 50% abandonó la provincia donde residían y un 33% procedía de municipios de menos de 10.000 habitantes. Este éxodo rural reforzó el peso demográfico del triángulo Madrid-Barcelona-Bilbao, el despoblamiento de las mesetas centrales y el crecimiento de las zonas costeras. Los núcleos urbanos de más de 10.000 habitantes pasaron a concentrar el 75% de la población (de 22,5 MH), es decir, la concentración urbana se incrementó en casi un 30%. Esta redistribución de la población implicó, además de los primeros balbuceos de una sociedad de consumo (que cambia la moto por el utilitario): (1) Una nueva composición de la población activa (de agraria a industrial); (2) Una transformación de las ciudades (de la chabola a la vivienda de protección oficial); (3) Una nueva clase obrera (de jornaleros a obreros cualificados con movilidad social ascendente, con trabajo fijo y acceso a una vivienda de propiedad) que progresivamente se acercaba a la actividad sindical; (4) Un crecimiento de las clases medias (incorporadas definitivamente a la empresa capitalista y al Estado); y (5) Un rápido proceso de secularización (cambio moral, de costumbres y de cultura política con una creciente aspiración y movilización social por la libertad y la democracia).


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El FRANQUISMO en los 40s y 50s: la AUTARQUÍA

Texto académico de TEMA DE DESARROLLO en Prueba Presencial
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
EL FRANQUISMO EN LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA: LA AUTARQUÍA. 

La dictadura implantada como consecuencia de la guerra civil se presentó como negación del liberalismo del siglo XIX y de la democracia republicana del XX, como un intento de detener la historia y devolverla al mítico origen de la nación española: los Reyes Católicos, el Imperio y el Siglo de Oro. Un Estado totalitario pretendió crear una sociedad cerrada, autárquica, corporativa, homogéneamente católica, soñando con recuperar un pasado imperial. Mirando siempre hacia tras y en busca de este modelo, la Dictadura combinó instituciones de origen medieval y nostalgias coloniales adobadas con retórica fascista. Veinte años después, superadas las décadas de los 40 y 50, una sociedad comenzó de nuevo a ponerse en movimiento. Hasta entonces, represión, regimentación, recatolización, aislamiento e institucionalización del nuevo régimen fueron los factores clave que definieron el franquismo.

REPRESIÓN. El fin de la guerra supuso en las filas republicanas la muerte, la cárcel o el exilio. Más de 50.000 españoles fueron fusilados entre 1939 y 1943. Cerca de medio millón cruzaron la frontera y en mayo de 1940 todavía quedaban alrededor de 260.000 prisioneros. Miles de republicanos, socialistas, anarquistas y comunistas salieron hacia cárceles o colonias penitenciarias. El ritmo de trabajo, los castigos y la mala comida provocaron graves enfermedades en los penados. La represión se cebó también en las viudas, hijas o hermanas, quienes rapadas sufrieron la purga, la marcha por las calles del pueblo y el despojo de sus bienes. La finalidad de esta represión fue erradicar por completo las causas del desvío de la nación y enderezarla. Para ello, el nuevo Estado se dotó de medidas jurídicas excepcionales (La Ley de Responsabilidades Políticas pudo aplicarse retroactivamente desde la revolución de 1934 y la Ley de Represión de la Masonería y del Comunismo), aplicó el código de justicia militar en consejos de guerra sumarísimos y estableció comisiones de depuración. En conjunto y según palabras de Dionisio Ridruejo, fue una perfecta operación de extirpación de las fuerzas políticas que habían sostenido la República.

REGIMENTACIÓN. Además de reprimir, las autoridades también regimentaron todas las actividades económicas y sociales: había que disciplinar la fuerza de trabajo y esta tarea se encomendó a FE que, desde 1938, ocupó altas posiciones de gobierno. Bajo su mando, se encuadraron todos los productores en una organización sindical regida por los principios de verticalidad, unidad, totalidad y jerarquía. La FET y las JONS concebían los sindicatos como un servicio del Partido y el Fuero del Trabajo establecía que todos los factores de la economía debían quedar integrados en sindicatos verticales cuyos directivos procedían de la propia FET. La Ley de Unidad Sindical consagró el nuevo sindicato y la Ley de Bases de la Organización Sindical agrupó a obreros, técnicos y empresarios en una misma organización, garantizando con ello la conexión orgánica del Estado con el Sindicato (reduciéndolo a un instrumento de su política económica).

En 1940 se creó la Comisaría General de Abastecimiento y Transportes con competencias sobre multitud de artículos de primera necesidad. Las infracciones se perseguían por una Fiscalía de Tasas que podía llevar a los culpables ante tribunales militares. Las consecuencias fueron inmediatas: al fijar precios bajos, los agricultores labraron menos tierra, ocultaron cosechas y canalizaron parte de su producción al mercado negro. Todo ello generó un descenso de los salarios agrícolas en un 40% respecto a los pagados antes de la guerra. Los jornaleros perdieron la posibilidad de organizar sus propios sindicatos y la presión para mejorar sus contratos. El reforzamiento del poder de las fuerzas de seguridad, la ausencia de un Estado de Derecho y una magistratura independiente generó la más absoluta indefensión del campesinado. Pero todo ello no favoreció en nada a la producción: se provocaron hambres generadas por las mediocres cosechas, los alimentos básicos quedaron sometidos a régimen de racionamiento (que se mantendrá hasta comienzos de los años 50). El intervencionismo y la autarquía sirvieron también como guía de la política industrial. En el sector industrial, las destrucciones de la guerra habían sido superiores a las del sector agrario. Los destrozos más significativos fueron en el transporte y las comunicaciones, pero no en el tejido industrial. En la inmediata posguerra la producción industrial sufrió una profunda depresión. Los planes de industrialización quedaron vinculados a la creación en 1941 del Instituto Nacional de Industria (INI), centrado preferentemente en la industria de la defensa, era el único fabricante de camiones y automóviles, fertilizantes, aluminio y refino de petróleo. La ideología industrialista era una mezcla del principio de intervencionismo estatal protector (de los industriales frente a las reivindicaciones obreras y los competidores extranjeros) con el principio del Estado como empresario ya agente industrializador. El gobierno (además de descabezar a la clase obrera) favoreció la ausencia de competitividad implantando monopolios y oligopolios. Proliferaron la burocracia y toda clase de irregularidades administrativas en un clima económico que ignoraba los principios de racionalidad de libre empresa y la búsqueda de mayor productividad por medio de la reducción de costes. El conjunto de todo ello generó una profunda depresión de la industria española durante la primera mitad del franquismo: hasta 1950 no se recuperó el nivel de producción industrial alcanzado en 1930.

RECATOLIZACIÓN. A la represión y regimentación se unió la vasta empresa de recatolización emprendida por la Iglesia. En el ámbito educativo el control de la Iglesia fue total, pudiendo ejercer un poder sin trabas, depurando un pasado identificado con la Institución Libre de Enseñanza. Espurgo de libros, depuración de maestros y abandono de cátedras fueron algunas de las consecuencias. Las autoridades educativas abandonaron la actuación en el sector público y dedicaron todos sus esfuerzos a sostener y expandir el sector privado. En los primeros 15 años del la construcción de centros de enseñanza media fue nula: 119 institutos había en 1940 y 119 seguían existiendo en 1956. Todo el incremento de alumnado se dirigió a los centros religiosos, los cuales vivieron su particular edad de oro.

AISLAMIENTO DEL EXTERIOR. El Nuevo Estado rompió todos los vínculos de España con el exterior. Influyeron factores de diversa índole: (a) Una política de industrialización autárquica, (b) Exclusión de las Naciones Unidas; (c) La retirada de embajadores; (d) El cierre temporal de la frontera con Francia tras la Segunda Guerra Mundial; y (e) Ideológicos. El Nuevo Estado, en su origen, pretendió erigirse como una fusión de la auténtica tradición española, monárquica y católica, con el nuevo estilo fascista bajo el caudillaje carismático del general Franco. Esta mezcla proporcionó al Nuevo Régimen una singular identidad: Ejército, Falange e Iglesia, las tres grandes burocracias que dominaban la vida económica, política, social y moral y que lo alejaban de cualquier otro sistema vigente en Europa.

INSTITUCIONALIZACIÓN. Mientras estas políticas se llevaban a la práctica, el Nuevo Estado procedía lentamente a su institucionalización. La Ley de Reorganización de la Administración del Estado de 1939 ratificaba al Jefe de Estado la facultad de dictar resoluciones y disposiciones sin previa deliberación del Consejo de Ministros cuando la urgencia así lo aconsejara. Con una jefatura del Estado dotada de facultades soberanas, un partido único, un Gobierno y una Administración central del Estado, quedaba aún por dar el último paso: uno en forma de ley constituyente. Tras el fracasado proyecto de Ley de Organización del Estado de Serrano Suñer (que no fue bien acogido ni por la Iglesia, ni por el Ejército ni por el propio Franco), Franco promulgó en 1942 la Ley Constitutiva de Cortes que reafirmaba en la Jefatura del Estado la suprema potestad de dictar normas jurídicas de carácter general, atribuyéndosele a las Cortes una mera función de colaboración en dicho menester. Unas Cortes que, queriéndose garantizar lealtad y aplausos, no dejaban de ser una reproducción del propio Estado, es decir, con sus escaños reservados a los nombramientos por parte del propio Jefe de Estado.

El proceso de construcción del nuevo Estado sufrió algún sobresalto con el triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Franco decidió soltar parte de la parafernalia fascista del régimen y resaltar su naturaleza católica, netamente española y en consecuencia, anticomunista, con el explícito propósito de hacerlo atractivo a Washington y establecer un vínculo especial con la Santa Sede. A esta inflexión hacia lo católico y a la necesidad de hacer al régimen aceptable a los aliados respondió la rápida promulgación de un catálogo de deberes y derechos de los españoles: en 1945 se promulgan el Fuero de los Españoles y la Ley de Referéndum Nacional y en 1947 la Ley de Sucesión a la Jefatura de Estado que en su artículo primero establece a España como un Estado católico, social y representativo que se declara constituido en reino. El poder supremo de Franco se ejercería en la designación de sucesor, reservándose la facultad omnímoda de nombrarlo y de revocar su nombramiento. La Ley de Sucesión, además de definir la forma de Estado, instaurar la Corona como institución sucesoria, atribuyó a Franco la jefatura vitalicia y creó un Consejo de Regencia y un Consejo del Reino. Regulando la sucesión con todo detalle, proclamaba como Leyes Fundamentales de la nación la Ley Constitutiva de Cortes, la Ley de Referéndum Nacional y la misma Ley de Sucesión. A estas tres, se añadiría el Fuero del Trabajo de 1938 (que organizaba los sindicatos verticales). Las cinco leyes formaron el primer bloque de leyes fundamentales, que no se podía modificar ni derogar sin el acuerdo de la Cortes y el referéndum de la nación. Pero no constituyeron un bloque cerrado: tendrán que pasar 10 años para que una nueva Ley Fundamental vea la luz: la Ley de Principios del Movimiento de 1958. Pasarán otros 10 años para que se dé por finalizado el edificio con la Ley Orgánica del Estado de 1967 destinada a asegurar la continuación del régimen en forma de monarquía autoritaria, dirigida por una alta burocracia del Estado.

Los años 50 suponen el inicio de una lenta salida de la autarquía. Al finalizar la década de los 40, la política económica había fracasado: la producción agrícola había retrocedido y la industrial estaba sumida en una permanente depresión. Toda la economía se sentía atenazada por el rígido intervencionismo estatal y por una burocracia ineficiente. El mercado negro había florecido, mientras el nivel de vida de la mayoría de los españoles había descendido en un tercio respecto a los primeros años de la década de 1930, produciéndose en 1951 las primeras muestras de malestar obrero. A principios de los cincuenta era evidente la necesidad de un cambio de rumbo tanto en la política económica, como en las relaciones con el exterior.

En el interior, el estado de guerra sólo se levantó en 1948 una vez que fueron reprimidas las huelgas y manifestaciones y la actividad de las guerrillas. En el exterior, la política de acercamiento a Estados Unidos dio sus frutos y España, además de presentarse como nación católica, se ofreció como seguro aliado en la política de contención del comunismo y permitió que se suelo fuera utilizado para las misiones estratégicas requeridas por la política internacional norteamericana. La V Asamblea General de las Naciones Unidas revocó en 1950 su resolución de 1946, con lo que puso fin oficial al aislamiento internacional del régimen.

Ante una crisis de gobierno, Franco, de nuevo, distribuyó equilibradamente el poder entre militares, Acción Católica y FE, adornándolo con algún monárquico. Este nuevo gobierno, consolidando las relaciones con Estados Unidos y con el Vaticano, consiguió la admisión de España en la UNESCO, en la OMS y en 1955 en la ONU. A la vez que se abría el régimen al exterior sirviéndose de las ventanas norteamericana y vaticana, se buscó un rápido crecimiento industrial basado en un ideario económico en el que primaba la ortodoxia de la administración del sector público y la apertura a intercambios internacionales frente al ideal autárquico y la afirmación de las ventajas del mercado libre sobre la política de control e intervención. Varios ministerios pusieron en marcha políticas de rápido crecimiento industrial basadas en la liberalización del comercio exterior que permitiera a las industrias proveerse de materias primas y maquinaria. El cambio de orientación afectó también a la política agraria de la mano del ministro de Agricultura Rafael Cavestany que se mostró muy crítico con las restricciones, intervenciones, cupos forzosos y racionamientos, llegando a atribuir el déficit de alimentos a la política económica seguida desde el final de la guerra civil. Como consecuencia, hubo un incremento sostenido de la renta nacional y de la renta per cápita, que alcanzó y superó la de los años 30. La liberalización del comercio exterior provocó un considerable aumento de la demanda de productos extranjeros. En este contexto de crecimiento, Estados Unidos contribuyó a esta revitalización económica con 1.500 M$ en concepto de donación o préstamo, que permitió un incremento de las importaciones y una reanimación de la actividad económica.

La actividad industrial dependía en último término del comportamiento de la demanda interna, pero el nivel de que se partía era tan bajo que su incremento se encaminó a la mayor demanda de alimentos y no tanto a la de productos manufacturados. Se produjo por tanto una saturación en la oferta de productos manufacturados (p.e. el textil). La única política para mantener el ritmo de la actividad industrial consistía en aumentar la capacidad de consumo. Se procedió a la incremento de salarios que, a su vez, disparó la inflación. En 1956-1957 todo el proceso de crecimiento parecía amenazado por el déficit comercial y el aumento de la inflación. Las presiones inflacionistas llevaron a la economía española al borde del abismo. Esta crítica situación económica coincidió con las primeras muestras de desafección y hostilidad al régimen por parte de universitarios y la nueva clase obrera. Habían pasado ya 15 años de franquismo y una nueva generación pretendía afirmar su presencia: 1956 es el año de las movilizaciones estudiantiles y de huelgas. Gentes de muy diferentes tendencias (desde monárquicos, falangistas y católicos hasta comunistas y socialistas) aglutinaba una oposición que incluía a los hijos de vencidos y vencedores.

Los desequilibrios provocados por la coexistencia de la vieja inercia autárquica con las medidas liberalizadoras habían llevado a la economía española a una situación de bancarrota. En 1957 hay una nueva crisis de gobierno que conlleva la llegada al gobierno de una nueva élite de poder (tecnócratas procedentes del Opus Dei y con López Rodó a la cabeza) a los centros de decisión política y económica con el objetivo de acometer una reforma de la Administración que sirva como base a un desarrollo económico. Empezaron aprobando la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado de 1957 y siguieron con las leyes de procedimiento administrativo, la Ley de Régimen Jurídico de las Entidades Estatales Autónomas, la Ley de Funcionarios Civiles del Estado y la Ley de Retribuciones de Funcionarios. Este conjunto de normas renovó la Administración Pública bajo criterios de racionalidad burocrática. Este es el momento en el que se creaba el Mercado Común Europeo con el Tratado de Roma y se aprobaba en Francia el plan de estabilización. Bien relacionados con los medios financieros internacionales, los ministros del gobierno se dispusieron a seguir las recomendaciones de la OCDE y del Banco Mundial para adoptar medidas de saneamiento antes de acometer un plan de relanzamiento económico. Así pues:

(a) Ampliación de la libertad de comercio exterior para aumentar el camino de la liberalización económica;

(b) Nueva Ley de Convenios Colectivos que reestructuró el marco de la negociación salarial; y

(c) Integración en los organismos económicos y financieros internacionales (OCDE y FMI). 

Con estas instituciones se discutió un plan de reformas económicas para las que España pudo contar con su financiación. Todas las reformas perseguían el objetivo de alinear el capitalismo español, corporativista y protegido, con el mundo occidental.

Dos años después, el 21 de julio de 1959, se aprobaría el Decreto-ley de Ordenación Económica que, constituyendo un Plan de Estabilización, fue también un Plan de Liberalización que inauguraba un nuevo periodo de crecimiento económico intenso y sostenido.

En resumen, si hacemos un balance general de la política económica exterior del franquismo (desde 1940 hasta 1975) podemos concluir: (a) El franquismo heredó un modelo económico muy cerrado al exterior, ya con claras tendencias autárquicas, que el Nuevo Régimen endureció aún más, tanto por propia iniciativa como por el bloqueo económico internacional al que España se vio sometida tras la Segunda Guerra Mundial; (b) La política económica seguida por el régimen franquista no fue homogénea, distinguiéndose dos etapas: la autárquica (de 1940 a 1959) y la apertura externa (de 1960 a 1975); (c) El punto de inflexión entre la Autarquía y la Apertura externa lo representa un conjunto de reformas (Reordenación Económica), cuyo eje central fue el Plan de Estabilización de 1959; y (d) El franquismo, tras la apertura económica de los sesenta, apostó por intensificar sus relaciones externas con las Comunidades Europeas.

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